Hay personas que piensan que la infertilidad es un tema muy personal y que es mejor no hablar de ello. Sin embargo, la infertilidad es un problema frecuente, que afecta aproximadamente a 1 de cada 6 parejas, según los estudios.
Técnicamente se suele distinguir entre esterilidad (incapacidad para que se produzca la fecundación) e infertilidad (la fecundación es posible pero el embarazo no llega a término). Utilizaré el término infertilidad para referirme indistintamente a ambas situaciones, porque es el que se suele utilizar con más frecuencia.
Hay muchas parejas con infertilidad que sufren la incomprensión de su entorno, que se sienten solas y a las que nadie acompaña en su camino. Y eso hace más difícil transitar el duelo de no tener un hijo cuando se desea tanto. Si no hablamos de la infertilidad seguirán escuchando comentarios desafortunados sobre su situación, lo que aumentará su dolor. La mayoría de esos comentarios suelen realizarse con buena intención, pero denotan un gran desconocimiento de lo que supone la infertilidad en la vida de una pareja. Me gustaría detenerme en tres de ellos.
Es frecuente que a las mujeres que buscan un embarazo se les diga “Cuando te relajes, te quedarás embarazada”. En un proceso de infertilidad lo normal es sentirse agobiada entre citas médicas, pruebas y tratamientos. A veces ese estrés puede cronificarse o convertirse en un trastorno de ansiedad y es conveniente acudir a un profesional para tratarlo. Los estilos de vida influyen en la fertilidad y es importante eliminar el estrés, llevar una alimentación equilibrada, hacer ejercicio, etc. Controlar el estrés ayuda a recuperar el bienestar emocional, pero por sí solo no “embaraza” porque la infertilidad tiene múltiples causas. Algunas precisan tratamientos médicos complejos e incluso cirugía. A veces ni siquiera esos tratamientos son eficaces, ni siquiera los de reproducción asistida. Así que por mucho que una mujer se relaje, si por ejemplo tiene una obstrucción tubárica o su pareja tiene un varicocele, no se quedará embarazada si no pasan por quirófano.
Otro de los comentarios que escuchan con frecuencia las parejas con infertilidad es: «¡Qué bien vivís sin hijos! Es obvio que vivir sin hijos tiene ciertas ventajas, pero no significa ausencia de compromisos ni de problemas. La infertilidad supone una crisis vital tanto a nivel personal como de pareja. Y también repercute en las relaciones familiares y sociales. Se puede experimentar tristeza, culpa, rabia o incluso envidia cuando otras parejas consiguen el embarazo. Son desajustes emocionales propios de una crisis, aunque en ocasiones pueden dar lugar a trastornos psicopatológicos, que necesitarán tratamiento.
La infertilidad afecta especialmente a la vivencia de la sexualidad. La “obligatoriedad” de tener relaciones sexuales durante el periodo fértil puede hacer que tanto el varón como la mujer dejen de percibir las relaciones como un modo de conectar y de disfrutar con la pareja. El hombre llega a sentirse un donante de esperma en lugar de un verdadero amante. Además, cuando se comienza con pruebas y tratamientos la intimidad de la pareja queda expuesta al personal sanitario. Si a eso se le suman los efectos secundarios de algunos tratamientos, es habitual que disminuya el deseo sexual y que también aparezcan problemas de eyaculación en el varón o de orgasmo en la mujer. Si persiste la ausencia de embarazo, las relaciones sexuales pueden ser vividas como una experiencia de fracaso, pudiendo afectar a la autoimagen corporal y la autoestima sexual, especialmente en las mujeres. Es importante recordar que no se es menos mujer ni menos hombre por tener infertilidad.
Es aconsejable que las parejas hablen de cómo se sienten en sus relaciones sexuales y de qué pueden hacer para recuperarlas. Por ejemplo, el deseo puede alimentarse desde la mañana, con un beso antes de irse a trabajar, un mensaje a mitad de mañana…Recordemos que las relaciones sexuales son necesarias para el amor y no solamente para la procreación.
Otro comentario desafortunado cuando no puedes tener hijos es ¿por qué no adoptas o por qué no vas a reproducción asistida? La adopción no es el premio de consolación cuando no se pueden tener hijos biológicos. La adopción es una vocación y no todas las parejas están llamadas a ello. No se es egoísta si no se adopta. La generosidad tiene mil caras y cada familia la vive a su manera (una pareja sin hijos también es una familia). Tampoco la reproducción asistida es la solución para todas las parejas con infertilidad. En primer lugar, porque su eficacia es limitada y en segundo lugar porque tiene problemas éticos importantes. Por eso, algunas parejas prefieren el enfoque de la medicina restaurativa de la infertilidad. Es el que ofrece, por ejemplo, la Naprotecnología. Consiste en determinar las causas de la infertilidad femenina y masculina, siguiendo unos protocolos diagnósticos específicos. Según las causas, se instaura un tratamiento médico y/o quirúrgico para restaurar la fertilidad y conseguir el embarazo de manera natural.
Termino con una reflexión sobre la fecundidad. Cuando se consulta en el diccionario el término fecundo, la primera definición es “que ha procreado”. Pero hay otro significado: “lleno, con abundancia, que crea abundantes obras o produce buenos resultados”. Al igual que en el diccionario, cuando nos referimos a la fecundidad de la pareja lo primero que nos viene a la cabeza son los hijos. Sin embargo, la fecundidad del amor no se limita a tener hijos. Todos tenemos experiencia de que el amor siempre da frutos, de una u otra manera, ¡pero los da!
En el día internacional de la infertilidad quiero enviar un mensaje a las parejas que recorren el camino de la infertilidad: ¡Nunca olvidéis que vuestro amor da vida! Aunque no la podáis tocar con vuestras manos.
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