Nos hemos acostumbrado de una forma quizás inconsciente, a que las personas tienen la obligación en todo momento de estar, de estar para todos. Especialmente aquellos que decidieron ser psicólogos, terapeutas y maestros espirituales, esas personas que un día decidieron prepararse, estudiar y entregar con amor lo mejor de sí, para poder facilitarte esa guía tan valiosa. Ellos, personas valientes que con cada pensamiento, palabra y acción dejan su corazón para apoyar a quien le necesita. Ellos los que muchas veces se convierten en tus salvadores, sanadores o guías en los momentos más importantes de tu vida. Son los que en innumerables ocasiones se ven solos, frágiles y quebrados por dentro, necesitando en ese momento apoyo, sin embargo, aun así los encuentras entregándote una sonrisa al tiempo que te brindan ese apoyo profesional que necesitas. Hermosa labor la que hay detrás de las terapias del ser.
Si bien es cierto el dedicar tu vida a una profesión tan hermosa como lo es la psicología y el servicio, te ayuda a ser un poco más resiliente, te ayuda a conocerte mejor y a ciencia cierta, comienzas a trabajar en ti y a descubrir realmente mejor tus capacidades. Lo que te da cierta ventaja en cuanto a la gestión de tus emociones, pensamientos y por supuesto en tu bienestar personal. Pero no por el hecho de haber trabajado un poco más en el conocimiento interior y su escucha, quiere decir que esto nos haga inmunes a todo lo que nos ocurre en la vida.
Si bien es cierto el dedicar tu vida a una profesión tan hermosa como lo es la psicología y el servicio, te ayuda a ser un poco más resiliente, te ayuda a conocerte mejor y a ciencia cierta, comienzas a trabajar en ti y a descubrir realmente mejor tus capacidades.
Algunas personas del entorno de estos profesionales del corazón sin darse cuenta, quizás por estar cada quien viviendo en su mundo y sus pesares lejos de observar y sentir al otro, van invadiendo sin previo aviso y sin el más mínimo decoro espacios íntimos y sagrados con la excusa: “es que como tú puedes, eres más fuerte y tienes la preparación, tienes que estar por y para los demás”. En ocasiones pasando de imprudentes y faltos de delicadeza. Pretendiendo atención inmediata y obligatoria. ¿Y porque tiene que ser así?
Nosotros los terapeutas sentimos como cualquier persona, muchas veces nos enojamos y queremos mandar lejos a unos cuantos, queremos gritar y protestar, etc. otras tantas nos entristecemos y queremos llorar, aislarnos y hacer nuestros procesos como es natural. Pero ¿Lo podemos hacer siempre? ¿Podemos tomarnos nuestro tiempo para nosotros? Es la pregunta más importante que debemos hacernos, porque la respuesta tendría que ser, afirmativa. Que cada vez que un psicólogo, terapeuta o maestro necesite de su espacio, para sí mismo. Lo tenga sin temor a la obligación de cumplir con acoger, abrigar, guiar y consolar a otros. Sin culpas, ni remordimientos por no estar en primera fila para aquellos amados pacientes. Y si, aceptando totalmente que también se es humano y tiene derecho a quebrarse, tiene el derecho a que lo abracen y también a que lo consuelen.
Si bien es cierto, los terapeutas estamos brindando nuestro apoyo en momentos de crisis a quien lo necesita, es importante que también aceptemos y entendamos que nunca es y será nuestra obligación estar para todos. Que tenemos derecho a ser frágiles, tenemos derecho a pedir ayuda, a refugiarnos y por supuesto tenemos derecho a decir No, por nuestra misma salud mental y emocional. También nos cansamos, también sentimos y nos quebramos como cualquier ser humano.
El amor y respeto debe comenzar siempre primero hacia nosotros mismos. Así que querido colega, ten constantemente presente que tienes todo el derecho a quebrarte y también a decir No, dejar el teléfono, no responder mensajes y quizás aplazar citas, para darte el tiempo necesario de reponerte, respirar, sonreír y volver como lo sabes bien, a dar la mejor atención con tu corazón y conocimiento por el bienestar del paciente. Todos tenemos derecho a tener apoyo. Total, Los psicólogos tenemos hecho el corazón de algodón dulce y a veces necesita recargarse, para seguir endulzando.
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