La educación lleva tilde, concretamente en la letra o.
La educación es un arte, es una forma de vida, es una filosofía. Cuando tenemos hijos, y quien dice hijos, apostilla: «menores en nuestro entorno o a nuestro cargo», nos planteamos la necesidad de educarlos.
Pero las cosas empiezan por su orden y se concatenan unas con otras, y de aquellos barros, estos lodos.
¿Quién nos enseña a educar?
Realmente nadie. Nos encontramos solos ante el reto más apasionante, difícil y gratificante: «educar». Y no sabemos por dónde empezar ni qué decisión tomar a cada encrucijada.
Por eso es bueno partir de esa base: el reconocimiento de la ignorancia. Es un buen primer paso para entrar en debate, para buscar ayuda y formarnos a través de lecturas o conferencias.
Pero como he dicho antes, todo empieza por su orden, de tal modo que si no partimos de buenas materias primas, esto es, de una buena formación… lo tenemos algo más complicado. Nada que no pueda suplirse con verdaderos deseos de educar.
Pasos básicos para educar
- Consensuar las decisiones entre los cónyuges/pareja/abuelos/tutores.
- Priorizar qué queremos exigirles y qué es menos importante.
- Tomarnos muy en serio nuestro crecimiento personal.
- Ser educadores en todo momento, esto es, tomar conciencia de que nuestro ejemplo es lo que más deja huella en nuestros hijos.
- Asumir que siempre estamos en proceso de aprendizaje.
- Desarrollar la capacidad de diálogo.
- Saber escuchar.
- Meditar con serenidad las decisiones antes de ejecutarlas.
Lo cierto es que la educación lleva tilde y, con ello quiero expresar que no es gratuita porque conlleva un desgaste personal, que de alguna forma «nos damos a los otros para que aprendan a vivir».
¿Educar cuesta?
Cuesta, básicamente porque exige coherencia de vida, y esto, señores, a las cuatro de la tarde y con cuarenta grados a la sombra, puede ser extenuante.
Recomiendo grandes dosis de amor, toneladas de alegría y desarrollar la capacidad de la paciencia y el sentido del humor.
Establecer metas, concretar con claridad los límites y ser cercanos a nuestros menores, son algunas de las habilidades a desarrollar en la convivencia.
¿Cuando los hijos son adultos ya no hay necesidad de educar?
Lo plantearé de otra manera: ¿cuando los hijos son adultos seguirán atentos a nuestros consejos? ¿Nos escuchan y nos confían sus preocupaciones o decisiones?
La educación lleva tilde porque es una palabra viva, en continua evolución, tanto en lo personal,-nadie puede dar lo que no tiene-, como en relación a los nuestros, a quienes seguimos iluminando el camino con esos pasos que les llevamos de ventaja.
Es una responsabilidad y una alegría grande saber que nuestra vida tiene un sentido.
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