Vivimos en una continua fluctuación de acontecimientos que con frecuencia exigen de nosotros flexibilidad, adaptación y cambio. Sin embargo, según el escenario del que se trate y, particularmente en lo que se refiere a criterios individuales y relaciones personales, a veces es difícil cambiar.
En un proceso de cambio suele haber tropiezos, complicaciones y resistencias. Sobre todo cuando se trata de hábitos, creencias y costumbres arraigadas en nuestros pensamientos y cotidianidad. El camino puede requerir de un trabajo personal intenso: desde darnos cuenta y aceptar la necesidad de un giro, pasando por tomar la decisión hasta llevarla a cabo y concretar.
Ciertamente algunos cambios pueden ser voluntarios: Lo veo claro, decido cuál es el giro que quiero hacer y consigo avanzar. En otros momentos puede haber acontecimientos que nos acorralan, atormentan o acumulan, generando estrés, ansiedad y otras emociones difíciles de gestionar, exigiendo de nosotros atención, energía, decisiones. Puede significar tener que actuar porque no nos queda remedio.
Cuando hay alguna situación que ocasiona malestar y se decide hacer un cambio, es normal que al principio ocurra un proceso forzado en alguna medida. La incomodidad generada por lo nuevo y no habitual.
A veces optamos por recorridos que nos parecen adecuados inicialmente que, sin embargo, a la larga se evidencian más bien como inadecuados.
Los 5 obstáculos
Lynn Lott, psicoterapeuta estadounidense y autora de varios libros relacionados con crianza, educación y desarrollo personal, describe en su programa EC – Encouragement Consultant (Conocerme es Amarme en español), cinco cuestiones que deberían encender nuestras alertas porque, lejos de ayudar, podrían suponer obstáculos importantes para un cambio genuino y transformador. En concreto:
- Buscar formas de cambiar a otras personas. Poner nuestro empeño y energía en que sea el Otro quien cambie puede resultar desgastante y agotador. Un proceso de cambio es algo muy personal y si alguien no conecta con la necesidad de modificar alguna conducta o enfoque, difícilmente lo hará por alguna razón impuesta desde fuera.
- Buscar la cura milagrosa. Las recetas mágicas no existen, las varitas mágicas tampoco. Que ocurra un cambio de la nada, sin compromiso ni esfuerzo es muy poco frecuente. Que alguien resuelva nuestros asuntos, así sin más, también ocurre poco.
- Continuar eso que nunca nos ha funcionado en el pasado, pensando que si lo hacemos durante el tiempo suficiente se producirán resultados diferentes. Repetir patrones, los automatismos. Lo más probable es que actuar de manera sistemática de la misma forma nos conduzca generalmente al mismo lugar.
- Compararnos con los demás. Cada persona es un mundo de posibilidades. Temperamento, circunstancias, posibilidades, creencias. Hay tantos factores que pueden incidir en las decisiones que compararnos con otros con frecuencia puede resultar desalentador y frustrante, en lugar de motivador. Ver nuestra realidad, nuestra situación y nuestras posibilidades ayuda a conectar con aquello que puede estar verdaderamente en nuestras manos. Aprender de otros puede ser útil, compararnos más bien no.
- Preocuparnos por problemas que no tenemos. Contarnos historias, hacernos películas, crear fantasías y ver problemas que no existen.. Es importante separar lo real de lo imaginario, sobre todo porque nuestro cerebro tiende a buscar protegernos del peligro, incluso a prevenirnos de lo que “podría ser”, aunque no sea real. Ver problemas donde no los hay nos puede alejar de aquello que en verdad podría ayudarnos y dirigirnos hacia el cambio que queremos o necesitamos.
“Para poder cambiar, hay que estar dispuestos a hacer el trabajo para empezar ese cambio por uno mismo”, añade Lott.
Destaca además que el valor de una persona no depende de si los cambios que puede lograr sean perfectos o rápidos. “Hay que despedirse de la presión, ser fiel al propio ritmo y estilo para lograr cambios verdaderos en la vida”, puntualiza.
Los 3 pasos
Otra de las propuestas de este enfoque es afrontar el cambio a partir de tres pasos o 3 A’s:
- Autoconsciencia (autoconocimiento): cómo me veo yo a mí misma, a mí mismo. Cómo me estoy definiendo y qué está ocurriendo en mi vida. A veces conocerse uno mismo no es tarea fácil, se trata de un proceso reflexivo y progresivo que nos permite ser conscientes de nuestras limitaciones, capacidades y de lo que pueda estar entre los dos extremos.
- Aceptación: es la fase más difícil. Es la fase en la que decimos “esto es lo que hay” y lo aceptamos sin condiciones. Es posible estar o no de acuerdo, pero esto es lo que hay. Implica aceptar que “las cosas son así”, sin resistencia y a la vez sin bajar los brazos.
- Acción: coherente y sostenible. Coherente con la situación y con uno mismo, sostenible en el tiempo. Supone tener el coraje de soñar grande dando pequeños pasos. Pasos que nos permitan construir progresivamente sobre el éxito y la fortaleza de lo que queremos cambiar.
Con frecuencia este proceso se detiene o ralentiza en el segundo paso y es allí cuando el trabajo personal se hace más intenso. Muchas personas requieren ayuda o acompañamiento para transitar esta fase y pasar a la siguiente, definiendo previa y conscientemente aquellas acciones a poner en marcha.
Convivencia familiar y cambio
Una de las principales dificultades para cambiar puede estar en ciertos patrones, pensamientos y creencias cuya semilla podemos encontrar en nuestra infancia. Los cinco obstáculos descritos antes son pieza clave a tener en cuenta..
En educación, crianza y convivencia con niños, por ejemplo, formas de hacer, automatismos, creencias integradas en la dinámica cotidiana y el “siempre se ha hecho así” pueden suponer un gran lastre.
Si nos centramos en comprender y conectar con nuestras propias necesidades y las de hijos, de los otros en general, y no en ganar discusiones o imponernos en ciertos conflictos de convivencia, la forma de relacionarnos podría cambiar totalmente.
Observar, conectar con uno mismo y lo que se quiere a nivel individual y familiar supone un signo de liderazgo personal. Buscar opciones y ayuda si es necesario también lo es.
Cambiar supone animarse a otros aprendizajes y horizontes, a buscar un camino propio, a cambiar lo que no nos gusta, nos incomoda o inquieta. Los hallazgos podrían ser sorprendentes.
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