Ayer fue el día del Padre, como todos los 19 de marzo.
Con tanto derecho de la mujer, parece que este gran papel no tiene importancia, parece que la mujer es el único sustento de la familia, la que hace todo, lleva la casa, el trabajo, los niños… Como si ellos, la otra parte del equipo, no existieran.
Y es que la familia es un equipo que empieza con dos y, aunque aumente el número de jugadores, son dos los que dirigen, y no existiría sin uno u otro.
Es simple observancia de la naturaleza y de cómo surge la vida, y con ella el papel de madre o padre. Porque sin padre, no hay hijo y sin hijo no hay madre.
En relación al dicho de “madre no hay más que una”, hay que decir que padre tampoco hay más que uno, incluso cuando no se sepa quién es.
Trabajaba una chica peruana en casa hace unos años la cual me contó que eran tres hermanos, cada uno de un padre diferente, siendo el suyo el desaparecido del cual nadie sabía nada, y del que su madre no le quería hablar. Esta señora llegó a ir a un programa de televisión para encontrar a su padre, que nunca apareció.
En este revueltillo actual de donaciones de óvulos y esperma, no quiero imaginar las pobres frustraciones de tantos niños en busca de un padre que nunca conocerán y al cual no le podrán pedir una hipotética historia de amor fugaz.
La familia es cosa de dos, y el padre, modelo de respeto, esfuerzo, responsabilidad y cariño.
Recuerdo las largas charlas con mi padre al cual pedíamos nos contara cosas de la vida, los partidos de baloncesto, o esperar su opinión de algún tema que nos traía locos.
Parece que los padres están en silencio, pero siguen trabajando por y para la familia, siguen actuando a pesar de que hoy día su papel parezca no ser tan destacado.