“El bien común. Algo todavía difícil de entender para muchos, en una nación tan individualista como EE.UU.”, me decía una amiga que vive en California, hace unos días. Desde marzo, ella y su familia salen de casa lo imprescindible y a lugares poco concurridos, ya que su marido y su hija tienen problemas respiratorios. Se relacionan lo mínimo o sólo con amigos que están en una situación similar. Allí es más fácil aislarse, porque la mayoría de las casas disponen de un espacio grande y jardín. Muchos ciudadanos están teletrabajando y las escuelas permanecen cerradas. Además, hay más gente que vive sola y en general, los americanos se relacionan menos o lo hacen en sus casas.
El capitalismo americano siempre ha defendido que “lo privado” funciona mejor y, en cierta manera es así, pero porque apenas invierten en “lo público”. Si algo ha reafirmado la llegada de esta pandemia, es la importancia de tener unos servicios esenciales básicos para todos, sobre todo sanitarios. En España los tenemos, aunque en situaciones extraordinarias, hay que reforzarlos. En EE.UU., como no tengas un seguro médico privado, estás perdido.
Pero más allá de los problemas estructurales, el problema principal (decía mi amiga), es el individualismo. Muchos ciudadanos en EE.UU., no usan mascarilla y todavía siguen cuestionándose su uso, porque allí nunca ha habido unas medidas higiénicas ni un confinamiento tan estricto como en España. Normal, si los propios gobernantes no dan ejemplo, minimizan la situación sanitaria y los datos de contagio, hospitalizaciones y muertes, no son claros… Además, políticos y medios de comunicación, se dedican a cuestionar a otros países como España, sin reconocer que su situación no es mucho mejor.
Recuerda a los acontecimientos que ocurrieron durante la famosa Gripe Española, surgida tras la Primera Guerra Mundial. Aunque algunos investigadores afirman que pudo empezar en China, los primeros casos documentados, se dieron en 1918 en la base militar de Fort Riley (EE.UU.). De ahí pasó a Europa y después a España. Al ser un país neutral, los periódicos españoles fueron los primeros en informar con transparencia sobre la enfermedad que estaba matando a la población. El resto de Europa y EE.UU. censuraron toda la información para “no desmoralizar a las tropas”, o más bien no mostrar debilidad ante el enemigo… Hasta que un titular de “The Times”, la llamó Gripe Española y se quedó con el nombre, pero ni empezó en España ni fue donde más muertes provocó. Curiosamente, parece que fue EE.UU. el lugar de occidente donde más fallecimientos hubo (entre 500.000 y 675.000 personas, con un 28% de la población contagiada).
Como decía Sartre: “Mi libertad se termina donde empieza la de los demás”
Aún así, en San Francisco, surgió la “Anti-Mask League of San Francisco”, un grupo de ciudadanos que se oponían radicalmente a usar mascarillas ante la exigencia gubernamental. Parece que la historia se repite y hace unos meses un puñado de personas armadas irrumpieron en el Capitolio de Michigan, durante un debate sobre la prolongación del estado de alarma por el Covid-19. Hoy, al igual que entonces, muchos americanos siguen oponiéndose al uso de mascarillas cuestionando su efectividad y alegando que va en contra de sus libertades… Pero, como decía Sartre: “Mi libertad se termina donde empieza la de los demás”. O dicho de otra manera ¿Qué pasa si alguien más vulnerable que yo, muere contagiado por mí, porque yo no llevaba mascarilla? Está claro que el individualismo, no lleva precisamente al bienestar colectivo, sino al mío propio. ¿Y podemos ser libres y felices cuando los demás sufren? Me cuesta creer que en algunos de los países más “desarrollados”, sea tan difícil pensar en el otro o desarrollar cierta empatía hacia los demás. O será precisamente por eso… porque en los países “subdesarrollados” ocurre lo contrario.
UBUNTU!
Esto es lo que aprendió un antropólogo que viajó a África para estudiar el comportamiento de una tribu. Siempre estaba rodeado de niños y un día les llevó una cesta llena de caramelos, que dejó debajo de un árbol. Les indicó que cuando dijese “ya” corriesen hacia ella. El primero que llegase, sería el ganador y podría comerse todos los caramelos. Cuando dijo ya, los niños se cogieron de la mano y salieron corriendo. Llegaron todos a la vez y sonrientes comenzaron a repartirse los caramelos. Les preguntó por qué lo habían hecho y le respondieron: UBUNTU! ¿Cómo podría uno sólo de nosotros ser feliz si todos los demás no lo están? El antropólogo, sorprendido, buscó el significado de Ubuntu:
“Yo soy porque nosotros somos”.
Foto portada: Ulrike Mai
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