Vivimos la reclusión de nuestros niños y jóvenes en pandemia. Pero llama poderosamente la atención que esto se produzca por iniciativa propia, ¿qué les ocurre y por qué buscan el aislamiento? ¿Qué está pasando con nuestra juventud y cuál es el papel de las familias?¿Cómo influyen en ellos las nuevas tecnologías y ese uso, generalmente, exagerado e ilimitado del móvil y las redes sociales? ¿Qué encuentran entre las frías paredes y el vacío de su habitación que no le satisfaga en una reunión con sus amigos, jugando al fútbol, yendo a ver una película al cine o paseando? Expertas en educación y psicología responden a estas cuestiones y nos dan algunas recomendaciones.
Una sociedad ahogada por el estrés y las nuevas tecnologías, eso es lo que vemos a nuestro alrededor. Las familias corren a diario, sin pararse a pensar ni a respirar, para poder sacar adelante sus labores dentro y fuera de casa, la crianza de sus hijos y el resto de responsabilidades personales y sociales, y eso lleva impresas muchas complicaciones.
Resulta habitual caminar y ver a niños en sus sillas de paseo ojeando dibujos desde el móvil sin contemplar nada a su alrededor que no sea animación audiovisual, mecánica e insensible.
Son muchos los profesionales que conciben perjudicial adentrar a los menores en el uso del teléfono móvil desde tan pequeños. Para ellos, además, comprobar su desarrollo madurativo es un indicativo a tener presente. Pero, resulta habitual caminar y ver a niños en sus sillas de paseo mientras sus madres hacen recados o sus familiares charlan y comen en una cafetería, ojeando dibujos desde el dispositivo de telefonía sin contemplar nada a su alrededor que no sea animación audiovisual, mecánica e insensible. Por lo tanto, cabe poner de relieve la necesidad de, además, educación en los padres para lograr este tipo de responsabilidad para con sus hijos desde la más tierna infancia.
Datos que revelan una seria problemática
La última encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en los Hogares , 2022, destaca precisamente la frecuencia del uso de las nuevas tecnologías en niños de menos de 15 años y por sexo, sobresalen las niñas, indicando, también, que los jóvenes de entre 16-24 años son de los más activos en redes sociales. Infantes de entre 10-15 años usan Internet en un 97.5%.
El doctor Miguel Ángel Martínez-González, autor de ‘Salmones, hormonas y pantallas’ (Planeta, 2023), galardonado con el Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón escribe: “(…) los filósofos de la salud pública siempre han defendido que no basta con educar individualmente. Hay que ir más allá. El siguiente paso imprescindible es cambiar el ambiente social para hacer más fáciles las elecciones más sanas. (…) el márquetin sanitario, la arquitectura de las opciones, los valores familiares, la disponibilidad de recursos, las acciones en los mass media, los currículos escolares, los pequeños empujoncitos que se pueden dar a las personas mediante pistas ambientales, para que casi sin esfuerzo lo más sano les resulte lo inmediato, lo más atrayente, y acaben cumpliéndolo casi sin esfuerzo. Una vez que se logra cambiar el ambiente y se transforman los criterios sobre lo que es socialmente aceptable, se logra que una población acepte e incorpore mayoritariamente la nueva norma saludable”.
Contacto con la naturaleza y su entorno personal
“No es ninguna novedad decir que se hace complicada la educación de niños y adolescentes. Para ellos es muy positivo llevarlos al parque y que se relacionen, al campo para que respiren y tengan contacto con la naturaleza, a dar un paseo, realizar diversas actividades y deportes…, esto es, actividad física y una sólida rutina de hábitos de vida saludables y, socializar de otra manera”, aclara Mirian Galán maestra de Educación Infantil y logopeda, premiada en la V edición de los Global Teacher Award por su dedicación a su profesión.
Para la fundadora de la plataforma educativa SuperEducalandia, los adolescentes deben entender que las redes sociales no suponen el único método de socialización a día de hoy. “No estoy en contra de socializar mediante herramientas virtuales, pero el resto no puede aparcarse, debe haber cierta sensatez en todo esto. Los padres pueden y deben implicarse comunicándose con sus hijos, proponiendo otro tipo de métodos sociales y animándolos a la práctica de otras acciones que puedan gustarles formando también parte en ellas”, remata.
La Organización Mundial para la Salud (OMS) subraya de modo contundente el perjuicio por el visionado de pantallas en niños menores de dos años. Por otro lado, expertos pertenecientes a la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) sostienen de 2-5 años ver contenidos de calidad con los padres sin superar los 60 minutos al día y a partir de los 6, alcanzar un equilibrio lógico en esta práctica, procurando no ver el móvil o la televisión a la hora de comer, durante el estudio e instantes previos a irse a dormir, recalcando la imprudencia al instalar una televisión en el dormitorio del menor.
Contactos vía Internet
Beatriz Durán Ruiz, psicóloga y formadora, sostiene que es frecuente que a las personas les cueste conocer gente nueva, mucho más hacer amigos, algo que, para ella, puede tornarse más dificultoso en edad adolescente. “Los jóvenes están en un momento de dudas constantes respecto al mundo, a su identidad y lo que quieren hacer en el futuro. Si a todo eso acompaña una baja autoestima y pocas habilidades sociales a la hora de relacionarse con la gente, se hace lógico creer que los jóvenes prefieran relaciones sociales por Internet a hacerlo en persona”.
Hablar a través de las redes sociales implica un vínculo con la inmediatez. Entrar y ya hablar con alguien no supone ningún tipo de esfuerzo, se puede estar cómodamente en casa y en ‘tu rincón seguro’.
“Desde los servicios de orientación laboral en los que trabajo con jóvenes, recomiendo que busquen aficiones que les acerquen a personas semejantes a ellos para compartir y disfrutar en lo que más les gusta hacer. Si, a la vida representada por una mesa, le faltan patas es menos sólida y se tambalea y las amistades son parte esencial para hacer base. Para lograr ese tipo de relaciones positivas y saludables uno puede acudir a centros cívicos del lugar de residencia donde se realicen actividades que les atraigan (fotografía, pintura, cerámica…), clubs o centros deportivos”, aconseja esta profesional, quien asevera que actualmente se está poniendo de moda una aplicación móvil (Meetup) para tal fin y para que los chicos puedan apuntarse a bajo coste o sin coste alguno.
Aprender a relacionarse en la vida real
Durán recuerda no culpar a los hijos por esa falta de habilidades sociales, entendiendo que el hecho de vivir en una era tan digitalizada y rápida para cubrir necesidades, no se lo pone fácil a nadie. “Si nosotros como adultos recurrimos a las redes sociales para conectar con alguien determinado sea cual sea la exigencia, hemos de plantearnos dar ejemplo antes de achacar nada a los hijos”.
“Debemos sentarnos con nuestros hijos y lograr con ellos esos espacios de comunicación para explorar su autoconocimiento y descubrir qué quieren y buscan y para ayudarles a encontrar dónde pueden encontrarse cómodos con gente que tengan sus mismos intereses”, comparte la formadora. Para ella, «colocar en las manos de un niño, desde muy pequeño, un teléfono móvil, no hace más que entorpecer el que un niño el día de mañana tenga esa confianza y pueda exponer sus problemas a sus padres, hablar, buscar apoyo, frente a la intencionalidad de atentar contra su integridad física, su vida”, perfila la psicóloga.
Como especifica la profesional, los padres pretenden tener a los niños constantemente estimulados sea por medio del móvil, la televisión o los videojuegos y no se les enseña a frustrarse, no se les permite aburrirse, ni se promueve la educación emocional. Cabe destacar la necesidad de trabajar estos aspectos en conjunto, tanto en las escuela como en las familias. “La falta de los espacios de comunicación entre hijos y padres puede llevar a no tener recursos suficientes para sacar de sus ‘mochilas’ todo lo que les preocupe y pedir ayuda y aunque, a los padres no se les puede hacer responsables de la decisión que tome el niño o joven, sí han de ser conscientes de que esos momentos de compartir entre ellos pueden ser un factor real de protección contra el suicidio”.
En busca de una seguridad
Por último, Durán refiere que, habiendo entrenado desde pequeños a los hijos en la frustración, podrán aceptar y asimilar que muchas veces personas con las que se relacionan no son cómo esperaban y eso supone salir de ese entorno y seguir buscando a quienes a uno le hacen sentir y estar bien.
Úrsula Perona, psicóloga infanto-juvenil expresa que el apartamiento de los adolescentes respecto a las relaciones en persona es como una ‘pescadilla que se muerde la cola’. “Los jóvenes cada vez salen menos y los contactos con sus amigos resultan a través del móvil y los videojuegos. Al perder contacto real en etapas críticas del desarrollo, donde se conforma la identidad y las habilidades sociales, no se tiene oportunidad de aprender a relacionarse, a comunicarse, por lo que el adolescente se siente torpe, inadecuado, siente que no sabe desenvolverse en persona y esto hace que se aísle todavía más y se refugie en su alter ego virtual”.
La profesional asegura que las redes sociales se vuelven un lugar seguro para los adolescentes con una interacción controlada (imagen, palabras, filtros…) y en el mundo real se sienten más retraídos. Perona identifica el fenómeno social de los HIKIKOMORI (término japonés) que, aunque se inició en Japón se ha extendido a Europa y se refiere a quienes han escogido aislarse de la sociedad. “Hablamos de jóvenes que llevan el retiro al extremo, llegando a enclaustrarse y no salir de su habitación para nada. Viven entre cuatro paredes y se relacionan exclusivamente a través de Internet. Llegan a edades como los 30 o 40 años sin profesión, sin estudios, sin amigos o pareja. Siguen viviendo con sus padres y en su habitación, ese lugar fiable en el que han encontrado refugio para sus inseguridades, que se harán más grande cuanto menos se expone uno a ellas”.
Establecer límites y pautas en familia
Pese a que -como apunta esta psicóloga- los adolescentes necesitan más tiempo a solas y aprovechan y demandan menos momentos en familia, los padres suelen cuestionarse si es recomendable obligarles a salir de su habitación o forzarles a realizar alguna actividad con ellos. Finalmente, la idea esencial para ayudar a los hijos a salir del aislamiento físico para Perona, además del equilibrio, supone:
- Establecer algunos momentos de ocio compartido en familia, unos mínimos, respetando, por un lado, su necesidad de tiempo a solas, pero sin permitirles todo, como estar un tiempo ilimitado en la habitación o usando el móvil.
- Limitar el horario de uso de la tecnología porque sin Internet, no sólo agudizan su ingenio y se distraen con otras actividades más productivas como la lectura que posibilitará desarrollar su pensamiento crítico, y buscan más el reactivar o fortalecer relaciones con sus seres queridos, familia y amigos, y plantearse actividades con ellos que desde luego les aportarán significativos beneficios.
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