Dice Aldous Huxley (1894-1963) que “después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música“. Y si eso es así es porque los seres humanos tenemos la capacidad de transmitir los más profundos sentimientos a través de ese original “lenguaje” no hablado. Sin embargo, nada de eso se lograría si no fuera por una de las más bellas cualidades del ser humano: la sensibilidad.
Se ha definido la sensibilidad como la “capacidad para percibir sensaciones a través de los sentidos, o para sentir moralmente“, y “capacidad o propensión natural de las personas a emocionarse ante la belleza y los valores estéticos o ante sentimientos como el amor, la ternura o la compasión“.
Y es que los seres humanos no somos frías máquinas o muñecos de cartón piedra. Tenemos sentimientos. Los psicólogos dicen que de eso no se escapa nadie, ni las personas prominentes en puestos de poder ni las que pueda parecer que se han endurecido por su lucha con la vida. Todos somos humanos y sentimos en mayor o menos grado lo mismo. Todos sentimos, por ejemplo, el efecto de una caricia, el estímulo de una palabra de ánimo, el dolor físico o emocional, el cobijo del amor cuando se nos da, la dicha de amar a otros nosotros mismos, la evasión de soñar, la tristeza de un desamor, la ilusión por alcanzar alguna meta, la satisfacción de lograrla, el efecto del arte o de la música en nuestra alma, etc. Eso es la sensibilidad, algo que es innato en nosotros.
Sin embargo, hay que decir para que quede claro que la sensibilidad no es mera sensiblería. Eso es otra cosa que nada tiene que ver con un sentimiento sincero. La sensiblería se define como “sentimentalismo exagerado, trivial o fingido”. En cambio la sensibilidad es una cualidad real y sincera que brota de lo más profundo del alma humana.
Dentro de las artes, es en el campo de la música donde muchas personas han podido manifestar o percibir un alto grado de sensibilidad que eleva por completo el espíritu, sobre todo cuando nace de lo más profundo del corazón. Estos son solo algunos ejemplos escogidos que muestran cuán profunda puede llegar a ser la sensibilidad de sus autores:
- «Only a woman’s heart“ (1992, “Solo el corazón de una mujer”, compuesta por Eleanor McEvoy (1967), fue el álbum irlandés más vendido de todos los tiempos teniendo gran efecto en tres generaciones de mujeres. “Su voz sofisticada y compasiva… hace del álbum de Eleanor McEvoy una joya”, decía una revista. Describe de modo sencillo, el dolor que puede llegar a sentir una mujer en su corazón, “como solo una mujer puede llegar a sentirlo“, aunque también sea verdad que muchos hombres sepan de eso también. Es un canto al desamor expresado con ternura y sinceridad. Quizá una de las baladas más bellas jamás escritas.
- Muchos cantautores de los años sesenta componían canciones de denuncia social o política. Pero entonces apareció ella, Joni Mitchell (1943), una canadiense cuyas letras de las canciones que componía hablaban de sentimientos humanos, los más profundos, los que claman desde el fondo del alma. Al identificarse millones de personas con sus letras, Joni Mitchell alcanzó el estrellato. “Both sides now” expresa de modo intenso, triste y profundo el sentimiento de no conocer en absoluto el amor ni la vida. Si tenemos en cuenta cuántas personas se han sentido y se sienten así en el mundo, no es de extrañar que la canción tuviera tan grande repercusión. Pues cualquier sentimiento expresado con verdad y sensibilidad suficientes, llega al fondo del alma, “toca“.
- Katie Melua (1984) es una cantante originaria de Georgia nacionalizada británica. Mostró ya desde muy temprano un enorme talento para componer canciones. De niña ella recuerda cómo tenía que cargar pesados cubos de agua desde hoteles de lujo para su casa. Pero cuando su familia se mudó a Inglaterra, Katie pudo aprender guitarra y estudiar en la School for Performing Arts & Technology (en Londres, Croydon). Las circunstancias habían mejorado para ella. Todo lo demás lo hizo su enorme talento y sensibilidad para expresar del modo más bello sus sentimientos. El resto en su brillante carrera llena de éxitos es ya historia. «I Will Be There» es una preciosa composición que inspira el sentimiento de que con la música nadie esta nunca solo.
- Este es el cuarto movimiento de la Sinfonía nº 5 de Gustav Mahler (1860-1911). Es una de las sinfonías más populares de Malher donde manifiesta su propia forma de ser, pues solía manifestar estados de ánimo extremos. Por ejemplo, el anhelo de realización personal lo interpreta con el incremento de melodías, pero el sufrimiento y la desesperación los expresa musicalmente por medio de la disonancia y la distorsión. En esta sinfonía combina la intrusión de la banalidad y el absurdo con momentos de profunda seriedad. Este movimiento es una excepción en la obra sinfónica del compositor ya que es sólo para orquesta de cuerda y arpa, y en el que expone la intimidad frente a toda clase de aglomeración. Este movimiento transmite una profunda paz de ánimo y espíritu. Malher logra aquí una de las composiciones más excelsas e inspiradoras que jamás se hayan escrito.
- Luis Eduardo Aute (1943-2020), cantante y poeta español, compuso “La belleza” en 1989. En medio de una música que envuelve, tiene que ver con la desesperanza del ser humano. Aunque no transmite rencor, sino un sentimiento de desengaño. Denuncia con pena las consecuencias negativas de que el hombre haya confiado tanto en la razón, que se haya olvidado por completo del corazón, y que el egoísmo humano haya echado a perder todo vestigio de belleza. Hombres que como reptiles acechan a su presa con el afán de llegar a lo más alto y poner a salvo su cabeza, aunque “más que náuseas dan tristeza“. Y eso que antes iban de profetas, aunque ni siquiera “rozaron ni un instante la belleza”. Muestra decepción por las falsas promesas del sistema y por aquello de “tanto tienes tanto vales“, pero lanza la reivindicación de ser de verdad uno mismo, aunque solo sea un espejismo.
- Cuando Leonard Cohen (1934-2016) compuso «Suzanne», poco se imaginaba la gran aceptación que tendría en tan gran variedad de público. La canción es tan profunda que los entendidos la clasifican como una historia de amor pero al mismo tiempo una meditación religiosa. Se sabe que está dedicada a un amor prohibido y que se trata de Suzanne Vaillancourt, la esposa de un amigo por la que él sentía atracción. En una de las estrofas se menciona a Jesús, pero entonces Suzanne se transforma en una especie de mediadora entre el Hijo de Dios y nosotros. A Jesús se le pide entonces que su gracia se extienda a toda la humanidad incluidos los solitarios y pecadores. Quienes conocen su obra interpretan el deseo de Cohen de unirse a algún tipo de profeta que lo conduzca a la luz, aunque para ello tuviera que dejarlo absolutamente todo. Es como la manifestación de un vacío que solo podría ser llenado con lo divino. De ahí que se haya dicho que Suzanne es toda una oración de meditación religiosa.
«Cuando el argentino Lalo Schifrin (1932) presentó la primera partitura para la serie Misión Imposible en 1966, ésta fue rechazada. Si bien la música sugería suspense, el productor insistía en encontrar una melodía de más personalidad, que transmitiera mayor intriga y emoción. Schifrin volvió a su casa y a partir de las nuevas sugerencias de Geller se las ingenió para componer en apenas tres minutos una pieza… que dejaría su marca indeleble hasta hoy y lo catapultaría como un prestigioso compositor de bandas sonoras«. – La Nación, 30 de mayo, 2022.
«En solo tres minutos«. La mente humana, ese excelso misterio. Dicen que lo bueno es intemporal. La banda sonora de la original serie de los años sesenta fue icónica y cautivó a toda una generación. Era el tiempo en que el hombre pisaba la Luna y no ser optimistas no era una opción. Después la banda sonora se ha potenciado y recreado en años recientes gracias al cine. Y es que cuando se escucha, se tiene la sensación de que, por muy difícil que sea la situación de uno en la vida y existan enormes obstáculos, todo es absolutamente posible. Podría representar el triunfo de la inteligencia humana sobre la adversidad, el de la luz sobre la oscuridad. Es como si invitara a no rendirse jamás.
Naturalmente, la sensibilidad puede mostrarse en muchos otros campos. Como escribió Arthur Schopenhauer, “la sensibilidad consiste en contemplar, pensar, sentir, escribir, pintar, esculpir, interpretar música, aprender, leer, meditar, filosofar, etc… cuya decisiva presencia eleva al hombre por encima de todo lo demás” (Arthur Schopenhauer (1788-1860), “Aforismos sobre el arte de vivir”, Alianza, 2009). Y sin duda, una de las más importantes es la sensibilidad para identificar el bien o el mal allí donde estén. Un asunto ético nada fácil, es verdad, pero absolutamente necesario en nuestras vidas. Como escribí en el artículo Partidismo excluyente,
“La sabiduría no se logra en un abrir y cerrar de ojos. Se adquiere por la experiencia, por la constante reflexión. Saber ponderar para obtener así un cuadro amplio de lo que esté en juego. Ese es el verdadero desafío para todos nosotros. No vale aquello de “mi patria, tenga razón o no“, sino desarrollar la habilidad o la sensibilidad necesarias como para identificar el bien o el mal, la verdad o la falsedad, allí donde estén. Por ejemplo, no se puede poner el grito en el cielo, y con razón, por el abuso militar y matanza de personas inocentes en Gaza, y por otro lado mostrar fría indiferencia por el asesinato de cristianos y otras minorías religiosas en Irák. O ser un defensor a ultranza de los derechos de los animales, pero ser mucho más laxo con el derecho del ser humano no nacido. El mal es el mal allí donde esté y el sufrimiento humano es exactamente el mismo. Ninguna ideología, ninguna institución o estamento está por encima del ser humano y de su dignidad intrínseca. La tribu, la nación, las instituciones o ideologías políticas o religiosas nunca deben ser lo más importante si es el ser humano el que al final sufre”.
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