Con 6 nominaciones – mejor película, director, actor, actriz de reparto, vestuario y banda sonora- la última película Paul Thomas Anderson (Pozos de Ambición, The Master, Puro vicio) es, sin duda, uno de los títulos del año.
El cineasta californiano se ha empeñado a fondo y ha rodado una pieza de alta costura. Con tiempo por delante. Con los mejores materiales. Una obra mimada al detalle.
Como cuenta el propio Thomas Anderson, su idea original era recrear el universo de Rebecca, la mítica película de Hitchcock. Un romance gótico, una historia de amor en un entorno terrorífico (¿recuerdan Manderley?) protagonizada por tres personajes. Mientras daba vueltas a sus ideas, descubrió una biografía de Balenciaga y le interesó el universo del diseñador vasco y su modo –casi monacal- de entender el trabajo. Balenciaga le llevó a otros diseñadores como el británico Charles James y con eso fue dando forma al protagonista de la película: Reynolds Woodcock, un modista tan genial como meticuloso que, en el Londres de los años 50, se dedica a vestir a la alta burguesía. La rigidez con la que –tanto él como su hermana- dirigen su casa de costura se quebrará ante la aparición de Alma, una sencilla camarera que pronto se convertirá en la musa de Woodcock.
Con la historia hilvanada, entró en la película Daniel Day Lewis. Al contrario que a Paul Thomas Anderson, a Day Lewis siempre le había interesado la moda y ayudó al director a reescribir el libreto. Por otra parte, y como suele ser habitual en su filmografía, el actor irlandés se metió a conciencia en su personaje. Él mismo cuenta que llegó a deshacer y volver a coser un vestido de Balenciaga de su mujer, Rebeca Miller. Sea verdad o anécdota tuneada, la realidad es que la interpretación de Day Lewis –que ha anunciado su retirada después de esta película- es soberbia.
Como llamativa es también la actuación de Vicky Krieps en el personaje de Alma, un personaje tan misterioso e intrigante que cualquier cosa que se diga sería spoiler.
Al final, El hilo invisible es una película que –como los buenos vestidos- consta de muchas capas. Por una parte, la cinta es un bellísimo documental sobre el mundo de la moda en el Londres de 1950. El diseñador de vestuario Mark Bridges (The Artist) ha hecho una maravillosa labor de reconstrucción de una época y ha diseñado además 50 vestidos exclusivos para la película (Anderson no quería alquilar ni pedirlos a museos: quiso crearlos desde cero)
Es también un tortuoso, oscuro, difícil y nada condescendiente romance gótico. Una de esas historias de amor que solo puede firmar Thomas Anderson
Y es, por último, una interesante reflexión sobre la relación entre la obra de arte y el artista. ¿Quién controla a quién? Es el creador quien controla al arte, o el arte el que controla al creador. O dicho con otras palabras, ¿quién sostiene, al final, ese hilo invisible que une al autor con su obra?
Lo dicho: alta costura.
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