Alguien dijo una vez: «Las palabras son peldaños de la escalera de nuestra comunicación»
Por lo tanto, debemos cuidar que cada tramo esté bien construido, que no sea resbaladizo, que no esté carcomido para que no provoque más caídas o problemas en nuestras relaciones con los demás.
Cuando hablamos, hemos de cuidar lo que decimos. Es verdad que muchas veces es tanta la indignación que albergamos, que si diéramos rienda suelta a nuestro sentimientos en esos momentos, seríamos capaces de soltar auténticas barbaridades.
Pero la prudencia nos hace ver que no es el momento oportuno y mejor quedarse callado, lo contrario pudiéramos herir los sentimientos de otras personas.
Hay veces que el enfrentamiento con otras personas provoca que se digan palabras malsonantes e hirientes, y que hacen daño al que las escucha y por supuesto también al que las dice.
En esos momentos es cuando debemos pararnos a reflexionar para que seamos capaces de calibrar el daño que con ellas podemos hacer, pues una vez dichas, no tendrá remedio, ya no valdrán disculpas, ni los arrepentimientos, porque todo estará dicho.
He recopilado unos consejos que creo que nos ayudarán a todos a la hora de hablar, y para que en los momentos de indignación y enfado, sepamos reprimir nuestras palabras para no ofender, por muy dolidos que estemos.
Consejos:
- Una palabra cualquiera, puede ocasionar una discordia.
- Una palabra cruel, puede destruir una vida.
- Una palabra amarga, puede provocar odio.
- Una palabra brutal, puede romper un afecto.
- Una palabra agradable, puede suavizar el camino.
- Una palabra a tiempo, puede ahorrar un esfuerzo.
- Una palabra alegre, puede iluminar el día.
- Una palabra de amor y cariño, puede cambiar una actitud.
Pensemos en todo antes de hablar.
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