El buen tiempo y la época de vacaciones de verano dan sus últimos coletazos y los colegios abren pronto de nuevo sus puertas. La reincorporación a los estudios y el trabajo es dura tanto para niños como para los adultos que, como afirman los expertos, deben iniciar días antes una progresiva adaptación y concienciarse del término del descanso y el inicio de otra etapa. Laura Betancourt Núñez, maestra de Educación Primaria, señala lo inconveniente de “desconectar completamente durante la rutina en verano para luego retomar el curso escolar”.
Tal y como asegura, no hay que olvidarse que se trata de menores, niños y niñas que deben disfrutar su verano, aunque: “No hay que olvidar que la rutina jugará un papel muy importante durante el resto del año, y, por lo tanto, debemos prestar especial atención a las rutinas de descanso, así como a las de trabajo. Asegurarnos de que los ritmos de sueño se adaptan a la rutina que llevarán durante el curso, ayudarán a que la transición sea mucho más agradable para ellos”.
La educadora indica que es positivo para los menores no dejar de lado en épocas de inactividad, como el verano u otras vacaciones, las tareas escolares, aunque sea por un breve espacio de tiempo al día, leyendo o escribiendo. “Estas actividades permiten mejorar la ortografía, aumentar el vocabulario e incrementar los niveles de comprensión y expresión”. Para la profesional se trata de mantener un equilibrio entre el reposo y la responsabilidad sin convertirlo en una obligación para ellos.
Orden y constancia
Si desde la más tierna infancia se da todo hecho a los niños, un panorama difícil se les presentará cuando crezcan. “Desde hace ya un tiempo hasta el momento presente nos estamos encontrando gente a la que en la vida le ha ido todo bastante bien. Hablamos de personas con buenos estudios, que han sacado buenas notas, pero a quienes un día les deja su pareja o se quedan sin trabajo, no aprueban unas oposiciones o fallece un ser querido, cosas normales que nos pasarán a todos y les atrapa una depresión y perciben que no todo era tan sencillo”, refiere José Antonio Gutiérrez Rojas, psicólogo.
Gutiérrez deja claro que no se trata de poner sólo el foco en el modo de crianza que han dado los progenitores, pero bien es cierto que algunos no pueden estar mucho en casa por temas de trabajo y otros, pese a esforzarse, no pueden evitar que su hijo elija un camino menos saludable. “Hay padres que intentan compensar su poca presencia con obsequiar con muchas cosas materiales. Haciendo esto, se crean niños caprichosos y la vida tarde o temprano te pone en su sitio”.
“Lo más importante en la ecuación con los niños es el lenguaje. Aunque la palabra disciplina suena mal, los niños necesitan orden y constancia. La disciplina fomenta un autocontrol y posibilita saber qué actuaciones y obligaciones proceden, algo que permite una seguridad y llena de confianza a la persona. Esto repercute positivamente en el fomento de la autoestima”, describe este profesional.
Alcanzar el equilibrio para percibir la felicidad
El psicólogo sostiene que la rutina facilita que el niño sienta un equilibrio y puntualiza que la felicidad -la que considera paz interior y tranquilidad respecto a uno mismo- está precisamente en el equilibrio de varios pilares como son, por ejemplo: el trabajo, la pareja, la familia, los amigos o las aficiones. “Si trabajamos todos los pilares y uno falla, los otros pueden compensarlo”.
Gutiérrez manifiesta que los padres deben hacer sentir útiles a los hijos y posibilitarles encargos desde bien pequeños, por ejemplo:
- con 2-3 años: guardar sus juguetes en la estantería o estirar el edredón de su cama.
- con 4-5 años: ordenar los cubiertos o recoger el lavavajillas.
- con 10-11 años: comenzar a planchar la ropa.
“Cuando se involucra a un niño en alguna tarea se siente importante, parte de algo y percibe cierta autonomía. Si el niño es muy pequeño se le puede supervisar, incluso se le puede hacer saber que su labor, su modo de proceder en algo, ha resultado muy beneficioso para uno o varios de los adultos. Eso nutre de confianza para animarse e implicarse más veces”, cita.
El experto indica que el sueño (que se ve alterado por la luz, el ruido y la temperatura) es un gran problema del que hay que hablar y puede dar lugar a déficits de atención que luego resultan en los niños. Recomienda a los padres horarios de descanso convenientes a las edades de sus hijos.
“Los niños en edades tempranas tienen que estar acostados a las 20.30-21.00 horas. Entendemos que en verano los horarios son más laxos, pero en invierno, los niños no pueden irse a las 12 de la noche a la cama tras previamente estar conectados a las redes sociales, porque se levantarán sonámbulos para asistir a las clases y no rendirán igual”. Como subraya, el no dormir afecta a: el rendimiento escolar, el estado de ánimo, el nivel de ansiedad o las preocupaciones de cada individuo.
El necesario buen descanso
En cuanto al gran tema de debate, la sobreestimulación, bien sea por el uso de las redes sociales, los videojuegos, ver la televisión a altas horas, lo desaconseja taxativamente si no existen límites ni horarios que lo regulen. Del mismo modo, recomienda en lo que afecta a las actividades extraescolares, que no se lleven a cabo a última hora del día ya que para el niño puede suponer un mayor problema para conciliar el sueño y descansar adecuadamente.
De cara a prepararse para afrontar un curso nuevo, Gutiérrez explica que una semana antes hay que prepararse tanto con los horarios para acostarse y despertarse, como en cuanto a las comidas.
Alicia Lage Neira, psicóloga y neuropsicóloga clínica en la Clínica Sinapsis Psicología y Logopedia, argumenta que las conductas predecibles suponen un gran ahorro de energía mental para el cerebro y significan que las circunstancias actuales son válidas para la supervivencia. “Permite no estar constantemente en alerta”, añade.
“Además de ordenar nuestra vida y darnos protección y certidumbre, nos posibilitará ser más productivos. Esto es, una vez que sepamos andar en bicicleta y se hayan automatizado los movimientos, se perderá la conciencia de cada proceso y eso permitirá disfrutar contemplando el paisaje o hablando con los amigos si se hace un paseo acompañado”, puntualiza.
Automatizar ciertas conductas
La neuropsicóloga asevera que cuando el cerebro hace algo con frecuencia, se acostumbra y le costará menos esfuerzo proceder. “El equilibrio óptimo para un cerebro saludable es el automatizar determinadas conductas para así poder atender a nuevos aprendizajes”. Pero, por otro lado, Lage sitúa que, si las rutinas se conciben como muy estrictas, puede “caerse en la monotonía” y ocurrir la desmotivación. Y es que: “el cerebro solo aprende si hay emoción”.
Para finalizar, Ana Isabel Gómez Moreno, pedagoga y profesora universitaria en La Salle Campus Madrid, quiere dejar claro que en todo esto han de respetarse los distintos ritmos de aprendizaje de los niños.
“A los hijos o alumnos hay que hacerles partícipe del proceso de aprendizaje y desde luego, ayudarles a identificar los beneficios que de ellos derivan”, clarifica.
Gómez revela que reflexionar con ellos sobre dichos beneficios, los llevarán a identificar sensaciones de bienestar y satisfacción, reforzando su auto-competencia y autonomía, algo fundamental para un desarrollo equilibrado y clave para la interiorización de buenos hábitos.
Como ideas claves, la profesional conviene que las familias deberían:
- crear con el hijo un buen ambiente de estudio/trabajo y establecer a diario un momento puntual para llevarlo a cabo.
- preparar los materiales necesarios antes de iniciar la tarea.
- organizar el trabajo en función de unas metas asumibles.
- no olvidarse nunca del refuerzo positivo.
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