No puedes elegir tus emociones, pero sí puedes escoger qué hacer con ellas. Porque solo tú puedes elegir tus acciones, pero no podrás escoger los sentimientos. Algún día te sentirás en la cima del mundo. El siguiente puedes sentir que quieres esconderte para siempre. La vida provoca innumerables sentimientos, pero eso no significa que tengas que regirte por tus emociones para actuar.
Permitir que tus circunstancias dicten tus sentimientos es natural, pero si te suceden cosas dolorosas o situaciones difíciles, te encontrarás flotando sin saber qué hacer cuando sientas que estás en un mar de tristeza… Intentando no ahogarte. Si te suceden cosas buenas, serás feliz solo mientras dure…
Quizá no te hayas dado cuenta de que tienes más opciones, pero las tienes. Siempre puede haber una mejor forma de hacer las cosas. Debes gobernar tus emociones para poder escoger las acciones que las siguen.
¿Por qué las emociones parecen gobernarnos?
Según los psicólogos evolutivos, las emociones son el resultado de los circuitos cerebrales que desarrollamos temprano en nuestra historia evolutiva. Las emociones funcionan para alejarnos de las señales negativas (aversivas) en nuestro entorno y atraernos hacia situaciones positivas (apetitivas).
Por ejemplo, sentir miedo cuando ves un gran animal carnívoro puede motivarte a alejarte de él. Si no tenías miedo, podrías decidir acariciarlo y ser devorado en respuesta de esa acción. Por lo tanto, las emociones nos ayudan a sobrevivir, si sabes qué significan y cómo actuar en consecuencia.
Eso no significa que debamos seguir ciegamente todo lo que sentimos. La vida moderna es compleja, y aunque las emociones nos empujan en una dirección particular, también podemos usar nuestra propia lógica interna para determinar qué dirección nos será más útil a largo plazo.
Analiza lo que sientes antes de actuar impulsivamente
Dar un paso atrás para analizar nuestras emociones objetivamente de esta manera puede ser particularmente complicado en un contexto de relación. Nuestras relaciones románticas a menudo reflejan nuestro estilo de apego a nuestros cuidadores principales. Por esta razón, las personas a veces caen en la trampa de asumir que sus parejas tienen la responsabilidad automática de mitigar cualquier sentimiento difícil que pueda surgir.
Sin embargo, ese simplemente no es el caso. ¡Tu pareja no es tu padre ni tu madre! Cuando se trata de resolver las emociones negativas, la ayuda de una pareja siempre es un acto voluntario de amor, no una obligación. Resistir el impulso de volverse emocionalmente dependiente crea una dinámica mucho más saludable.
La próxima vez que te sientas abrumado por una fuerte emoción en un conflicto de relación, debes procesas tus sentimientos y emociones para saber cómo actuar en consecuencia. A continuación vamos a ofrecerte ciertas claves que te servirán de ayuda en caso de que suelas dejarte llevar demasiado por las emociones.
Identifica la emoción que sientes
El primer paso es identificar la emoción que sientes y ponerle nombre. A los niños, se les enseña esto en educación emocional para que aprendan a identificarlas, pero son muchos los adultos que deben hacerlo también. El psicólogo estadounidense Robert Ekman identificó seis emociones básicas que evolucionaron en respuesta a los desafíos que enfrentan nuestros antepasados biológicos: felicidad, tristeza, miedo, ira, asco y sorpresa. Se cree que las emociones básicas son automáticas y rápidas, lo que desencadena un comportamiento que habría tenido un alto impacto en la supervivencia en el pasado.
Una vez que identificamos nuestra emoción básica, tenemos la oportunidad de evaluar su mensaje subyacente. Al reconocer para qué nos motiva esa emoción, podemos determinar si esa motivación es realmente apropiada para el contexto actual o no.
Siente la emoción pero no actúes antes de tiempo
Las emociones son sistemas de motivación que nos animan a movernos en una dirección particular o comportarnos de una manera concreta. Cuando se trata de emociones catalogadas como negativas como la ira, la tristeza, el miedo y el asco, es importante reconocer lo que le están diciendo sobre los problemas percibidos en el entorno.
Si estás enfadado o asustado tienes que preguntarte por qué te sientes amenazado. Si estás triste, ¿qué es lo que has perdido para estar así? Si te sientes asqueado, ¿qué contaminantes físicos percibidos o comportamientos inmorales le indican a tu cuerpo que debes retroceder?
Por ejemplo, si estás enfadado porque tu pareja ha pasado mucho tiempo en su teléfono últimamente, incluso cuando estáis juntos, tienes que identificar la amenaza percibida. ¿Estás enfadado porque podrían estar priorizando los mensajes de alguien más que un tiempo de calidad contigo? ¿Te frustra que aparentemente que te den por sentado y que revisar Instagram parezca ser más importante que tu relación? ¿Su equilibrio entre el trabajo y la vida se ha vuelto tan sesgado que pasan más tiempo respondiendo correos electrónicos que hablando contigo? Identifica el problema para ponerle solución a través de la comunicación asertiva con tu pareja en este caso.
Después de sentir la emoción decide qué hacer
Ahora bien, una vez que ya sabes qué emoción es la que estás sintiendo, será cuando puedas escoger la acción necesaria para ese momento concreto de tu vida. Piensa qué ocurre, qué sientes y por qué es así. Después analiza las circunstancias y después, con calma escoge la acción que quieres seguir.
Si te dejas llevar por la ira o por el enfado, es más que probable que acabes realizando acciones que te lleven al arrepentimiento. Por ejemplo, si estás estresado por el trabajo y tus hijos pequeños demandan tu atención porque te han echado de menos durante el día, pero te irritas y les acabas gritando porque necesitas calma, ¿qué pasará después? Que te arrepentirás de haberles gritado. En este caso, cuando comiences a sentir ira o irritación, es mejor que les digas con cariño que necesitas 10 minutos de descanso y que después de eso (y de encontrar tu calma) les atenderás.
Hay muchas maneras de encarar las situaciones, pero antes de hacerlo y de entrar a la acción, piensa bien cómo te sientes y si las acciones las dominan las emociones o tú mismo. Todas las emociones son necesarias y hay que sentirlas. Pero una vez que las sientes y sabes qué te quieren decir, podrás actuar en consecuencia. Elegir qué hacer con tus emociones es tu responsabilidad… como el puente hacia tu bienestar emocional. Después de todo, no se trata tanto de elegir qué sentir, sino de saber cómo manejar esos sentimientos.
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