En el complicado momento actual, la mujer no solo afronta la labor dentro de su casa, sino el cuidado de sus hijos y programación y control de sus tareas escolares. Muchas añaden el teletrabajo y la gestión de una situación que las lleva a subirse inevitablemente en una montaña rusa de emociones, desde la preocupación por sus seres queridos a la inseguridad respecto al futuro laboral.
“Hombres y mujeres somos diferentes biológicamente y en el aspecto emocional. El hombre es más práctico, la mujer más protectora y perfeccionista. El modo de proceder de la mujer depende de muchos condicionantes: su cultura, los principios que se le han inculcado desde pequeña, sus ejemplos más cercanos y los de su pareja… El quid de la cuestión es hablar como un equipo, gestionar las diversas funciones a llevar a cabo entre ambos y llegar al acuerdo”, asegura Lourdes Fernández, psicóloga.
El confinamiento ha modificado la rutina de todos: hombres y mujeres. Es difícil cumplir convenientemente con las obligaciones profesionales a la vez que rendir en otros terrenos. Una de las mejores formas para sobrellevar tantas horas en casa, es aceptar la situación y analizar la parte positiva.
Al igual que el lugar de trabajo, los horarios también se han modificado y se establecen turnos para poder afrontar la estancia de los hijos en el hogar. Muchas empresas abogan por la conciliación para que ambos progenitores puedan organizarse. No hay opción de llevar a los niños al colegio. Tampoco pueden pasar el día con sus abuelos o una niñera. Los padres están solos ante algo único y sin precedentes.
Relegar otros aspectos ante la maternidad y la casa
Afrontar los cambios que se están produciendo en tan pocas semanas, resulta una labor intensa para la mujer. “Me llaman muchas madres -creo recordar que por ahora solamente un padre- y se quejan de todas las tareas que tienen que realizar a lo largo del día. Les desborda tener que ocuparse de prácticamente todo respecto a sus hijos -menores o mayores de seis años- y el seguimiento de su educación, a la vez que coordinarse con su trabajo”, afirma Lourdes.
Es importante reunir tiempo para uno misma y lograr desconectar de un círculo que agota. Hacer deporte, salir a la compra sola, tomarse un café en la terraza o escuchar música, devolverán sensaciones agradables y levantarán el ánimo. Hablar con otros y no crear expectativas más altas de las alcanzables, ayudarán a vivir el momento sin tanto estrés.
María Teresa Blanco, de 37 años trabaja de administrativa y tiene un niño de siete años. Su marido trabaja en un supermercado y ella se queda en casa. No pueden permitirse no trabajar. “Desde las 7.30h de la mañana inicio las tareas domésticas. A continuación, cuando se despierta el niño le ayudo con sus responsabilidades y su aseo y le preparo en folios unas actividades Matemáticas y Lengua que deja su profesor en la web. Yo necesito trabajar con el ordenador. A las 12.30h de la mañana comienzo a preparar la comida. A las 14h llega mi marido. Él se ducha ya que viene de un centro de riesgo y yo me encargo de la higiene en cuanto a su vestimenta”, explica.
En cuanto al teletrabajo, un alto porcentaje de mujeres eligen madrugar o acostarse tarde para tener el silencio y tranquilidad necesarios para desempeñar su labor. Esto las va minando física y mentalmente.
Expertos aseguran que existe un aumento de estrés
Todas las mujeres hacen el esfuerzo por evitar que el virus entre en sus hogares. Se hacen responsables de velar por la salud de todos los miembros de la familia. El sentimiento de protección es muy suyo. Les preocupa en exceso contagiar a sus hijos y enfermar ellas.
Expertos hablan de esta sensación de angustia emocional de la madre, de su ansiedad, del estrés, de la sensación de falta de control… Tener niños en casa lo incrementa. Resulta de rigor pasar tiempo con ellos, jugando, realizando manualidades y tareas escolares. Muchas mujeres dan prioridad al que su pareja pueda realizar con total tranquilidad su trabajo, haciéndose cargo del resto.
Algunos hombres comprenden el momento y ponen de su parte para compartir responsabilidades. Es frecuente ver que el hombre se hace cargo de la compra en el supermercado, algo que antes del confinamiento no se producía así.
Lorena Fernández, madre de una niña de cuatro años, está separada de su marido. Los días en los que su hija está con ella, le parece que hace todo a medias. Ella es profesora y está muy ocupada con clases virtuales para los alumnos. Le resulta muy complicado compaginar maternidad y trabajo. Su hija es muy demandante y apenas se distrae sola. En más de una ocasión ha tenido que cortar alguna sesión online para atender a su hija. “He tenido que recurrir a la televisión y el móvil para que me dejase terminar. No es lo que me gusta, pero en estas circunstancias y conociendo a mi hija, es la forma más práctica”, asegura Lorena.
¿Cómo puede gestionar la mujer el cambio?
El estado emocional de la mujer puede verse debilitado. “Es difícil encontrar las herramientas precisas sin ayuda, encerrada, sin apoyo familiar y sin la libertad necesaria para asegurar todo. Todos conocemos parejas que antes de la crisis solo compartían tiempo tras la jornada laboral. En determinados casos llega a hacerse más patente la vulnerabilidad de la mujer por el devenir de los acontecimientos”, expone Maite Díaz Alonso, psicóloga.
La madre perfecta no existe y nunca ha existido. Pero eso no es malo. Lo que no debe hacer la mujer es conformarse, no pedir ayuda, ni exponer lo que le disgusta. “Nadie ayudará a la mujer a aligerar el peso de la carga que soporta, porque la contundencia de los hábitos socioculturales es enorme y no facilitará el cambio de reglas. Será ella la que deberá asumir una última tarea: Proponer y propiciar estrategias para romper esta dinámica”, refiere Maite.
Nuestra esencial labor como madres debe centrarse en que nuestros hijos aprendan comportamientos renovados y en pro del respeto al sexo contrario. Y el apoyo a la mujer debe recibirse desde el mismo grupo. Su esencia debe considerarse y respetarse sin excusas. “Debemos aprender a no llevarnos todo a la espalda y a delegar. En ocasiones, hay que dejar que otros hagan las cosas a su modo, aunque no sean como lo hacemos nosotras. Pero si añadimos un “pero”, dificultamos que exista una próxima iniciativa por parte del otro”, asegura la Lourdes.
Existe desigualdad en muchos aspectos en cuanto a roles de género. No obstante, puede aprovecharse lo bueno del otro, sin renunciar a la participación activa de ambos en las diversas tareas a las que hay que hacer frente. Confiemos en que lo bueno que pueda extraerse de la convivencia en estos meses, sirva para asentar nuevas, mejoradas y justas actitudes.
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