En el año 1999 fallecen Ernestina de Champourcín y Rafael Alberti, los dos últimos poetas de la Generación del 27. La muerte de Ernestina ocurre en el más absoluto silencio. Ya en vida se había silenciado, en cierto modo, su pertenencia a la Generación del 27, pues no gozó del reconocimiento que sí tuvieron sus miembros varones. A Ernestina, a sus 94 años, eso ya casi no le importa. Esta mujer rebelde, apasionada, sincera y moderna había tenido tiempo de preparar el día definitivo con la vivencia de otro silencio interior que expresa en su poesía:
Tú solo. Nada más.
Tú solo. Nada menos.
—Tu presencia en mi alma
y la ausencia en mi cuerpo
de lo que no eres Tú.
¡Qué trueque de silencios!
Silencio tuyo en mí
y silencio secreto
de todos los vacíos
que Tu mano va abriendo.
Entre tanto callar
qué marcha hacia lo eterno.
Ernestina de Champourcín es la poeta entre los poetas de la Generación del 27
Ernestina de Champourcín y Josefina de la Torre son las únicas mujeres que Gerardo Diego incluye en la segunda edición de su antología de poesía española: Poesía española. Antología (Contemporáneos) publicada en 1934. Con ello, consagra la pertenencia de estas mujeres a la Generación del 27. En este libro, Ernestina escribe el resumen de su vida y, al cerrarlo, deja al descubierto la energía de su carácter: «En la actualidad no puedo oír mi nombre, acompañado por el terrible calificativo de poetisa, sin sentir vivos deseos de desaparecer, cuando no de agredir al autor de la desdichada frase».
Rosa Fernández Urtasun, estudiosa de la vida y obra de Ernestina de Champourcín, afirma en un artículo de la revista Poesía Digital1 que no era fácil que, en aquellos años, un poeta de cierto prestigio leyera versos escritos por mujeres, pues éstos se consideraban como un entretenimiento en la vida de algunas poetisas y la crítica juzgaba esas obras con criterios diferentes que las de los hombres poetas.
Por ejemplo, en su obra más importante anterior al exilio, Cántico inútil (1936), trata del amor desde el punto de vista femenino, dando a la mujer un papel activo en la relación amorosa y utilizando una expresión apasionada, humana y sincera, que sorprende por su valentía. No parece un texto propio de una mujer según los esquemas de la época 1.
Juan Ramón Jiménez, al que Ernestina siempre consideró su mentor y maestro, tuvo una actitud abierta para apoyar el talento de la joven poeta. En un casual encuentro en 1926 que tuvo Ernestina con él y su mujer Zenobia en la Granja de San Idelfonso, pudo conocer a su admirado poeta, al que había enviado hacía unos meses su primera obra En silencio. Por fortuna, se inició desde ese momento una amistad que duraría toda la vida.
El poeta de Moguer introdujo a Ernestina en el círculo de los jóvenes escritores a los que estaba apoyando. De este modo, conoce a Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pedro Salinas y Vicente Aleixandre. Entra también en contacto con otros miembros de la Generación del 27: el también poeta Juan José Domenchina, su futuro marido, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. En una entrevista a Ernestina en 1997, publicada en Nueva Revista de política, cultura y arte 2, le preguntan quién es el poeta de la Generación del 27 que más le interesó y ella confiesa: «Les voy a decir una barbaridad: Emilio Prados. Porque su poesía es la que más me llena».
Su ascendencia aristocrática y la posición de su familia no son óbice para que, movida por sus convicciones personales, decida trabajar para conseguir independencia económica. En 1927 el nombre de Ernestina de Champourcín toma prestigio en el ambiente cultural madrileño, gracias a sus publicaciones de crítica literaria en periódicos, en especial en Heraldo de Madrid y La Época -en los que cuida no escribir en páginas dedicadas en exclusiva a mujeres, como le ofrecían-, así como en otros medios literarios. En esas publicaciones trata sobre la naturaleza de la poesía pura (vertiente del modernismo) y la estética de la nueva poesía de sus compañeros de generación, a los que da a conocer a través de su labor profesional. Explica Rosa Fernández Urtasun que Alberti, Aleixandre o Guillén mandaban a Ernestina sus poemarios dedicados, para que los reseñara. Por esta labor intelectual que desarrolla y por la calidad y continuidad de su obra poética, Ernestina de Champourcín es la única mujer que realmente está en una situación de igualdad con el resto de los poetas hoy incluidos en la Generación del 27.
Por esta labor intelectual que desarrolla y por la calidad y continuidad de su obra poética, Ernestina de Champourcín es la única mujer que realmente está en una situación de igualdad con el resto de los poetas hoy incluidos en la Generación del 27 (Rosa Fernández Urtasun)
Sí, existió un grupo femenino de la Generación del 27. El proyecto multimedia Las Sinsombrero3 tiene como objetivo recuperar, divulgar y perpetuar el legado de las mujeres olvidadas de la Generación del 27 y otras de la primera mitad del siglo XX en España, que es parte fundamental de nuestra cultura e historia. Esas mujeres participaron en la vida cultural de su época junto a los hombres literatos y artistas representantes de la Generación del 27. Como escritoras encontramos, junto a Ernestina, a Concha Méndez-Cuesta, María Teresa León, Rosa Chacel, Josefina de la Torre, María Zambrano y Luisa Carnés. Además, hay otras artistas: Maruja Mallo, Rosario de Velasco, Margarita Manso, Margarita Gil Roësset y Ángeles Santos, contemporáneas de sus compañeros varones: Salvador Dalí, Luis Buñuel, Rodolfo Halffter, Jesús Bal y Gay…
El nombre de Las Sinsombrero hace referencia al gesto transgresor de quitarse el sombrero en público en contra de la norma o costumbre de entonces, que protagonizaron un día Maruja Mallo, Margarita Manso, Salvador Dalí y Federico García Lorca, paseando por la Puerta del Sol de Madrid. Metaforizaban la liberación de las ideas y de las inquietudes que defendían estos artistas.
Pese a que Ernestina fue la mujer poeta más importante de la Generación del 27, su reconocimiento público de en España no se produjo hasta 1989, año en que le conceden el Premio Euskadi de Literatura en castellano en su modalidad de Poesía. Con posterioridad, le otorgan el Premio Mujeres Progresistas (1991), la Nominación al Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1992) y la Medalla al Mérito Artístico del Ayuntamiento de Madrid (1997).
Ernestina, mujer pionera que se aleja de los cánones
Ernestina recibió una esmerada educación de la mano de institutrices francesas e inglesas, en un ambiente familiar culto y aristocrático, católico y tradicionalista. Antonio Michels de Champourcín, de ascendencia francesa y barón de Champourcín, y Ernestina Morán de Loredo, nacida en Montevideo y de ascendencia asturiana, se preocupan de que Ernestina hable y escriba perfectamente el francés, el inglés y el castellano desde que es niña.
En la entrevista citada, Ernestina recuerda que pasaba días o tardes enteras leyendo en su casa en compañía de unas vecinas de su edad, familiarizándose así con las obras de los autores románticos franceses y de los grandes místicos castellanos, entre otros; aún vive en su memoria el domingo que descubrió Platero y yo, explica. Al hilo de estos recuerdos, Ernestina se adelanta a la pregunta de sus entrevistadores aclarando que sus poetas predilectos siguen siendo Juan Ramón Jiménez y San Juan de la Cruz.
Al terminar el Bachillerato, proponen a Ernestina continuar su educación en la Universidad, pero ella no quiere ceder al requisito de ir acompañada a las aulas por una persona mayor, que se exigía entonces a las mujeres, aunque su madre se ofreciera a hacerlo.
Cuando Ernestina tiene veinte años revela a sus padres que llevaba mucho tiempo escribiendo poesía. Ellos le prestan todo su apoyo. Lo muestra la anécdota de que su padre, ilusionado, gestiona con la editorial Espasa Calpe la publicación de una colección de varios poemas sueltos de su hija. También sabemos que un primo uruguayo de su madre realiza las ilustraciones del primer libro de poemas de Ernestina En Silencio, que se publica cuando ella tiene veintiún años.
El hecho de no recibir una educación formal universitaria no aparta a Ernestina de la lectura ni de acudir a conferencias, cursos, exposiciones, conciertos, salones y librerías. Explica Rosa Fernández que «sus lecturas se van haciendo cada vez más maduras y comienza a leer a los simbolistas… A Ernestina le había llamado la atención sobre todo Platero y yo, pero desde 1922 la Segunda Antología Poética, sin duda uno de los libros claves de la poesía española del siglo XX, se convierte en su obra de referencia»4. Se interesa también por la poesía femenina y en particular por las poetas hispanoamericanas. Conoce a algunas de ellas gracias a su madre, que también le trae libros cuando va a Montevideo a visitar a su familia.
Ernestina participa activamente en el proyecto Lyceum Club Femenino, fundado en 1926 por María de Maeztu y Concha Méndez, que buscaba concienciar a las mujeres en la lucha por intervenir en los problemas culturales y sociales de su tiempo.
Su colaboración en el Lyceum le cuesta algunos enfrentamientos con su familia. Ernestina también tiene independencia de criterio en las ideas políticas. Celebra la proclamación de la Segunda República con Juan José Domenchina, por entonces secretario personal de Azaña, con el que se casa en 1936. Le acompañará después en el exilio.
Esta independencia se manifiesta igualmente en su compromiso social, que ejerce al comienzo de la Guerra Civil en Madrid y después durante los años de su exilio en México, así como en su lucha por el reconocimiento del valor de la mujer en el mundo cultural e intelectual.
En su novela La casa de enfrente (1936), Ernestina analiza la educación y socialización de las niñas burguesas de su época, dando pie a considerar a esta escritora como moderadamente feminista. Pero, como hemos visto, su apoyo a la mujer no es teórico, lucha por este ideal desde su labor profesional y el Lyceum Club. Mantendrá este modo de actuar en México, apoyando esta preocupación desde su trabajo como traductora e intérprete y, en la medida en que lo permiten las circunstancias económicas y la salud de su marido, con su influencia como mujer poeta, organizando diversas iniciativas y apoyando a muchas mujeres en este campo. Esta preocupación la acompaña siempre, también tras su regreso a España en 1974.
La independencia de criterio político, su conciencia social y su defensa feminista, configuran a Ernestina como una mujer moderna, con una visión avanzada respecto a los cánones que regían entonces en su entorno familiar y social
Para Ernestina Dios es experiencia liberadora que inspira toda poesía auténtica
Con el paso del tiempo, la poesía de Ernestina se irá alejando de la estética purista orteguiniana y deshumanizada para moverse hacia una poesía personal, intimista, en la que no duda en expresar abiertamente sus sentimientos y emociones. Por ello, como expuso Cano Ballesta en el congreso prácticamente monográfico de esta poeta (Vitoria, 2006): «Ernestina de Champourcín rompe los cánones de la contención vigentes entre los poetas del 27 y su innovación es precursora del cambio general de las letras españolas de los años treinta: el alejamiento de la estética purista y la rehumanización profunda del arte y de la poesía».
Esta poeta del 27 escribe que la temática de su poesía es: «Dios, la naturaleza, los paisajes y el amor. El amor divino y humano»2. En las poesías de Ernestina el tema del amor está envuelto en una rica sensualidad y tensión entre lo humano y carnal, y es una constante búsqueda de lo transcendente. Estas características permanecen en su poesía religiosa en la que expresa la difícil comunicación entre lo material y lo espiritual, de forma similar a los poetas místicos que evocan la impotencia del lenguaje para expresar sus vivencias.
A Ernestina no le interesa Dios “desde el punto de vista poético”. «No, no, no, no, a mí me ha interesado siempre Dios mismo, Dios “solo”, y después de eso ha sido cuando ha pasado a mi poesía, porque todo lo mío pasa a la poesía»2.
Apunta Rosa Fernández 4 que Ernestina de Champourcín, con su poesía “a lo divino” reivindica a Dios tanto como reivindica otros aspectos que considera nucleares, rompiendo los cánones existentes. La poesía religiosa del exilio no es fruto de una crisis religiosa, como algunos dicen, sino de una búsqueda existencial de Dios que ya existía en su poesía anterior a la guerra y al exilio. La diferencia es que en su posía más temprana, Ernestina se sirve de la poesía pura juanramoniana y vanguardista para establecer una distancia entre sus vivencias personales y su poesía, mientras que la poesía religiosa de sus años de México y la de su regreso a España -años del recuerdo nostálgico y la prefiguración de la muerte- es una poesía cada vez más intimista, evocativa y esperanzadora, con la que procura expresar su situación interior.
Para Ernestina de Champourcín, Dios es una experiencia liberadora, como explica Rafael Narbona en su artículo de El Cultural5. Se apoya en unas palabras de Ernestina, que transcribe de una entrevista realizada en 1976:
«Nunca he logrado pensar en la poesía como algo exclusivamente masculino o femenino. Y en igual forma me repugnan los calificativos con los que suele acompañarse esa palabra. Para mí, la poesía es poesía o no es nada. Y entonces sobran las etiquetas de social, amorosa, religiosa, femenina, etc; creo que toda la poesía que lo es, o sea en toda la poesía auténtica, está Dios. Tiene que estar Dios, y en ella lo encontramos con frecuencia, aunque no se le nombre»
Referencias
1 Artículo Ernestina de Champourcín en la revista Poesía Digital (Rosa Fernández Urtasun)
3 Proyecto multimedia Las Sinsombrero
4 Trabajo Ernestina de Champourcín: una voz diferente en la Generación del 27 (Rosa Fernández Urtasun)
5 Artículo Ernestina de Champourcin: la otra voz del 27 en El Cultural (Rafael Narbona)
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: