Comentaba el otro día, que para hablar de liderazgos lo mejor es encontrar referentes. Reanudo mi serie «liderazgos creativos por el bien común», con la confianza de seguir descubriendo personas que por su posición social, sí podrían aportar soluciones a problemáticas reales. Hoy me detengo en dos mujeres vascas: Rosa Díez y María San Gil.
Ambas curtidas en el enjambre político durante largos años, ejemplares en su compromiso por los derechos fundamentales, la libertad individual, la unidad de España, la dignidad de las víctimas del terrorismo y por reivindicar un espacio real para la Sociedad civil.
Dos mujeres, distantes en algunas materias políticas pero unidas en lo esencial. Quizá ahora, retiradas del estrado político y de las cámaras, en un discreto segundo plano, su influencia social sea aún más grande y llegan a más personas.
Para ninguna (imagino) fue fácil dejar la política activa. Una por desazón y falta de comunión con su partido, María. La otra, Rosa, no sabemos bien, si por jugar mal unas cartas en un momento dado o por sublevación contra ella como líder de UPyD.
El líder lo es más por su compromiso vital que por el lugar circunstancial que ocupe, sea laboral, político, social o empresarial
Que podría haber escogido a otros referentes, sin duda. Pero creo que estas dos grandes mujeres, no tengo porqué disimular mi simpatía hacia ellas, reflejan para mí dos «factibles» de eso que yo llamo llevar adelante proyectos de liderazgo creativo por el bien común. Tranquilo, amigo lector, un poco más e iré al grano.
A las dos las he escuchado en persona. Si mi memoria no me falla, a Rosa Díez en una cena tertulia, quizá no seríamos más de 20 personas, creo que a los pocos meses de haber dejado el PSOE. Su convicción y veracidad me gustaron. Una persona que ha dado dignidad a la clase política, hoy día no sé de cuántos se puede decir.
A María San Gil, si tampoco me falla mi memoria, la escuché también en una mesa redonda para universitarios. ¿Qué vi? A una mujer cercana, con una elasticidad y capacidad de adaptación impresionante para ponerse al nivel de su auditorio. Con una claridad de ideas y convicciones sobre España, la participación en política y la dignidad de las víctimas, que lógicamente, aplaudí. Mi memoria no acierta a recordar si aún estaba en política o no.
Un gran acontecimiento
¿Cuál es mi propuesta hipotética para estas dos líderes reales? Impulsar y lograr una mesa de representantes al modo de «los padres de la Constitución» para que propongan reformas reales, estructurales y con visión a medio y largo plazo para España. Lógicamente refrendado por la Cortes Generales. Unas Cortes bien alejadas de aquellas que tras la muerte de Franco se hicieron «el harakiri» para favorecer instaurar la democracia en España, con el famoso «de la ley a la ley». ¿Cabe mayor ejercicio político por el bien común que el realizado por aquellas Cortes? No lo creo.
Las dos representan, creo yo, lo mejor del sustrato de esos principios: la dignidad de la persona y la dignidad del Estado
Conviene preguntarse si como nación estamos dispuestos a seguir jugueteando con la amenaza continua que supone aplaudir y claudicar ante el enemigo dentro de casa, o si de una vez por todas estamos dispuestos a extirpar el cáncer que apareció hace poco más de 100 años por… el bien común. Cáncer inexistente, por otro lado, los 400 años anteriores.
No son pocas las voces, de derecha, centro, izquierda, o pululantes de ideas políticas más cercanas a la gestión real que a la ideología, que clamamos por un paso ya necesario. Mi padre, un buen español de 92 años que sabe mucho porque ha vivido mucho, lo resume así: ‹España necesita un gran evento que nos vuelva a unir como en su día la Transición›.
Lo cierto es que existen signos alarmantes de querer reducir a la nada la Transición y todo lo que vino con ella.
Necesitamos detener el grifo pasado de rosca que nos marcan los partidos políticos desde hace 15 años, para poner soluciones reales a problemáticas concretas.
España necesita su ‘Concilio’ al modo Iglesia Católica en los 60. Que concluya en dos o tres referéndums nítidos para reformar la Constitución y lograr zanjar la cuestión nacionalista hasta dentro de 500 años… o para siempre
Como decía más arriba, tanto Rosa Díez como María San Gil, representan lo mejor del antiguo bipartidismo, pero también han sido testigos de cómo ese bipartidismo fue claudicando lentamente de unos principios aparentemente invulnerables.
Dos mujeres, dos referentes
María San Gil aborda esos temas pre-políticos que buscar blindar la dignidad del ser humano, «Tiene que surgir la sociedad civil para dar respuesta a todo este tipo de preocupaciones o de temas. Creo que es fundamental que la sociedad civil se escuche, se haga oír, tenga su espacio en el debate político y consigamos también que los temas que son culturales, que forman parte de algo pre político que es meramente cultural estén en el debate político y sea la sociedad civil la que lleve a los políticos a discutirlos».
Y Rosa Díez: «Me fui distanciando de la línea política del PSOE a causa de la ruptura del Pacto sobre el modelo del Estado, los pactos con los partidos nacionalistas sobre cuestiones de Estado, la ruptura del Pacto Antiterrorista y la negociación política con ETA, y el abandono paulatino de los principios constitucionales».
Entiendo que si tanto Díez como San Gil llegan a leer este artículo, en su humildad pensarán «esta es una ilusa, ¿qué podemos hacer nosotras?» Desde luego más que millones de españoles. Por su compromiso, influencia y por su autoridad moral, son respetadas.
¿Concilio? ¿Mesa extraordinaria? ¿Acuerdos nacionales para la España del siglo XXI? Llámese como se quiera, pero nos urge. Necesitamos líderes para hacer realidad proyectos creativos por el bien común. Desde mi humilde teclado, que no péñola, así lo deseo.
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