Existen en nuestro hablar cotidiano expresiones como: «Hoy estoy de buen humor«, o «Estoy de un humor de perros«, o esta otra «Dejadme en paz que no estoy de humor para nada» ¿Verdad que os suenan?
Y es que nuestro humor cambia con tanta frecuencia que dependiendo de cómo estemos ese día, así seremos capaces de hacer las cosas y así trataremos a los demás.
Pienso yo, que nadie tiene la culpa de lo que a nosotros nos pase y, que no debemos pagar con ellos según nuestro estado de ánimo.
Ser una persona con buen humor es algo beneficioso, para los demás y para ti mismo.
Cuando paseamos por la calle, podemos apreciar que la mayoría de las caras de las personas con que nos cruzamos, son caras de amargura, que serias y con el ceño fruncido caminan cabizbajas y con prisas.
No son capaces de ir disfrutando del paseo o valorar un encuentro inesperado con algún conocido.
Son personas que pasan por la vida quejándose de todo y por todo, siempre a la defensiva, por si les llega algún revés estar prevenidos.
No son capaces de dar su sonrisa a nadie. No son capaces de agradecer a la vida los momentos de felicidad que les está regalando a cada instante, porque se pasan el día protestando por todo.
Es cierto que todos tenemos infinidad de problemas, pero no se solucionarán antes, si pasamos todo el día con quejas negativas.
Decimos muchas veces «Al mal tiempo buena cara«, pues apliquemos este dicho tan popular a nuestra propia vida cada vez que veamos que nuestra cara se entristece, y hagamos todo lo posible por alegrar nuestro humor, para así hacer la vida más agradable a las personas que están a nuestro lado.
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