Comienzo diciendo que me considero una mujer común. Sí, con unos ojos azules bonitos y una sonrisa muy resultona. Más allá de eso, soy una mujer normal. Soy como cualquier otra mujer: hermosa, como todas lo somos. Este inicio puede parecer extraño, pero al leer el artículo entenderás su razón.
Recientemente, en distintas RR.SS., han puesto un comentario, en un vídeo en el que aparezco, dos hombres, los dos de 74 años. Los dos ponen: “Te veo muy guapa”. El inicio es semejante. Lo que se desarrolla a partir de ese punto es completamente diferente. Permíteme asignarles nombres para mayor claridad. Tomás es una persona a la que conozco desde hace unos 16 años y que, lamentablemente había perdido el contacto. Gracias a esa red social, hemos vuelto a estar en contacto. A Pepe no le conozco de nada. Tomás, después, me llamó y se ofreció, con su experiencia y su vasto conocimiento, para ver de qué manera puede ayudarme en mi trabajo. Pepe, en cambio, enseguida me pregunta si estoy soltera, me manda mensajes privados diciéndome que estoy buenísima, etc.
He de reconocer que esta situación me ha hecho pensar profundamente. Podría quedarme en lo superficial, pensando en cómo la lujuria es lo que marca el camino para muchos varones. Y puede que tuviera razón. Pero a mí, por mi propia naturaleza, me gusta ahondar más.
Ambos comienzan expresando lo mismo, pero sus acciones posteriores muestran un trasfondo diferente desde el principio. Pepe, al hacer comentarios inapropiados sobre mi aspecto físico, muestra un enfoque superficial, centrado en sí mismo, típico de esta sociedad hedonista, consumista, que fomenta la búsqueda de la satisfacción personal.
En contraste, Tomás, muestra una actitud que va más allá de las “normas” de nuestra sociedad, y que está más alineada con el humanismo europeo que alguna vez hizo grande a Europa: él muestra un interés genuino en contribuir a mi bienestar y mi desarrollo profesional. Y refleja valores como la generosidad, la ayuda y la preocupación por el prójimo, es decir, virtudes cristianas.
Como experta en Inteligencia emocional, podría decir que Pepe está demasiado influido por nuestra cultura: consumismo, superficialidad y búsqueda del placer individual. Que Pepe carece de una base sólida de educación moral (o que la ha ido olvidando con el paso de los años) que le llevaría a la empatía, al respeto,… Y, finalmente, que la presión social de las redes sociales lo ha llevado a comportarse de manera más superficial.
En una sociedad donde poco a poco el relativismo, el individualismo y el hedonismo amenazan con socavar nuestras relaciones, es básico que tú recuerdes siempre que la verdadera riqueza en la vida se encuentra en tener conexiones auténticas. En las que tú veas al otro y el otro te vea a ti.
Y eso se consigue si abrazas el humanismo europeo cristiano y sus valores fundamentales. Mereces más que lo superficial. Mereces relaciones que enriquezcan tu vida de manera profunda y que te ayuden a mostrar todo tu valor.
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