Se pueden lograr buenos resultados en los niños sin la necesidad de usar premios ni castigos. Esta afirmación la sostiene la mayor referente a nivel internacional en educación respetuosa o disciplina positiva Jane Nelsen (Utah, 1937). Es madre de 7 hijos, abuela y bisabuela de una gran familia, autora de la Serie de Disciplina Positiva y cofundadora de un programa de a través de la Asociación de Disciplina Positiva junto a Lynn Lott. Aprendió en la universidad sobre la filosofía de Alfred Adler y Rudolf Dreikurs, psicólogos humanistas, una doctrina educativa por la que apostó personal y profesionalmente. Su libro más conocido es “Cómo educar con firmeza y cariño”, guía para educar desde el respeto mutuo, favoreciendo la autoestima de niños. Promueve en la familia el respeto y la dignidad al niño, para que así logre hacer mejor sus cometidos.
Nelsen concibe la educación como algo que sirva para animar al niño, no para tenerle preso del miedo, los castigos o los dictámenes de los padres. La mayoría de las familias buscan conjugar la integridad y el respeto. Sin embargo, es complicado no caer en errores o copiar modelos educativos que nos son conocidos y que contradicen lo anteriormente subrayado.
Principios y características de la disciplina positiva
La disciplina positiva ofrece herramientas satisfactorias para el completo desarrollo emocional del niño, entre sus principios destacan:
- Respeto mutuo: La inflexibilidad en la educación se asienta cuando los padres se respetan y son justos con aquello a lo que deben hacer frente.
- Al niño debe permitírsele fallar y aprender de ello. Es una oportunidad para educar.
- La disciplina positiva no pretende ser la llave hacia la permisividad, ni formar a niños caprichosos, sino que, apuesta por los diversos ritmos de aprendizaje y ayuda a que ellos mismos desarrollen sus capacidades y las acepten.
- Enseña importantes habilidades sociales y para vivir a diario.
- Amable y firme al mismo tiempo: No sirve para aplaudir solo el éxito, también el esfuerzo y la superación. Esto fortalece y estimula al niño.
Desde que nacen, los niños necesitan sentirse parte de algo, conexión con otros, algo que nos ocurre a todos los seres humanos. En el momento en que uno se percibe vinculado y obtiene aceptación, sus acciones se asocian a sus emociones; notarse bien causa actuar de un modo mejor.
Para Nelsen, quien prosigue inspirando y enseñando a muchas personas para mantener relaciones respetuosas con la gente que tienen cerca, la disciplina positiva resulta productiva a largo plazo y alienta al niño en su camino personal.
Sentimientos de confianza y seguridad
Resulta más fácil y rápido castigar, enfadarse o amedrentar al niño con algo que le disgusta para satisfacer los deseos o expectativas del adulto. Pero, de este modo, el niño lo único que aprende es a perjudicar a otros. El niño debe advertir que existe una confianza depositada en él y que sus opiniones tienen la suficiente importancia. Si los padres empatizan, se darán cuenta que el niño puede sentir miedo, ira, agotamiento… como cualquier adulto y, de ahí, en ocasiones, que no sepa resolver.
Los niños buscan seguridad y confianza para alcanzar sus metas personales. De tal modo, podrán crecer de un modo óptimo en la esfera emocional. Gema Benito, psicóloga y educadora infantil rescata los dos tipos de motivación: la intrínseca y la extrínseca. “A partir de la motivación intrínseca, aquella que emana de nuestro propio deseo, los cambios que generemos previsiblemente serán más duraderos, por eso es la que hemos de promover en nuestros hijos”. La profesional explica que resulta imperioso estar atentos a los gustos y aficiones del niño y, acompañarlos para que puedan potenciarlos”, refleja la experta. “También es fundamental que puedan ver en nosotros las actitudes que queremos pocurar. A través del aprendizaje vicario, las irán incorporando”, adiciona la psicóloga.
Premios y castigos contrarios al acompañamiento respetuoso
Según Benito, los premios y castigos apelan a la motivación extrínseca, ajena al individuo. “Sobre ellos cabe comentar que existen refuerzos positivos y negativos. Los primeros consisten en premiar una conducta que deseamos impulsar, quizás con una excursión o gominolas. El refuerzo negativo, por el contrario, elimina algo que no le gusta (por ejemplo, recoger ese día su habitación o llamar a un pariente). Estas serán mejores opciones que los castigos”, declara la experta.
Jessica Moyano Luque, pedagoga y educadora infantil sostiene que el trasfondo del tema parte de la premisa fundamental de transformar el modelo educativo que se ha ido perpetuando a través del tiempo: donde el adulto impone las tareas y el niño tiene la misión -o deber- de cumplirlas. La profesional refiere la relevancia de un cambio en este sentido. “Los niños son seres activos, con personalidad propia que necesitan a un adulto que los escuche y sea su guía, su ejemplo, que sea capaz de estimular sus propias capacidades individuales y fomente su autonomía. Esto solo se consigue mediante el acompañamiento respetuoso”, asegura Moyano Luque.
En el momento que hay opción a la vacilación, inseguridad, equívoco…, se llega a la autosuperación y el aprendizaje. “De ahí irán surgiendo las consecuencias en base a sus propios actos que son las que le harán entender el funcionamiento real. El niño es quien decide hacer las cosas por sí mismo y no porque el adulto se lo ha impuesto o repetido insistentemente”, expresa la pedagoga. Algo que para ella traerá un mayor nivel de satisfacción y elevará la autoestima en el pequeño, además de facilitar la comunicación en el núcleo familiar y el reforzamiento de los lazos afectivos.
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