El libro verde (Green book) es una guía que marca los lugares por donde puede ir o no una persona de color en la racista América de mediados del siglo XX. En concreto se llamaba «El libro verde del conductor negro» y estaba escrito por un cartero que apuntó los hoteles, restaurantes, bares y gasolineras donde los afroamericanos podían parar sin riesgos. La guía circuló desde mediados de los años 30 hasta bien entrados los 60 y se convirtió en un símbolo del racismo en los Estados Unidos.
Medio siglo después, Green book es la película que tiene más papeletas para triunfar en los Oscar del 2019. La cinta, basada como puede suponerse en una historia real, relata el viaje que emprende un rudo conductor de raíces italoamericanas y un famoso pianista afroamericano. El racismo del primero y los prejuicios del segundo se pondrán a prueba a medida que avanza la larga y accidentada gira del músico.
Peter Farrelly, quien ha dedicado casi toda su filmografía a rodar chistes escatológicos o subidos de tono (Dos tontos muy tontos, Tres chiflados, Carta blanca) da un volantazo, nunca mejor dicho, y sorprende con esta gran película.
Un ejemplo de cómo con una buena historia, un buen libreto y un par de buenos personajes puedes rodar una magnífica cinta y que te aplaudan millones de espectadores, que es lo que le auguro a esta película.
A lo mejor me equivoco, pero las primeras reacciones de quienes han visto la película van en esa línea. Aplauso absoluto.
La receta es infalible y es la del cine clásico. Farrelly cuenta con una historia muy poderosa y muy bien escrita, esos diálogos de transformación. Desde que el hombre es hombre y el relato, relato, el ser humano ha buscado en la ficción unas gotas –o un océano-, de catarsis.
Una catarsis que experimenta el personaje pero que toca también al espectador. Y hay que reconocer que pocos géneros como una road movie para retratar la transformación de un hombre o una mujer. Y si esa transformación toca una cuestión clave, en este caso el racismo, el resultado es mucho más poderoso.
La película cuenta también con un buen reparto y con un líder indiscutible en ese reparto: Vigo Mortensen, otro que cambia radicalmente de registro y demuestra su carisma y potencia cómica. Mortensen llena la pantalla, sostiene sobre sus espaldas la historia y consigue que veamos a través de sus ojos lo ciegos que podemos estar a veces ante injusticias que, si no nos tocan, parece que no son injustas.
Hay quien critica que Green Book sea excesivamente sentimental. Quizás lo sea. En cualquier caso es interesante comparar esta película con otra de las grandes favoritas –valga la redundancia-, que es La favorita.
Si Peter Farrelly nos cuenta una historia de redención, Yorgos Lanthimos (director de La favorita) se empeña en poner el foco en lo más negro y podrido de un ser humano. La suya es una historia de corrupción. En una hay esperanza, hay personas con muchos defectos pero que se quieren, que se ayudan, que luchan. Hay familias. Hay relaciones, quizás básicas, pero sanas. Hay luz y te ríes. En la otra hay rivalidad, celos, hay envidia. Hay pasión pero también obsesión y toxicidad a espuertas. Hay oscuridad y egoísmo.
Y es curioso, una está basada en una historia real. La otra no…
Cinematográficamente hablando son dos magníficas películas pero intuyo que hay una que gustará más al público. Y lo confieso, esa adhesión es muy muy estimulante para los que nos dedicamos a escribir sobre cine. O al menos, que no está bien generalizar, es muy estimulante para mí.
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