Nadie está al margen de la invasión de Rusia a Ucrania y los padres han de tener conversaciones con sus hijos al respecto, aunque sin mostrarles imágenes demasiado explícitas o entrar en demasiados detalles. Aunque algunos niños no lo vivan tan intensamente o no sientan tanta curiosidad por lo que acontece, verán y escucharán. Psicólogos aseguran, que es recomendable que como adultos se les observe por si están sintiéndose afectados ante las duras noticias.
Del mismo modo que en el hogar, en los centros educativos, tratar este tipo de temas ha de hacerse desde la responsabilidad, sensibilidad e implicación. Además, se les debe dar libertad a los niños para que se expresen, consulten dudas y participen en movimientos solidarios como la entrega de ropa y material sanitario, algo que puede resultar reconfortante para ellos.
Los niños no comprenden por qué hay adultos que perjudican a otros y separan familias. Cristina Pizarro Rivero, pedagoga y máster en Psicopedagogía, conviene que es natural que les llama la atención que un compañero nuevo llegue desde otro país a su clase, estando el curso tan avanzado. La experta recomienda usar un cuento para explicarles sus emociones.
A través de la literatura se puede ayudar a los niños, fomentando su empatía y su comprensión. “Uno de los cuentos que mejor puede explicar la situación que a nivel mundial estamos viviendo resulta “El viaje”, de Francesca Sanna, además, ilustradora y diseñadora gráfica. Está basado en una historia real y en ella se narran todas las dificultades que se encuentra una familia que está huyendo de la guerra para poder comenzar de cero. Gracias al libro se puede explicar a los niños que siente un menor al verse obligado a escapar de casa a causa de un conflicto bélico”, expone la especialista en psicopedagogía.
Estar atento a la información que se consume
Desde UNICEF, ONG (organización no gubernamental) que trabaja por la infancia y sus derechos, Ignacio Guadix, responsable de Educación en UNICEF España, revela que, con las imágenes tan complicadas que aterran a niños y mayores, hay que procurar, como adultos al cuidado, estar pendientes por si surgen temores en el niño o el adolescente.
Guadix declara que: “Escuchar o ver noticias impactantes puede causar un trauma adicional y/o insensibilizar al niño sobre cuestiones violentas y sus consecuencias. La edad y el nivel madurativo también condicionan cómo interiorizan y gestionan sus miedos”.
El profesional aprovecha para recordar que algunos niños pueden estar consumiendo indiscriminadamente información por su propia vía gracias a los dispositivos que usen con más frecuencia o tengan en casa. “Podemos considerar que sus fuentes de información están en plataformas más que en medios tradicionales. Sin una buena educación mediática están más expuestos a daños, manipulación y desconfianza. Es una buena ocasión para interesarse por aquello que les llega, cómo lo interiorizan y lo comparten, ya que esa influencia en red condiciona sus relaciones y sus comportamientos”, aclara el responsable de Educación en la ONG.
Por último, Guadix considera que, permitir que los niños formen parte de actos solidarios les posibilita canalizar sentimientos de ayuda y empatía y pone en valor sus propios derechos.
Desde UNICEF España, aseguran que, es importante que los adultos validen las emociones de los niños y les hagan sentirse protegidos. La ONG se preocupa de cómo ayudar a los niños de Ucrania respondiendo a importantes cuestiones que a todos nos pueden interesar.
Niños que nunca hubiesen querido “pertenecer a la guerra”
En los conflictos armados, la salud mental de las personas tiene alto riesgo de verse afectada. Antoni Jiménez Massana, psicólogo y educador social, declara que esto se agrava ante la poca atención psicológica prestada, sobre todo, en el caso de los niños. “Padecer la guerra es un maltrato colectivo, social y político de violencia directa contra los niños”, propugna el profesional.
El experto en psicología subraya que las presiones emocionales y tensiones psíquicas van en aumento el tiempo que se prolongue el conflicto. “Al vivir y presenciar la guerra, los niños tienden a sentirse muy asustados, desesperanzados, enfadados, desesperados, llegando incluso, a manifestar no querer seguir viviendo e incapaces de llevar a cabo actividades esenciales”, refiere el Jiménez Massana.
El profesional subraya que, impera un terror y un sentimiento de persecución y desamparo que puede incrementarse al no encontrar medios para la recuperación.
“Un entorno violento es el caldo de cultivo para consecuencias, a corto y largo plazo, de traumas psicológicos con muestras de ansiedad extrema, temores generalizados y pérdida de autoestima”, especifica el educador social. Y adiciona que, algunos niños responden con regresiones, evitación y negación; otros, con culpa y sentimientos de desvalimiento. También, hay niños que desarrollan rabia, patrones de conducta hostil y agresiones.
El psicólogo perfila que, los miedos y depresión se incrementan en un alto porcentaje, aparece enuresis y tartamudez y gran parte de estos niños en entorno de guerra padecen trastornos del sueño (terrores nocturnos intensos), ataques de pánico, dolores de cabeza o estómago, ansiedad y cambios en su personalidad que apuntan hacia una conducta de inseguridad personal.
Sin descanso y con permanente temor
Los años de infancia en guerra son irrecuperables y, en palabras del especialista: “promueven una adultez acelerada”.
Los conflictos no resueltos por los niños alimentan las guerras del futuro. “Lo estamos viviendo de nuevo muy cerca, ahora en Ucrania y antes en los Balcanes; otro siglo perdido para mantener la paz, al menos en Europa. Los peores viejos hábitos humanos son difíciles de abandonar”, remata Jiménez Massana.
Tanto en el caso de los niños que ven la guerra desde fuera y los que la viven en primera persona, los expertos coinciden en que los adultos precisan hablar con los niños tratando el tema con seriedad, pero, sin angustiarles y proveerles de cercanía, mucho amor y esperanzas en que la paz llegará y derrotará todo signo de maldad.
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