Inmersos en estos días de Semana Santa me da por filosofar y pensar que la vida es una carrera de fondo y no todos llevamos las mismas zapatillas. Esto da lugar a experiencias diferentes con distintos grados de intensidad en emociones como el dolor o la alegría.
Comparar vidas y hacer juicios de valor es tan absurdo como atravesar el océano en una cáscara de nuez, pero cuando el problema arrecia no puedes evitar girar la vista en busca de otra suerte y piensas: ¿por qué?
El «porqué a mí «es absolutamente inútil y agotador, foco de insatisfacción, germen de nostalgia o envidia, aún peor.
Cuando comparas tus zapatillas con las del vecino
A renglón de lo anterior, queda la duda de si en la línea de salida nos han dado las mismas zapatillas, pero conforme la carrera avanza, lo de menos es qué nos dieron sino cómo lo empleamos.
De todos modos tampoco esta afirmación es concluyente porque… A ver ¿qué gazpacho podemos hacer si nos dan ciruelas? Cosa distinta es que libremente hayamos tirado los tomates…
¿La vida es una carrera de fondo y no todos llevamos las mismas zapatillas?
Un ejemplo al tum tum me anima a comparar el don de gentes que tiene Manuel con la sosería infumable de Pepe. Entonces, ¿nos alegramos con Manuel y nos compadecemos de Pepe?
Esto, señores, es un sálvese quien pueda, aunque lo más bonito de correr –entendido como avance y no como huida—, es hacerlo en compañía, compartir el agua, retrasarse unos metros para aguardar al más lento e incluso cederle un espacio donde pueda sentirse mejor.
Unas huellas… profundas
Por suerte, nuestro camino se entrelaza con las huellas del Nazareno que procesiona por nuestras calles, andamos juntos, cercanos y próximos y al mismo tiempo solos y distantes.
Acaso la vida sea una peregrinación y en la más absoluta intimidad de nuestra alma desnuda nos hallamos totalmente solos… Dios y tú, Dios y yo.
Es frecuente sentir la crudeza de la vida y cómo nos vapulea, pero si hundimos la mirada en nuestras entrañas, allí está Él. No me cuestiono sus razones, solo me abandono a la certeza de que me quiere, me cuida y me acompaña, nos quiere, nos cuida y nos acompaña.
Por supuesto Dios y yo discrepamos, pero no le pido explicaciones, quizás por astucia ya que sé que en un face to face, dialécticamente es más convincente que yo, así pues, solo le imploro que sea dadivoso con la fuerza que necesito para mi viaje.
Por lo tanto, cada cual corra con su look personal, elija delicadamente quién merece su confianza, asuma los riesgos que implica vivir pero, no caigamos en la insensatez de culpar a Dios cuando surja la tormenta, nos basta la humanidad –y me incluyo— con sus decisiones a veces desacertadas y otras francamente hostiles.
Recursos para rentabilizar las zapatillas
Se me viene a la cabeza que un recurso para rentabilizar las zapatillas es cuidarlas, esto que es una obviedad, a veces se nos olvida.
Si extendemos el pensamiento, el cuidado irá más allá de ese primer objeto, las zapatillas. ¿Cómo nos queremos? Me refiero a cada uno de nosotros, cómo nos cuidamos, qué paciencia desarrollamos ante nuestros defectos o fracasos, cómo gestionamos las oportunidades…
Entiendo que hay un doble trabajo en la vida: querernos, cuidarnos, desarrollarnos y madurar como personas y amar a quienes van por nuestro camino, y cuando esto no sea del todo posible, simplemente respetarlos o dejarlos en paz.
Vamos a la Semana de Pasión
Enfrascados en estos días, ahí estás tú, Señor, padeciendo por todos nuestros errores, por nuestros pecados, por la vileza del hombre que vive sólo para sí.
Vamos a la Semana de Pasión, vamos al momento de tu detención, y los azotes que recibes cuando te apresan, hasta tal punto que descarnan tu piel y sangras dejando un reguero de dolor en el suelo que pisan tus sagrados pies.
Vamos a seguirte de lejos, porque somos cobardes…
Camino del calvario, descalzo, solo y sin reproches, triste hasta la muerte y muerte de cruz.
No puedo imaginar la desolación de tu Madre, mi madre, ni el sufrimiento por el abandono de los que, días antes, te recibieron con vítores de hosanna.
Y te clavan, Jesús mío, y te clavan a un madero y alcanzas a decir la frase más generosa y conmovedora de todos los tiempos: «Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen»
Como pollos sin cabeza
En definitiva, los mortales habitamos como pollos sin cabeza, despavoridos ante las dificultades, achantados cuando los obstáculos aparecen y ensimismados con la enigmática atracción de nuestro maravilloso e inconmensurable ombligo.
La vida es una carrera de fondo y solo tú la puedes superar con éxito
Pero qué bonito es vivir, y qué fuerza nos debe impulsar ante la certeza de la resurrección de Quien sostiene nuestro ser, y qué fantástico es iniciar el camino una y otra vez, de forma obstinada e incansable en busca de esa meta que es el Cielo.
En estos días de descanso, sosiego e introspección, os deseo que recuperéis el ánimo y la cordura y que os sintáis privilegiados a pesar de los pesares, incluso pese a las dichosas zapatillas.
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