Llega el Día mundial del sueño. Entiendo que para este festejo habría que habilitar espacios cálidos donde desconectar las neuronas unos minutos y dar rienda suelta a nuestros dulces sueños.
Y por soñar, soñé que me amabas…
El sueño es a la vida lo que el oxígeno a los pulmones, y da la casualidad de que habitamos en un planeta estresado y enloquecido donde la conciliación en general, la familia en particular y el sueño en concreto, se tornan altamente inalcanzables.
De media ¿Cuánto sueñas? Me refiero obviamente a dónde tienes puestas tus ilusiones, qué metas sobrevuelan tu cerebro y dónde recala tu corazón.
El hecho fisiológico de dormir y soñar atesora sus dificultades, aunque lo verdaderamente alarmante en una sociedad es la precariedad de los auténticos sueños, aquellos que nos elevan hasta alcanzar las estrellas.
Y… me viene La, La, Land –mis disculpas por la cuña publicitaria a ésta maravillosa película que ha despertado mi simpatía por el Jazz–.
Retomo e incido sobre la necesidad de soñar, esa capacidad de perseguir metas difícilmente alcanzables, y sin embargo, posibles.
¿Supone esfuerzo soñar?
Si hablamos del sueño nocturno, entonces excluimos a la mitad de la población mundial que no puede dormir, ya sea porque los hijos se afanan en llorar más de noche que de día, o por los variopintos trabajos que requieren frescura cerebral y, ojos bien abiertos para sostener el equilibrio del planeta.
Pernoctar con éxito y tener un sueño reparador, descansado no es fácil. Higienizar la mente antes de ir a la cama, y realizar con éxito la desconexión del mundo virtual, es todo un logro.
Mi amiga Eloisa duerme como un bebé feliz y amanece después de ocho horas del tirón. ¿Quién puede decir esto?
Millones de páginas web te recomiendan los diez pasos, o los cinco pasos o los pasos que les parece oportuno, para alcanzar un sueño excelente. Sin ánimo de presumir, es posible que me las haya leído todas. Y sin intención de desacreditar, dormir es algo tan fortuito como encontrar el amor.
¿La vida es sueño?
Calderón de la Barca, escritor español, natural de Madrid, Caballero de la Orden de Santiago, literato barroco del Siglo de Oro. Estrenó su obra de teatro «La vida es sueño» allá por 1635. El tema central es la libertad frente al destino.
¿Estamos predestinados? ¿Somos dueños de nuestro destino?¿Se puede hacer buen o mal uso de la libertad?
De grandes gestas está la Historia llena, héroes de su tiempo que volaron alto, no como las gallinitas, sino como águilas señoriales. Podemos señalar a un tal Cristóbal Colón, que en su empecinamiento por navegar descubrió un nuevo mundo, América para los amigos.
Martin Luther King dejó para la posteridad la fuerza y viveza de su sueño personal: «I have a dream», así comenzó el más famoso de sus discursos, donde expresaba su deseo de un futuro donde blancos y negros pudiesen coexistir en armonía.
¿Sueños de andar por casa?
Estos últimos son mis preferidos por ser más accesibles. Hombres y mujeres de andar por casa, situaciones domésticas, simples, donde soñar es gratis y ciertamente muy saludable.
Así, día a día, paso a paso, esas expectativas de conquistar un porvenir seguro y lucrativo, se van tejiendo con tesón y entusiasmo.
La ventaja de los sueños es que se resetean y se actualizan, también se multiplican, es conveniente compartirlos para paladearlos en armonía y coleccionar tantos como de la gana.
La cuestión es soñar, siempre que eso signifique movimiento y no musarañas en el techo, ni boberías que nacen y mueren con la misma rapidez.
¿Somos dueños de nuestro destino? En cierta medida sí, ya que los logros que alcanzamos dependen en gran medida de cómo hagamos uso de la libertad, de cómo de ponderadas sean nuestras decisiones y de los sacos de ilusión y trabajo que le echemos al sueño.
¿Y de mayor qué quieres ser? ¿Superman o Marie Curie?
Pues eso 🙂
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