Noviembre, 2018
Cada 5 de noviembre se celebra el Día Internacional del Cuidador. En España se pondera con mucho bombo mediático, cariño y poca efectividad.
La distancia infinita entre la España institucional y la España real, donde el 83 % de quienes cuidan de sus familiares enfermos son mujeres, demuestran que nuestro país suspende en materia de cuidado familiar.
La España real es la de aquel proveedor que un día, en medio de su trabajo, explotó gritando ¡El alzheimer destroza familias!
Aquel proveedor se convirtió en mi amigo. De vez en cuando cancelaba reuniones y, en varias ocasiones me dejó plantada. Su humildad no me daba explicaciones, se disculpaba y salía corriendo.
Cuando supe su realidad, lo admiré ¡Cómo lo admiré!
El tiempo me ha enseñado que no, que el alzheimer o las enfermedades que generan dependencia, no destruyen familias. La destrucción proviene del egoísmo personal y del egoísmo colectivo.
Un feminismo deformado
Magdalena Valerio, Ministra de Trabajo, afirmaba, «Y hay que reformar el Sistema de dependencia para que a nuestros mayores los atiendan terceras personas, no siempre las mujeres.”
Estas personas de relevancia política, ¿cultivan la reflexión? Al escuchar frases como la de la Ministra Valerio, lo cuestiono. Quizá el Día Internacional del Cuidador 2018 diga otra ocurrencia, todo es posible.
¿Qué problema hay en que las mujeres quieran cuidar de sus dependientes? Otra cosa muy distinta es la «soledad » de las mujeres en este campo.
A las mujeres se nos atribuyen cualidades, una de ellas es el sentido práctico y el realismo. Ya lo decía Montserrat Caballé: «La vida del artista es una cosa, pero somos personas normales, y la realidad de la vida es otra».
¿Hombres, mujeres o… los otros?
Cuando la Ministra habla de «los otros», se pueden presuponer varias posibilidades.
Para ella, si la familia goza de un nivel económico alto, que contraten profesionales y asunto arreglado. O directamente que los ingresen en residencias de lujo.
Si las familias son de un nivel medio, que contraten a un empleado del hogar, con algo de formación si hay suerte, y que se convierta en enfermero autodidacta.
Otra posibilidad, según la Ministra, será que esos «otros» sean profesionales. Así los dependientes deban vivir en residencias públicas con tres pañales por día según la Seg. Social, y pasen las tardes sentados en su silla de ruedas ante una televisión.
La vida real con ejemplos reales
¿Se ha parado la Ministra Valerio a pensar qué ocurre cuando a un hombre o una mujer le asean íntimamente? Un hombre se siente más seguro si es ayudado por otro hombre, por lo general. Y una mujer, por mujeres. Existe una cosa llamada pudor.
La cuestión del pudor no se contempla en la ideología de género, pero sí en el sentido común y en el realismo de la vida. ¿Y el amor? El amor reconoce rostros, voces y cariño. El amor prescinde de ideologías.
En un hogar, pongamos de dos hijas y un hijo con un padre, madre o hermano dependiente, ¿quién tendrá la predisposición para limpiar sus partes, cambiar el pañal y vestirle? ¿Un hombre, una mujer o «el otro»?
¿Puede el idioma ser una barrera a la hora de tratar con ancianos o enfermos dependientes? ¿Y el nivel de estudios? ¿Puede una persona con estudios básicos descifrar las prescripciones de los medicamentos? ¿Están todas las personas capacitadas para ello? ¿Hombres, mujeres o los otros?
Responsabilidad política y social
De un político responsable y conocedor del asunto tan grave que nos ocupa, se debería escuchar algo así: “Y hay que reformar el Sistema de dependencia para que nuestros mayores sean cuidados por sus familias, y ayudadas por terceras personas. Y quien no tenga familia y esté solo en el mundo, siempre cuente con la protección y acogida de nuestro sistema”, por ejemplo.
Las políticas en favor de un feminismo deformado imponen lo contrario al querer de las personas. Porque el amor, la ética, la moralidad, el deber para con los padres, hijos o familiares dependientes, es un asunto de libertad personal, de amor y de cultura social.
Y si los cuidadores son creyentes acogerán el designio de Dios desde la fe, verán la cruz en su vida, cruz que irá desapareciendo porque el amor todo lo transforma.
Ante la dependencia, ¿qué prevalece? ¿el bienestar del enfermo? ¿la seguridad laboral del trabajador? ¿o la agenda política enfermiza por la cuestión del sexo de las personas?
El Estado español desprotege al Cuidador familiar
Reflexionemos en el Día Internacional del Cuidador 2018. Hoy en España, algunas personas cuidadoras de sus dependientes, padecen abandono absoluto por parte del Estado. Particularmente, hijos o sobrinos.
Además, observamos algo particular, oficialmente se prefiere hablar del «cuidador no profesional» y se omite diferenciarlo del «cuidador familiar de persona dependiente«. ¿Por qué será? No es difícil descubrir esa diferenciación, en un mundo cada vez «más progre», la familia «ha de quedar» reducida a la mínima expresión. Y apuntar en direcciones opuestas a la protección de la vida desde su inicio hasta su fin natural, es decir, abrir la puerta a la eutanasia. Amén de otras consideraciones sociales y legislativas más… capciosas.
Si un hijo elige cuidar de sus padres, tíos o abuelos dependientes, la legislación laboral no contempla ninguna protección, ni ayuda económica.
¿Por qué un familiar opta por reducir su jornada laboral, o dejar de trabajar temporalmente para cuidar de su dependiente? Porque el dependiente no se vale por sí mismo, independientemente de su grado de consciencia.
En estas personas prevalecen principios y sobretodo amor, mucho amor. Viven el «24×365» (las 24 horas del día los 365 días del año).
El cuidador hijo/a no percibe ayudas económicas porque los «padres dependientes» no son considerados como «carga familiar», a diferencia del cónyuge dependiente, que sí lo es.
También sufren la falta de oportunidades para retomar su vida laboral, ni garantías, al finalizar la etapa como cuidador. Es decir, la España institucional invita a abandonar a nuestros dependientes, dejarlos en manos de «los otros» y si además eres mujer, ¡Rebélate contra el heteropatriarcado!
Más inversión y menos subvención
Hace tiempo que algunas grandes empresas protegen y ayudan a sus empleados. Favorecen el teletrabajo, la conciliación familiar, incluso ponen guarderías, etc.
Lo anterior es fantástico… pero aún limitado, ¿conocen los departamentos de Recursos humanos las situaciones familiares de sus empleados? ¿En qué medida?
¿Qué tal por comenzar a plantearse construir espacios en lugares de trabajo, donde los empleados puedan tener a sus seres queridos dependientes durante su jornada laboral?
Sin duda algo así generaría empleo, bienestar laboral, bienestar familiar, corresponsabilidad social entre empresas, ayuntamientos, ámbito sanitario, etc.
Aunque lo ideal, realmente ideal sería apostar por una gran reforma estatal, crear redes de centros para dependientes por enfermedades degenerativas, dirigidos por funcionarios y gestionados por personal de las asociaciones pioneras en este campo desde hace décadas, y que solas, por iniciativas particulares y fruto de la unión de familias, fueron creciendo. Ellos saben lo mejor para nuestros enfermos. Se llama subsidiariedad, el Estado invierte y la sociedad civil gestiona.
Campeones en longevidad, perdedores en natalidad
Una vez más la realidad llama a nuestra puerta. El informe difundido por la Universidad de Washington (Seattle, EEUU), hace unos días, aporta datos esperanzadores, España apunta a ser el país del mundo con mayor población longeva.
Pero también señala qué ocurrirá con un gran porcentaje de esa población en el año 2040.
En 2040, se espera que los motivos fundamentales de la muerte prematura en España sean el alzhéimer, la cardiopatía isquémica, el cáncer de pulmón, la EPOC, el cáncer de colon y recto, el accidente cerebrovascular, la enfermedad renal crónica, otras enfermedades cardiovasculares, el cáncer de páncreas y la diabetes.
Sí hay recursos, pero no voluntad
Dinero hay y mucho, se comenta en el artículo, «¿Por quién vela el Estado?». Un país que quiera otorgar dignidad a su sociedad, ha de comenzar velando por los más débiles y realmente necesitados.
El problema de la Ministra, como de un amplísimo sector de nuestra sociedad, es la conformidad, el egoísmo y una pereza enorme. Abandonar a los débiles, arrinconar a los ancianos y dependientes o… directamente matarlos. En definitiva, eclipsar a Dios y la sacralidad de la vida humana, robarnos el alma y el corazón.
¿Recordamos la frase de la Sra. Lagarde del FMI allá por el año 2012? “Los ancianos viven demasiado y es un riesgo para la economía global, hay que hacer algo ya”.
Efectivamente, hay que hacer algo, ocuparse en primera persona, y no dejárselo a… “Los otros”, seres imaginarios y muertos vivientes, como en la película de Amenábar.
Creo firmemente que es posible romper con la inercia de degradación en España, pero requiere un cambio de mentalidad y determinación por el bien mayor, fomentar la natalidad, robustecer el vínculo familiar y cuidar de nuestros mayores y dependientes.
Ojalá el Día Internacional del Cuidador 2018 sirva para algo más que buenos deseos.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: