Gertrude Bell fue una escritora británica, arqueóloga y representante política conocida mayormente por su ayuda a la construcción del moderno estado de Iraq, después de la I Guerra Mundial
Es curioso pensar, a la vista del papel de la mujer en Irak actualmente, como pudo influir tanto una mujer en pleno siglo XIX, incluso en lo que se refiere a decisiones políticas. Hace pensar que la humanidad, muchas veces, va dando pasos hacia atrás.
Gertrude Margaret Lowthian Bell nació el 14 de julio de 1868, en Inglaterra. Como hija del heredero de un magnate de la siderúrgia, su abuelo era además miembro del Parlamento inglés y trabajó codo con codo con el Primer Ministro Benjamín Disraeli, vivía en uno de los hogares victorianos más ricos de la época, en Redcar, en el condado de York. La muerte prematura de su madre al dar a luz a su hermano cuando ella tenía tan sólo tres años, hizo que se tuviera una relación muy estrecha con su padre, a pesar del segundo matrimonio de este con una joven escritora. Su madrastra le estimuló el interés por los cuentos orientales.
Gertrude fue educada en casa, pasando largas temporadas con sus primos y abuelos. Al cumplir 16 años, siendo consciente de su talento, el padre la envió al colegio femenino Queen´s College en Londres. Era una alumna muy aventajada, así que su profesora de historia le animó a continuar sus estudios de Historia en Oxford, lo cual suponía sin duda un reto para una mujer de esa época, además de una gran paciencia y coraje para poder terminar sus estudios allí pese a los comentarios y actitudes de alumnos y profesores. Fue su tesón lo que la hizo graduarse con honores en dicha universidad en 1892, viajando a continuación a Irán, donde su tío, Sir Frank Lascelles, servía como ministro británico. Este viaje despertó su interés por el medio Oriente, zona en la que centraría su energía el resto de su vida.
Era una joven coqueta e inteligente que, sin duda, asustaría a los posibles pretendientes que le surgieran ya que no era una mujer normal. Su talento, mezclado con cierta dosis de arrogancia haría difícil poder encontrar un marido. Cuando finalmente encuentra al hombre de sus sueños, Henry Cadogan, secretario de la embajada británica, inteligente, culto y encantador (pero sin fortuna) su padre no accede a la petición de matrimonio por causa de esta ultima característica. Sufriendo así otra vez a causa de la forma de tratar a las mujeres en esa época y su falta de libertad para decidir tanto sobre sus sentimientos, como sobre su futuro.
En 1899, Gertrude vuelve a Oriente Medio e inicia un periplo de viajes, visitando Palestina y Siria, así como Asia y Europa.
Los escritos sobre las experiencias de sus viajes informaban también sobre la situación de las distintas partes del imperio, lo que suponía gran interés para el mismo. Sus trabajos se publicaron durante las dos décadas anteriores a la Primera Guerra Mundial, incluído Safar Nmeh (1894), Persians Pictures (1984), Poems from the Divan of Hafiz (1897), The Dessert and the Snow (1907), The Thousand and One Churches (1909) y Amurath to Amurath (1911). Recopilándose y llegándose a publicar también en 1927, la vasta correspondencia que mantuvo durante esa época.
Trabajó en la Cruz Roja, en Francia, durante la I Guerra Mundial y antes de unirse a una Unidad de Inteligencia Británica en el Cairo, conocida como Arab Boureau. Allí trabajó con el famoso viajero británico T. E. Lawrence, quien sería conocido como Lawrence de Arabia, para intentar establecer alianzas con las tribus árabes.
Toda esta experiencia hace que sus escritos sobre el Oriente Medio, y particularmente Iraq, sigan siendo estudiados y sean referencia para los expertos en política del siglo actual.
Su trabajo en la política hizo que tras la trágica muerte de su segundo amor, un hombre casado, no cayera en una depresión.
Debido a que las fuerzas Británicas conquistaron Baghdad en 1917, el trabajo de Bell hizo que se viera envuelta en la tarea de reinventar Mesopotamia, donde ella pudo ayudar a las autoridades coloniales a subir al trono a Faisal I, que se convertiría en el monarca de Iraq.
Fue la única mujer presente en la Conferencia de El Cairo de 1921, convocada por Winston Churchill para determinar los cimientos de Estado Iraquí.
Su conocimiento del árabe y el persa, hizo que asistiera tanto a los diplomáticos británicos, como a las autoridades locales en la construcción de un gobierno con una estructura estable. Además, fue la única mujer presente en la Conferencia de El Cairo de 1921, convocada por Winston Churchill para determinar los cimientos de Estado Iraquí.
Curiosamente, y a pesar de sus propios logros políticos, Bell estaba enfrentada al sufragio femenino en Inglaterra, argumentando la falta de educación y conocimiento del mundo de sus contemporáneas, necesarios para poder participar en un debate político sin sentido.
Esta cuestión, parece todavía no resuelta, quizás tampoco los hombres de esa época tenían el conocimiento que ella consideraba necesario para poder votar, y lamentablemente en la actualidad también se adolece del mismo pese a ser un momento en el cual la información está al alcance de la mano.
Después de que el monarca Faisal I subiera al trono en 1921, Gertrude continuó en Baghdad para la construcción del Museo Arqueológico. Una de sus principales ideas era mantener las antigüedades en su país de origen, en lugar de llevarlos a Europa. Como consecuencia de sus esfuerzos, se construyó el Museo Nacional de Iraq, que guardaba una de las mayores colecciones del arte mesopotámico, siendo seriamente dañado por causa de la invasión de Iraq por EEUU.
Tristemente, Gertrude murió el 12 de julio de 1926 en Baghdad después de una sobredosis de pastillas para dormir. Su muerte se interpretó como un suicidio debido a sus problemas de salud, así como la noticia de la reciente muerte de su hermano.
A pesar de la época en la que la tocó vivir, y de todos los impedimentos que se encontró, pudo tomar decisiones de cómo vivirla y también decisiones que repercutieron en la historia, por ello su aportación al mundo es tan importante, mostrando al mismo lo que una mujer era capaz de hacer, además de dejar constancia del equivocado trato a las mujeres de entonces.
En el año 2012, el director Werner Herzog llevó a la gran pantalla su vida con “La reina del desierto”, siendo premiada en el Festival de Berlín de 2015.
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