Entre el murmullo de la multitud agitada y consumista, puede sentirse la voz del Niño que nació en un pesebre hace más de dos mil años.
La sociedad se apresura a engalanar las calles, a iluminar las ciudades y a festejar sin tregua la Navidad.
Las comidas de empresa, los encuentros familiares, las quedadas con los amigos, la restauración en los hogares, ese inquietante movimiento de acá para allá cargados de regalos…
Si prestas atención, hoy evocamos la voz del Niño que nació en un pesebre hace más de dos mil años… y si afinas los sentidos y callas un instante, su mensaje puede llegar a tu corazón. Sus palabras de amor, de paz… ¿las sientes?
Volver a casa por Navidad es un clásico imprescindible que unos y otros esperan con ansiedad y esperanza. Los hijos vuelan y las madres rezan para que en el viaje todo vaya bien.
¿Quién no lleva lotería de Navidad?, ¿quién no se abastece de dulces y turrones como si no hubiese un mañana?, ¿quién no encargó hace más de un mes el solomillo de ternera o la carrillada, o el atún o la langosta?
La música de fondo es un continuo villancico lleno de acordes y ruido de panderetas. Nos quejamos de «siempre lo mismo», pero quién no canta el tamborilero con su ropo pom pom, ropo pom pom.
Las iglesias hacen sonar sus campanas la noche de Nochebuena y muchos católicos acuden a la Misa del Gallo, celebración hermosa en nuestra tradición cristiana.
Al terminar la misa, todos hacen fila para besar a ese Niño que nació en un pesebre hace más de dos mil años… y del que todos hablan: ¡Dios mío, para arriba, Dios mío para abajo… !
La Navidad nos oferta distintas formas de expansión
La Navidad se ha transformado en un conjunto de cosas variopintas que dan lugar al esparcimiento y a la diversión, y también al recogimiento y a la oración. Estamos llamados a vivir y a ser felices, todas las cosas buenas son compatibles.
Para muchos es ocasión de encuentro, oportunidad de abrazar, tiempo de reconciliación, días de sinceridad y expresión de afectos.
¿Cuándo dijimos por última vez «te quiero»? o ¿cuándo sorprendimos a esa persona que amamos con un abrazo tierno?
En la prisa de la vida, la Navidad es un buen momento para pausar ciertos aspectos de nuestra existencia y remodelarlos de la mejor manera posible.
Además la oferta cultural es variadísima. Los conciertos se suceden, acudimos a esas exposiciones de pintura a las que no le dedicamos tiempo durante el año, visitamos los belenes que se montan y que tienen cada vez mayor calidad artística.
El divertimento está asegurado. Hay opción de playa, posibilidad de esquiar, muchos escogen casas rurales donde cabe toda la familia…
El tiempo de la Navidad da para mucho, o mejor dicho, da para todo lo bueno. No olvidar la verdadera esencia y significado de esta celebración, que es la Navidad, el nacimiento del Niño Jesús en el pesebre de Belén.
¿Para qué nace el Niño Jesús?
Dios se encarna en las entrañas de la Virgen María para redimirnos, para restaurar ese puente roto entre Dios y los hombres por culpa del pecado. Sí, el pecado existe en el Siglo XXI, no es una realidad en desuso, por desgracia.
Los hombres tenemos la naturaleza herida por el pecado de Adán y Eva, y eso ha condicionado nuestra existencia. Nos ha sometido al dolor y nos ha privado de prebendas con las que habíamos sido creados, como la armonía entre hombres y mujeres y con nosotros mismos.
Pues bien, también en estos días, entre el bullicio y las risas, las luces, las compras, la música, el gentío y las ofertas turistas, podemos dedicar un tiempo a Dios.
Agradecer el don de la vida y tantas cosas como tenemos, es un buen motivo para entrar en una iglesia y rezar unos minutos. ¿Por qué no?
Actualmente hemos expuesto nuestra vida en diapositivas en las redes sociales pero si hablamos de fe, de compromiso, de amor a Dios… algunos se remueven incómodos en sus asientos como si semejante fe fuese ofensiva para quienes no piensan igual, ¿por qué?
Cuando sientas que nadie te quiere, que no eres importante para nadie, que no hay quien te eche un cable, vuelve tus ojos a Él y déjate querer, porque para Él eres único.
Hagamos de estas fechas un tiempo entrañable que rebose de cariño y capacidad para pensar en los demás y para buscar la ocasión de hacerlos felices.
Como un dulce ritornello en nuestras almas… No puedo dejar de resaltar a la mujer más humilde y más brillante entre todas las mujeres: María. Ella es modelo y ejemplo.
Si quieres saber cómo amar, observa a María y pásmate.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: