Hace unos días comía con algunas directivas en una escuela de negocios que no voy a nombrar, cuyas empresas tampoco voy a nombrar. Surgió, cómo no, la controversia sobre las diferentes trayectorias profesionales, y algunas apuntaban la discriminación que habían sufrido.
Yo me apuntaba al bando que no veía tanto sufrimiento, aunque sí discriminación, que era salvable, y alegaba que si nosotras, ya maduritas, no habíamos tenido mensajes negativos, no entendía que nuestras hijas tuvieran un mensaje que ya no era real.
Cierto es que en algunos sitios más que otros, había algunos prejuicios, pero siempre sentí que el hombre era capaz de reconocer el trabajo bien hecho, viniera de quién viniera o como se suele decir ahora, el talento femenino, cuando lo había, lo que producía un cambio en su actitud. Nuestra conversación era un granito de arena en un desierto comparadas con Margarita Salas y su trayectoria, pero al leer las palabras de su director de tesis, creo que reflejan muy bien la realidad.
No era normal que la mujer destacara en muchos campos, pero no por ello, dejaba de hacerlo. Margarita es el ejemplo de que se podía, y que su vocación no vino por otra mujer sino por su padre. Como Laura Bassi, otra de nuestras científicas preferidas, y que la precedió varios siglos, destacó trabajando en el mismo campo que su marido, al igual que Marie Curie, porque el talento siempre se ha reconocido y ha inspirado.
Alberto Sols, el primer investigador español especializado en Bioquímica y director de su tesis, recordaba después que, cuando Margarita Salas le fue a ver por primera vez, pensó: “Bah, una chica. Voy a darle algo fácil y, si no sale, no importa”. Pero pronto se dio cuenta de que se había equivocado. Por el contrario, resultó ser una investigadora brillante, rigurosa, tenaz y autoexigente
La experiencia fascinante de Margarita
Margarita Salas, siempre será una de las principales figuras de la ciencia española e internacional, pionera de la Biología Molecular en España y, que a pesar de sus 80 años, estuvo trabajando hasta un mes antes de su muerte en su laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.
Margarita nació en Canero, Asturias, en 1938. Su padre, médico, influyó en ella alentando su interés por las ciencias. Cuando tenía dieciséis años marchó a Madrid para realizar las pruebas de acceso a Química y Medicina. Ingresó en la facultad de Químicas y en el verano de 1958 conoce a Severo Ochoa, quien tendrá gran influencia en su carrera, orientándola hacia la bioquímica.
Después de su graduación en Ciencias Químicas, Margarita Salas ingresó en el laboratorio de Alberto Sols, pionero de la bioquímica en España, bajo cuya dirección, realizó su tesis doctoral sobre la especificidad anomérica de la glucosa-6-fosfato isomerasa.
Después de realizar la tesis y doctorarse en bioquímica en 1963 por la Universidad Complutense de Madrid, y ante un panorama poco prometedor para obtener financiación en España, la investigadora se desplazó a Estados unidos con su marido, Eladio Viñuela, también investigador, donde vivieron durante cuatro años (1963-1967), para trabajar en la Universidad de Nueva York junto a Severo Ochoa. Esta fue una de las mejores etapas de su vida desde el punto de vista científico y cultural.7
Según ella misma recuerda en una entrevista: «fue una experiencia fascinante», y su nombre quedó ligado al del Nobel español para siempre.
Alberto Sols, el primer investigador español especializado en Bioquímica, recordaba años después que cuando Margarita Salas le fue a ver por primera vez, pensó: “Bah, una chica. Voy a darle algo fácil y, si no sale, no importa”. Pero pronto se dio cuenta de que se había equivocado. Por el contrario, resultó ser una investigadora brillante, rigurosa, tenaz y autoexigente.
Ochoa trató a Margarita Salas como un científico, y nunca como una mujer dedicada a la ciencia. «Él nunca me discriminó», contaba. Ochoa puso a trabajar al matrimonio en grupos de investigación diferentes. «Decía que era para que aprendiéramos inglés, pero lógicamente su intención era que desarrolláramos nuestro trabajo de forma independiente». Y así sucedió, destacando cada uno en sus campos sin hacerse sombra.
La vuelta a España y su amor por un virus
A su vuelta a España, Margarita funda el primer grupo de investigación en genética molecular del país en el Centro Superior de Investigaciones Científicas, enfocando sus estudios en el virus phi29. Descubrió que este virus tenía una polimerasa con una elevada eficacia para ensamblar moléculas de ADN, y purificó y caracterizó la polimerasa demostrando múltiples aplicaciones de la misma en diferentes áreas como la medicina forense, la oncología o la arqueología, entre otras.
La vida de Margarita Salas estuvo siempre unida a un ser diminuto, a la de este virus Phi29 que infecta a las bacterias. Dedicó toda su carrera científica a desentrañar sus secretos. Fue una búsqueda por el puro conocimiento, quizá simplemente porque «se enamoró de un virus», como solía contar cuando se le preguntaba.
Gracias a su pasión hoy se cuenta con una herramienta clave que se utiliza en todo el mundo y permite ampliar el ADN de manera sencilla, rápida y fiable. No en vano, la patente derivada de la ADN polimerasa phi29, ha sido la más rentable presentada por el CSIC hasta la fecha. En los años que fue activa, del 2003 al 2009 devolvió millones de euros en inversión a la investigación financiada con fondos públicos, según ha informado el CSIC. En la actualidad sus aplicaciones siguen activas.
Una vida de trabajo y reconocimiento
Entre sus mayores contribuciones científicas destaca la determinación de la direccionalidad de la lectura de la información genética, durante su etapa en el laboratorio de Severo Ochoa, y el descubrimiento y caracterización de la ADN polimerasa del fago Phi29, que tiene múltiples aplicaciones biotecnológicas debido a su altísima capacidad de amplificación del ADN.9
Fue profesora Ad Honorem en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, centro de investigación mixto del CSIC y de la Universidad Autónoma de Madrid, donde siguió trabajando con el virus bacteriófago Phi29, de gran utilidad en la investigación en biotecnología y el cual infecta una bacteria no patógena, Bacillus subtilis.
El currículum vitae de Margarita Salas cuenta con más de trescientas cincuenta publicaciones en revistas o libros internacionales y unas diez en medios nacionales. Es, además, poseedora de ocho patentes, y ha realizado unas cuatrocientas conferencias.
Siempre será recordada como una de las grandes científicas españolas del siglo XX, y la mujer que inspiró a otras a encaminarse hacia una carrera científica, o como la «madre» de la Biología Molecular en España. Pero sus comienzos y su trabajo no fueron fáciles
Margarita Salas recibió numerosos premios y galardones a lo largo de su carrera. Entre ellos destacan el Premio Rey Jaume I, el Premio Nacional Ramón y Cajal, el Premio LOreal UNESCO y la Medalla Echegaray. Hace apenas unos meses la investigadora recogía en Viena el Premio Inventor Europeo concedido por la Oficina Europea de Patentes y Marcas.
Otros reconocimientos son la Medalla al Mérito en el Trabajo, en su categoría de oro, la membresía en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y su incorporación a la Real Academia Española en 2003, donde tras su discurso “Genética y lenguaje” ocupó el sillón «i» y de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Incluso recibió el marquesado de Canero, otorgado por el Rey Don Juan Carlos, en reconocimiento por su labor investigadora. Sin embargo, la asturiana Margarita Salas nunca consiguió el premio Princesa de Asturias. «Era una espinita que tenía clavada en su corazón», según cuentan algunos.
La vida de Salas está llena de historias, ideas y anécdotas: desde su huida a Nueva York en el 64 para trabajar con el mismísimo Severo Ochoa a su ingreso en la Real Academia Española con un discurso sobre Genética y lenguaje.
Pero quizás es la historia de su gran patente la que nos da una idea más actual de su papel en el desarrollo de la gran reina de la ciencia contemporánea: la genética.
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