La ONU proclamó el Día Internacional de la Educación el 24 de enero. El objetivo es reflexionar sobre qué podemos hacer cada uno para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible ODS #4: Educación de Calidad. Te recomiendo leer las 10 acciones propuestas para este objetivo en la guía “170 acciones diarias para transformar nuestro mundo”. Serán dos minutos que te llenarán de inspiración.
La acción “Educa a tus hijos sobre el poder de la educación, ya que muchos no perciben sus ventajas” me ha dado una excusa para profundizar en qué es la educación y cómo educar en una sociedad democrática.
Aunque estos días han corrido ríos de tinta por la propuesta del pin o veto parental, he sobrevolado las cuestiones políticas con la intención de ir a los fundamentos e invitar al diálogo. Espero sorprenderte con alguna idea nueva y recibir comentarios que enriquezcan el artículo.
Educar es reforzar la actuación libre de las personas
¿Qué es la educación y cuál es su finalidad?
En la publicación “Educación: una cuestión de libertad” los autores Mario Mauro, expresidente del Parlamento Europeo, y Alfredo Rodríguez Sedano, profesor de Sociología de la Universidad de Navarra, aventuran una definición de educación que integra las nociones de enseñanza y formación. “La educación como actividad es dirigir, encaminar (lo propio de la enseñanza); y aplicado a la acción, perfeccionar y desarrollar las facultades intelectuales y morales (lo propio de la formación)”.
Los autores consideran que el fin de la educación es ayudar al «obrar feliz», enseñar al que se educa a ejercer su libertad para que las elecciones que haga le ayuden a ser feliz. Por ello, como “el fin final (la felicidad) reside en la formación”, es ésta «la que fundamenta la acción misma de enseñar». Educar es ayudar a que una persona se perfeccione intelectual y moralmente (formar) y en base a eso dirige o encamina (enseña) el uso que hace de su libertad.
El escenario de la educación es el de la libertad y el amor. En él hay un solo protagonista: el que se educa, también si es menor. El docente es actor de reparto, su papel es reforzar a quien educa en su propia actuación. Le ayuda a realizarse como persona feliz con el buen uso de su libertad y a obrar en libertad dentro de la sociedad, respetando la de los demás.
En el escenario de la educación hay un solo protagonista: el que se educa, también si es menor. El docente es actor de reparto, su papel es reforzar a quien educa en su propia actuación, para que se realice como persona feliz
La familia es el primer agente educativo
Como la educación tiene por fin ayudar la mejora y felicidad de la persona, es uno de los derechos y libertades fundamentales reconocidos en las sociedades democráticas. La familia es el ámbito natural e idóneo donde educarnos, realizándonos como personas, forjando la propia identidad. En el entramado de las relaciones interpersonales que se dan en la familia, la persona también se educa para vivir en sociedad. En la familia la educación se adapta a la madurez y forma de ser de cada hijo y se basa en el amor. Aunque, por supuesto, ninguna familia es perfecta y tampoco se espera de ella, como de nadie más, que dé una “educación perfecta”.
Son los progenitores los que asumen el deber de hacer efectivo el derecho de sus hijos a la educación. Es una de las responsabilidades de la patria potestad (art. 154 del Código Civil y ss), función que ejercen mientras los hijos son menores. En ese artículo del Código Civil se dice que «podrán, en el ejercicio de su función, recabar el auxilio de la autoridad».
La familia es el primer agente educativo del sistema social. Así lo expresan el artículo 27.3 de la Constitución Española y el artículo 2 del Protocolo n.º 1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, que incluye el derecho a la educación. En este artículo se han basado varias sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que subrayan la obligación de los estados de respetar la libertad educativa de los padres.
A nadie se le puede negar el derecho a la educación. El Estado, en el ejercicio de las funciones que asuma en el campo de la educación y de la enseñanza, respetará el derecho de los padres a asegurar esta educación y esta enseñanza conforme a sus convicciones religiosas y filosóficas (Convenio Europeo de Derechos Humanos, Protocolo n.º 1, art. 2)
Padres y escuela (pública y privada) juntos, no separados
La educación es de los padres, que pueden recurrir a la escuela para suplir las carencias que puedan tener, por ejemplo la falta de especialización o la imposibilidad de dedicar el tiempo necesario para completar la educación de sus hijos menores. De modo que delegan en la escuela la enseñanza del saber humano y el comportamiento cívico a sus hijos y también la formación en cultura, religión o valores morales que estén de acuerdo con las convicciones de los padres. Natural y jurídicamente los hijos son de los padres y no de quien tutela los centros educativos, sea la sociedad civil o el Estado.
En coherencia con estos planteamientos, la escuela pública no se puede considerar como propiedad del Estado, no es un recurso del Estado para «educar» a «sus ciudadanos». El papel del Estado es subsidiario y se limita a garantizar el derecho a la educación de las personas para que puedan lograr sus fines personales. El Estado no debe sustituir a la sociedad civil si ésta es apta para responder por sí misma a las necesidades sociales, su deber es ayudarla. Así lo recoge el art. 127.1 de la Constitución Española.
Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores afectados y la creación de centros docentes” (de la Constitución Española, art. 127.1)
La falacia de las ideas de la Ilustración aplicadas a la educación
Francisco Santamaría hace una crítica 1 a la concepción de la educación expuesta por el filósofo y escritor Fernando Savater en su libro “El valor de Educar”. Esta idea de la educación se basa en el ideal de la universalidad democrática: “El saber que la enseñanza pretende transmitir no es la suma de conocimientos y experiencias aceptadas por los padres (…) sino el conjunto de contenidos culturales básicos socialmente aceptados”.
Según esta concepción, el conjunto de contenidos culturales básicos socialmente aceptados son una respuesta racional a lo que afecta al hombre y no respuestas religiosas que sólo tienen valor para quienes confiesan una misma fe. Por eso, lo podemos compartir todos.
Como explica Santamaría, Savater ve en la educación el medio de hacer valer esa “racionalidad universal” y cree que este programa sólo se desarrolla en la enseñanza pública. Por eso, defiende que los recursos deben ir en su mayor parte a ella y no a los centros privados, que deben encontrarlos en el libe mercado.
Siguiendo su credo ilustrado, Savater da más protagonismo educativo a la escuela que a los padres. El filósofo entiende que la elección educativa familiar limita la autonomía de los hijos, pues la ve como “prejuicios de los padres”. Sin embargo, la escuela pública, plural, es la que puede superar las diferencias no sólo económicas, sino también ideológicas.
Como él mismo expone en un artículo 2 “Uno de los más importantes objetivos de la educación es que los niños conozcan las alternativas que existen a los prejuicios de sus padres”. Está convencido de la superioridad moral de la democracia liberal: “En democracia, las leyes liberan y las tradiciones y costumbres esclavizan”, escribe en el citado artículo.
Sin embargo, sus argumentos son falaces. Primero, porque asientan que los padres pueden educar mal y que el Estado siempre educa bien, y eso no es cierto. Después, porque parten de pensar que no hay discrepancias en la concepción de los valores que deben inspirar una democracia, los objetivos de la educación o los contenidos culturales relevantes.
Coincido con Savater en que debe haber valores cívicos en las sociedades democráticas que sean fruto de un trabajado consenso y los salvaguarden normativas, convenios, declaraciones… Por ejemplo, la igualdad, la diversidad social, la no discriminación de la mujer, el respeto al diferente, la libertad, etc.
Pero pienso que esos valores comúnmente aceptados nunca se enseñan de forma «aséptica». Los docentes, sean los padres, los maestros o los expertos, forman en esos valores según su concreto punto de vista y generalmente su opinión está influida por una ideología u otra. Pueden pensar, incluso, que el significado que ellos o un grupo ideológico dan a esos valores comunes es el que «desde hace ya mucho tiempo ha considerado la humanidad», como afirmaba recientemente la Ministra de Igualdad.
¿Soluciones? Diálogo y acción
Hacer uso de la escuela sin delegación de los padres y transmitir de forma obligatoria una ideología o una religión determinadas está fuera de todo derecho y además, hace caer en su propia trampa a Savater y a su concepción de la educación, porque es imponer en la escuela una determinada visión de la vida y no supone ofrecer una solución válida para todos.
Savater cierra su artículo diciendo: “En fin: ¿quién enseña a los maestros lo que debe ser enseñado? Desde luego, los padres no”. Desde luego, el Estado tampoco.
Hace falta un sincero debate social sobre qué es educación y qué es ideología. También, promover un pacto de estado por la educación, como sugiere Miguel Dionisio en el magnífico artículo “Indocta ignorancia”.
Como bien dice Francisco Santamaría “Quizá el valor de educar exige también el coraje de aceptar que el pluralismo -de escuelas, de objetivos pedagógicos, de métodos, de marcos culturales…- no está reñido con la democracia ni con la racionalidad”, antes al contrario. Las formas de asegurar ese pluralismo de la forma más justa y eficiente son variadas y no debe dejarse solo a los políticos.
¡Es la hora de los “padres coraje” que hagan valer sus derechos y responsabilidades, utilizando los medios de participación que tienen a su disposición en la escuela y como ciudadanos, y se impliquen en asociación con otros padres en la defensa de ese pluralismo en la educación!
Referencias
1 Artículo de Francisco Santamaría en Aceprensa sobre el libro «El valor de educar» de Fernando Savater
2 Artículo de opinión de Fernando Savater “No, papá” del 14 de julio de 2018 en el diario El País
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