El amor por etapas, como la vida misma. El amor que va parando como hace el tren, de estación en estación.
Si somos viajeros, bien sabemos la ilusión que hacen los preparativos de todo viaje. Después, durante el viaje en sí, somos felices pero algo de la ilusión se ha perdido en el camino y, finalmente, cuando el viaje termina, sólo queda un bonito recuerdo.
El amor comienza como una lumbre ardiente, con un fuego abrasador que consume el tiempo, el pensamiento, el espacio. Todo es fuego. Cuando hay fuego, no se ve casi nada, digo yo que será por el humo.
Conforme el tiempo pasa, ese amor por etapas, del que quiero hablar, se va transformando y adaptando, de tal modo que empieza a ser un «nosotros» donde sólo había «yo».
El amor es poderoso y frágil a la vez y es cierto que si no se cuida, se acaba.
Si vuelvo a mis veinte años y me pregunto ¿qué espero de él ahora? Podría responder muchas cosas.
Amor de pareja
De un hombre espero que sea valiente y honesto, deseo que me ame y me proteja, necesito divertirme con él y tener aficiones en común, no puedo vivir sin su respeto ni su comprensión. De un hombre espero que no se canse de conocerme, que sea capaz de aceptarme y de amar mis defectos.
Quiero que ese hombre que elijo sea el que me acompañe en la vida, quiero que sea el padre de mis hijos, un padre cariñoso y comprensivo que sea capaz de educar sin amedrentar. Quiero un papá que disfrute de estar con sus hijos. Un papá que entienda que ser padre no es una carga sino un don.
En esa primera etapa del amor, donde la pasión arde, es fácil no conocer a la otra persona, llegar a idealizarla y solo ver sus virtudes. Pero esa primera etapa se quema pronto.
Si avanzamos en la relación, vemos que vamos dando pasos hacia el conocimiento y la aceptación del otro. Vamos entendiendo que no queremos vivir sin él o sin ella. Pero eso no basta.
El amor traspasa las barreras de la pasión y de los sentimientos y se hace voluntad. Es una decisión firme de apostar por alguien. Por alguien que no es perfecto, que nos va a decepcionar y que en alguna ocasión nos hará sentir solos…
Es importante poder hablar cada vez que haya un conflicto, a veces será con palabras, otras solo con hechos, con gestos, con miradas, una sonrisa cómplice, una flor en la almohada, un beso en los labios, una caricia en la mano.
Pero hay veces en que es necesario pedir perdón y verbalizarlo: «siento haberte herido. Te pido perdón. Me he equivocado…» ¿Has pronunciado alguna vez estas palabras? Déjame decirte que si llevas más de seis meses con una persona y nunca las has dicho algunas de ellas, vas mal. Pero si nunca las has oído…vas peor.
El amor por etapas es como una magnífica carrera de fondo, donde hasta el conocimiento podemos llegar a perder para luego recuperarlo. Las relaciones perfectas no existen pero sí, en cambio, los grandes amores. Los que son capaces de pensar en el otro antes que en sí mismos.
Pero esto requiere grandeza y humildad.
No es fácil «desaparecer» para hacer feliz al otro. Todos demandamos felicidad, pero darla…y ciertamente hay más placer en dar que en recibir, pero también exige mayor esfuerzo.
Cuando el amor peligra y no se toman medidas urgentes, está abocado a morir. El fuego se apaga, la tarde languidece y llega la noche y la oscuridad. Por supuesto que el amor se acaba, solo hace falta dejarlo morir…y muere.
Para que esto no ocurra hay que esmerarse en conocer al otro, dialogar sin cansancio, amar sin medida, ser capaz de dar espacio y sentir admiración por la bondad, o la inteligencia, o la capacidad de sacrifico del otro…cuando tu pareja no te admira…
El amor por etapas tiene su tiempo de germinación, su tiempo de crecimiento y maduración y su tiempo de compenetración y calma. Pocas cosas hay más hermosas que tomar partido por alguien y amarlo hasta el final. Pero ese amor tiene que ser correspondido para que sea un amor verdadero.
En muchas parejas observamos el embelesamiento que producen él o ella en el otro, y sin embargo, al revés no sucede…malo.
Desde mi azotea vislumbro el amor como la más preciosa de las joyas, un amor en el que apoyarse ante las dificultades, un amor donde encontrar refugio, un amor para compartir la felicidad, un amor que no necesita palabras, un amor que se coge de la mano y simplemente camina…
El amor por etapas es una maravilla. Pero por favor, piénsalo muy bien antes de entregarte a nadie. No le abras tu corazón a cualquiera, no le entregues tu cuerpo al primero, no vuelques tu intimidad en quien no la merezca.
Si quieres vivir bien, decide a quien amar y hazlo con todas sus consecuencias. Suple tú sus carencias y esfuérzate cada día en ser mejor persona, más amante, más amiga, más fiel, más alegre. No le culpes a él de tu infelicidad porque la felicidad es una opción personal.
Uno de los grandes engaños de este siglo es hacernos creer que las cosas son gratuitas y que el esfuerzo es innecesario o peor, negativo. ¡Mentira!.
Otra pamplina superlativa es hacernos creer que lo merecemos todo…¿perdona? Quien quiera merecer algo tendrá que ganárselo, no te digo…
Si finalmente decides estar con esa persona, ¡asúmelo todo! Sus carencias y las tuyas, sus imperfecciones y las tuyas, sus capacidades y las tuyas, sus valores y los tuyos… y razona con ese cerebro que Dios te ha dado y piensa si esa relación puede perdurar. Y si hay más positivos que negativos…¡adelante sin miedo!
El amor por etapas es una maravilla, como la lluvia en Sevilla.
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