Tras meses de confinamiento, los profes miramos ya a septiembre y, en él, a ese posible y deseado día de encuentro con todos nuestros alumnos: la vuelta a nuestro colegio para jugar, ver a los amigos, aprender juntos, etc.
Las clases vacías, inertes, sin vida, volverán por unos instantes a resurgir. Veremos, de nuevo, sus caras, y dejarán de ser letras o imágenes tras la pantalla, para volver a ser Laura, David, Adrián… Volveremos a trenzar esos lazos que nos unen y que nos recuerdan que formamos parte de una gran red de seguridad.
Algunos de estos alumnos apenas llevan unos meses en nuestra vida; otros, sin embargo, varias promociones. Hemos aprendido a comprendernos, a descifrar los minúsculos movimientos del lenguaje no verbal, a escuchar la ausencia de palabras. Todos los profesores poseemos ese superpoder que nos permite percibir cuándo algo no va bien. De un solo vistazo, podemos saber (si conocemos al niño o niña) si algo ha pasado. Quizás en septiembre, con mascarilla, sea más complicado, pero lo solucionaremos.
Hemos aprendido a comprendernos, a descifrar los minúsculos movimientos del lenguaje no verbal, a escuchar la ausencia de palabras.
Será difícil refrenar esa necesidad de contacto físico, hoy imposible. Habrá que aprender a cambiar los dos besos o el abrazo, por un choque de codos, pies o de “culetes”. Y aunque aprenderemos, como tantas otras cosas, reconozcamos que en ocasiones será más que difícil.
Pero volveremos. Y con miles de nuevos aprendizajes: de esos que no figuran en el currículo y que, sinceramente, habíamos dado por sentado en muchas ocasiones, pero que -por aquello de enseñar unos contenidos o competencias-, habíamos relegado.
Un ejemplo: recientemente, en una de mis últimas videollamadas, me sorprendí del nivel madurativo de la conversación. Son niños de entre nueve y diez años. Hablaban de la responsabilidad, de la obligación de llevar mascarillas, de la solidaridad y de la incertidumbre sobre aquello que pasará. Aunque, como en todas conversaciones desde el inicio del confinamiento, el tema recurrente era “volver”. Regresar a clase, estar juntos de nuevo. La necesidad de pertenencia a un grupo. De recomenzar. De regresar a su cotidianeidad, a esas amadas rutinas que se habían interrumpido bruscamente.
Tarde o temprano, todo pasará; pero quedará la fuerza, la energía que todos hemos demostrado de cambiar algunos hábitos, para darnos una nueva oportunidad.
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