Nos pasamos la vida buscando la felicidad completa, esperando que llegue a nosotros de una forma aparatosa, y pensamos que es un imposible alcanzarla, pasando por alto esos pequeños momentos de los que todos disfrutamos, y que a penas les sacamos partido por ser cotidianos e insignificantes, dejándolos escapas sin darles importancia.
Y es que queridos amigos, la felicidad está hecha de pequeñas cosas, de pequeños momentos.
Una llamada, un mensaje, una visita de un amigo, un gesto amable de alguien a quien nos encontramos, un momento de oración y descanso cuando estamos ya rendidos y cansado de tanto trabajar, un paisaje, una buena música, un paseo relajado, un rato de charla con los amigos… En fin, son muchos los momentos que llegan cada día a nosotros, y de los cuales, no solemos disfruta, pues los vemos tan corrientes y sencillos que nos parecen tan normales, que no apreciamos su importancia.
La vida está hecha de pequeñas cosas, y la felicidad solo la encontraremos si sabemos apreciarlas y valorarlas.
Solemos darle mucho valor a las cosas que nos han costado muy caras y solemos descuidar algo tan gratuito como la salud, los amigos, nuestra vida interior, la naturaleza, la familia… sin darnos cuenta de que todo es regalo de Dios, y que por lo tanto debemos agradecer y sobre todo disfrutar.
Procuremos encontrar en esos pequeños regalos de cada día la felicidad, porque es valorando las pequeñas cosas, en donde podemos encontrar y alcanzar la auténtica felicidad.
No esperemos grandes acontecimientos cuando queramos abrazar la alegría completa, pues se nos irán de las manos lo mejor de nuestra vida, lo sencillo, que es en donde está la verdadera felicidad.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: