En memoria de Francisco Germán Romera
por ser mi brújula e inspirar el resto de mi vida. Sheila Romera
El hecho de que los humanos aprendamos, podamos escoger y tomemos pequeñas grandes decisiones, es más importante de lo que creemos. Somos al fin y al cabo, conjuntos de partículas, moviéndose e impactando continuamente, según leyes de mecánica cuántica, como así lo han estudiado Heisenberg, Erwin Schrödinger o Hawkings en nuestro tiempo.
Parece que no pudiéramos predecir o controlar nuestras trayectorias, ni nuestros actos futuros Según la física cuántica es imposible predecir algo con total precisión. A alguno le puede parecer lógico porque no tenemos aparatos 100% precisos, pero esto va más allá, la naturaleza no funciona de forma determinista, sino sino probabilística.
Brújulas antes que mapas
Por tanto, no sirven mapas ni rutas puesto que no podemos predecirlo todo (principio de incertidumbre de Heisenberg) . Pero a esto añadimos que, por el modo en que pensamos, es complicado comprender las implicaciones del cambio exponencial de impactos entre nosotros.
En cambio, tenemos un arma mucho más poderosa de lo que creemos y cuyo uso tendremos que realizar de modo correcto si, de verdad queremos avanzar. Esta es que la educación de nuestros hábitos: la prevención desde pequeños, hará que muchas de las causas de muerte y enfermedad, accidentes…puedan ser abordadas de un modo inteligente para conseguir una mayor adaptación al medio y las habilidades del futuro.
Los mapas solo son útiles en los mundos conocidos que se han trazado. Las brújulas guían en terrenos desconocidos y que no dominamos, ayudando a descubrir nuevos caminos, y en este caso, a tomar decisiones cuando no sabemos donde estamos. Tenemos que reconocer desde el hábito que se crea en uno mismo, que pasa por 3 fases, hasta las decisiones colaborativas como parte de un todo inteligente (así lo indica la teoría de las cuerdas educativa del Programa SHC).
Estas decisiones transformarán nuestras vidas y las venideras.
“Algunos ejemplos del poder de las decisiones e importancia de la prevención y educación son el impacto de nuestros hábitos y su educación, en nuestra salud”.
Por ejemplo, los cambios en el estilo de vida que afectan a nuestra dieta o la necesidad de hacer ejercicio. Está demostrado que, al menos 150 minutos por semana en actividad física, puede prevenir o retrasar la aparición de diabetes tipo 2. El ejercicio de intensidad moderada, generalmente caminando 30 minutos por día, durante un año reduce el riesgo de contraer diabetes en un 58%.
Un adulto con presión arterial saludable y niveles saludables de colesterol en la sangre tiene menos riesgo de enfermedad cardiovascular, y esto puede reducir las muertes por enfermedades cardiovasculares en un 25%.
Entre dos semanas y tres meses después de dejar de fumar, el riesgo de ataque cardíaco comienza a disminuir y la función pulmonar comienza a mejorar. Un año después de dejar de fumar, el riesgo de enfermedad cardíaca se reduce a la mitad, y 10 años después de dejar de fumar, la tasa de mortalidad por cáncer es de la mitad.
Además, las muertes, discapacidades, que este tránsito puede ocasionar en los niños y a sus familias, se pueden prevenir gracias los planes de UNICEF dentro de los objetivos previstos para el 2030, de salud pública.
Educación inteligente saludable: un plan para adaptarse al futuro
Adaptarse al futuro para poder decidir y prevenir, pasa por aprender con habilidades mucho más abiertas y conscientes.
Y ello como veremos puede reflejarse en datos. Las habilidades emocionales, cognitivas, de comportamiento y de resiliencia específicas desempeñan un papel vital para garantizar el éxito personal y social. Las habilidades psicosociales permiten a las personas reconocer, interactuar, influir y relacionarse con otras personas en diferentes entornos.
A pesar de que la eficacia de estos programas en el comportamiento y la actitud individuales, rara vez se evalúan con los prismas de una brújula:
1) Aprender a saber.
2) Aprender a hacer.
3) Aprender a vivir juntos.
4) Aprender a ser.
Es un modelo de pensamiento para inculcar un «hábito de la mente», del pensamiento de sistemas en la educación para un futuro sostenible.
Y el papel de todos en especial del maestro se vuelve vital y conectado a todos los agentes ya que permite plantear habilidades nuevas y cada niño necesita un estímulo distinto de un modo más completo.
No podemos predecir, pero si prevenir
En definitiva, si bien no podemos predecir nuestro devenir (volviendo a la mecánica cuántica, las partículas –nosotros-, no tienen posiciones y velocidades bien definidas), SI podemos decidir con nuestros pequeños actos y nuestra “función de onda” su “IMPACTO”.
En función de la llamada ecuación de Schrödinger, todo lo que podemos predecir es la función de onda, que contiene todo lo que puede saberse sobre la posición, actuación, de las partículas. Y nuestros actos y hábitos bien educados, con nuestra brújula impactarán en onda en la salud, en las personas, en las sociedades, en todo mientras vivamos.
En un mundo donde ya los ordenadores siguen la ley de Moore, cuya velocidad y complejidad se duplica cada dieciocho meses, en un mundo donde nuestra inteligencia artificial ya puede casi igualar al cerebro humano, donde los retos de sostenibilidad y salud se hacen prioritarios por grandes problemas mundiales, necesitamos una generación capaz, de responder a los mismos de forma comprometida, comprender la trascendencia de los avances de la ciencia, actuar en sus decisiones y hábitos, y dar una oportunidad de vivir vidas sanas y seguras.
Y la brújula para esa generación será la educación, no podrá predecir, pero sí prevenir desde el cambio de un hábito que nos salve la vida, a acontecimientos globales. Nos dará una dirección a donde dirigirnos tanto a nivel personal, como sociedades inteligentes.
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