La revista «Corazón TVE» cayó en mis manos y me dejé llevar. No soy aficionada a leer este tipo de revistas. Leí un artículo que me hizo reflexionar y constatar una vez más, el rechazo actual a la muerte y a preguntarme por la Navidad.
El artículo está firmado por Pilar Vidal y lleva por título: «Luto en Navidad«. La verdad es que el texto bien, agradable de leer… hasta que llegué al último párrafo y he decidido intentar plasmar una mirada más amable de la Navidad.
‘Confidencias’, sección donde se halla el artículo, se centra en su mayor parte en el fallecimiento del padre del actor Miguel Ángel Silvestre. Pondera una situación personal de un famoso y admira la serenidad de la familia de este actor en un momento tan doloroso. (Me viene ahora a la cabeza el luto desgarrador de la familia de Laura Luelmo).
Incluso hay una afirmación muy bonita de la autora: «Me fascina la gente que no tiene miedo a la muerte»
No queda muy claro si es una fascinación que le abre al misterio del ser humano, y que provoca admiración,-como ella señala-, o lo aborda desde el rechazo a un hecho natural: la muerte.
Una historia real de profunda fascinación
Hace años, una vecina sí provocó en mí verdadera fascinación. Mi querida «vecina» que estás en los Cielos… Porque en el plazo de cinco días perdió a su marido, y a su hija mayor.
Bien, la hija si no recuerdo mal murió un 17 de diciembre, y su marido, si no me fallan las fechas un 21 o 22 de diciembre. Nos quedamos de piedra, con dolor y confusión, ¿cómo es posible que el Señor permita estas cosas?
El dolor de aquella madre era indescriptible, pero no porque hubieran fallecido, ya que era una mujer creyente y estaba preparada, sino porque al estar cuidando de su marido, no pudo estar en el momento en que su hija falleció. Y ese sufrimiento era difícil de superar.
Recuerdo que me decía: «Mi marido… ya estaba mayor, tocaba, con 80 años es normal, pero mi hija ¡tan joven! y ya ves, el Señor los quería a los dos!
Realmente una mujer maravillosa, me conmovía mucho verla rezar. Era de Misa diaria, de Rosario diario, y de tantas cosas diarias que se quedan en la intimidad de su gran vida. Su sonrisa me acompaña siempre.
Una escena real
El 23 de diciembre por la mañana, lo recuerdo claramente, veo a mi vecina colgando de su terraza esa imagen del Niño Jesús en Navidad que se prende en los balcones por estas fechas. Me quedé perpleja y admiré una vez más a esa gran mujer que Dios me regaló como vecina.
Acababa de perder a dos seres queridos y ¿cómo reaccionó ella? ¡Con la Navidad!
El arrebato
Vuelvo al artículo «Luto en Navidad«. Al llegar al final del texto, se lee lo siguiente: «Lo que no es aceptable es que eso suceda en estas fechas, cuando todas las calles están iluminadas y que precisamente lo que queremos es estar más unidos que nunca a los nuestros. Hay gente que no teme a la muerte, pero la hay que odia la Navidad».
¿Qué culpa tiene la Navidad?
Es comprensible que haya personas no creyentes, para quienes la Navidad sea únicamente eso: iluminaciones fantásticas, ruidos y encuentros familiares, eso que se oye por ahí: «La Navidad es un sentimiento».
Y que por tanto, pierdan de vista la esencia de una celebración profundamente religiosa que marca un antes y un después en la Historia. O como dicen por ahí: «Jesucristo es el parteaguas de la historia de la humanidad».
Temor lo que se dice temor a la muerte, lo tenemos todos, unos más que otros, porque lo desconocido impone y que sepamos, salvo el mismo Jesucristo y los resucitados por Él, nadie ha vuelto de la muerte.
Es lógico albergar el temor, un sano miedo, incertidumbre… así como nadie elige cuándo, cómo y dónde nacer, mucho menos elige cómo morir. Es algo que se lo confiamos a Dios.
Ese último párrafo parece más un arrebato que un pensamiento nacido de la reflexión. La Navidad no tiene culpa de que las personas se mueran, la muerte es connatural al ser humano. ¿Que es triste? pues claro; ¿doloroso? por supuesto; ¿quedarán lugares vacíos en las reuniones familiares? Sin duda.
Pero… ¿Odiar la Navidad? Pienso que la autora del artículo se dejó llevar por un impulso… sin caer en la cuenta de que uno puede dejar impresas frases tan absurdas como infantiles. Propias de un arrebato, no de una madurez de vida.
La Navidad trae la esperanza de una vida después de la muerte, sin ella no habría nada tras este trance, y por tanto, en estas circunstancias podría ser un momento de reflexión, no dudo que triste por la ausencia. Pero creer en el Niño Jesús, es creer que la muerte es tan sólo un paso natural, y que lo de después no es peor, sino mejor, y pensar en el reencuentro.
La Navidad, es el Nacimiento de Cristo que nos trae la esperanza de la Vida eterna, no tiene la culpa
Más bien, cuando el hombre eclipsa a Dios, cuando cava un agujero y entierra la Fe, es cuando la incomprensión ante el misterio humano se torna arrebato. Lógico.
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