Hace tiempo que leí un libro de José Luís Martín Descalzo que se titulaba «Razones para la Esperanza».
Este gran hombre y gran sacerdote, cargado de humanidad y sencillez, lleno de entusiasmo, amor y veneración hacia Dios y hacia la vida, dedica todo un libro de artículos (86 en total) para meditar en hecho que a él (hombre de gran fe), le producían la esperanza para vivir y así poder transmitirla a los que le leían y escuchaban.
Y es que no hay nada más alentador para llevar una vida con alegría, que el tener esperanza en todo lo que pasa ante nuestro ojos cada día.
Los padres tienen esperanza, en que sus hijos sean hombres de ley… El enfermo tiene esperanza, ante la curación de su enfermedad… El trabajador espera, que su trabajo sea útil a los demás… El joven y el niño, esperan que su futuro sea bueno… El sacerdote tiene la esperanza, de ver algún día una Iglesia más unida… Y así podríamos ir enumerando miles de «esperanzas», tantas como habitantes hay sobre la tierra.
La esperanza es lo último que se pierde (dice el dicho), y gracias a ella, vivimos con los ojos puestos en «el día siguiente» para no desfallecer en nuestras ilusiones, esperando que mañana o pasado sean mejores que hoy.
El Reino de Dios, es nuestra esperanza final, y al él debemos dirigir nuestra vida y todos nuestros actos.
Que nuestras razones para la Esperanza sean cada día más fuertes, para que podamos transmitirlas a todos los demás, y así desechar de nuestra vida los desalientos y miedos que pasan por ella.
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