En cualquier familia, podemos observar a niños con determinados comportamientos, que, en ocasiones, generan asombro y duda entre los padres y otros adultos. Frente a estas situaciones conviene no enfocarse solamente en modificarlos. Como personas responsables y cuidadores hay que preguntarse qué puede haber detrás de esas actuaciones para resolver el problema adecuadamente y ajustar la pauta idónea. En el caso de las llamadas de atención (rabietas, gritos, llantos desconsolados…), no es anormal que se produzcan en momentos del desarrollo de los niños. Para Josselyn Sevilla Martínez, psicóloga general sanitaria, especializada en niños y adolescentes, parte del equipo en Instituto Psicológico Cláritas, el objetivo de estos reclamos es “sentirse vistos”. Los niños pequeños (2, 3, 4 años), muchas veces, no saben de qué otra forma comunicarse y regular sus emociones. Pueden rescatarse dos ideas claves:
- Es necesario para los niños sentir que son importantes. Una forma de comprobarlo es, que las personas que están a su alrededor, sus cuidadores principales especialmente, los miren y escuchen cuando quieren trasmitir algo.
- Los niños aprenden de aquello que les rodea y cómo funciona el mundo gracias al feedback que reciben de los adultos. Es decir, saben si algo es bueno o malo en función de la respuesta que reciben.
La demanda en los niños
La experta asegura que la demanda más frecuente y natural ocurre entre los 2-10 años por ser una etapa en la que investigan y descubren “y aprenden el funcionamiento de su entorno y de las distintas normas sociales que les permiten integrarse de manera satisfactoria”. Cuando la demanda es muy elevada o se prologa en el tiempo, Sevilla Martínez sugiere tomar medidas. “Es importante fijarse si ha ocurrido algo nuevo en la rutina del niño, es decir, si ha llegado un nuevo hermano a la familia, si ha empezado el colegio o la guardería o si ha existido alguna regañina por algo que ha hecho mal. En el momento en que se dan algunas de estas situaciones, entre muchas otras puntuales, hemos de revisar cuál es la causa última. Puede hablarse de celos con la llegada de un nuevo hermano, miedo a volver a separarse de sus padres o tristeza y deseo de compensar aquello que haya podido realizar inconvenientemente”, asevera la especialista en terapia cognitivo-conductual en la infancia y adolescencia.
La profesional declara que resulta crucial atender esta llamada de atención y, sobre todo, hablar con los niños para trasmitir que se les quiere. Si las llamadas de atención son frecuentes y no es posible encontrar el motivo, procede consultar con un profesional “para que el patrón de comportamiento no se convierta en repetitivo y disruptivo”.
“Debemos evitar que los niños se sientan culpables ya que muchas veces no saben explicar qué les ocurre. Un profesional en la materia podrá servir de guía en la familia”, subraya la psicóloga.
Acudir a la llamada y cubrir su necesidad
Resulta revelador que los padres duden en acudir a la demanda de su hijo cuando ni se lo piensan en el momento en que tiene una caída. Según Silvia Sánchez González, psicóloga general sanitaria en Berquel psicólogos, ocurre de igual modo si no entiende una tarea o no sabe qué juguete elegir para Navidad. “Son conductas en las que más o menos inconscientemente necesitan atención por parte de otra persona. Estaríamos hablando de una conducta común, esto es, la relación entre necesitar ayuda y que la ofrezcan”, indica la profesional en infancia.
Los niños, habitualmente necesitan de sus padres cuando están envueltos en alguna actividad, sea aprendizaje o juego. Se presentan incluso, momentos en que solicitan al padre o la madre simplemente para escuchar su voz y saber que están ahí, en otra habitación, cerca de ellos, aunque no pregunten ni pidan nada.
Sánchez González al referir el concepto de ayuda, lo liga a atención. La atención recibida por los progenitores u otros adultos, proporciona seguridad y bienestar a los niños, ayudándoles a crecer y desarrollarse. “¿Qué ocurre cuando un niño no sabe esperar, cuando reclama atención y necesita que sea ya, exigiéndola? Sucede que no conoce los límites. Y, el problema viene cuando esas llamadas de atención están sujetas a rabietas, gritos, insultos, pataletas…”, manifiesta la especialista.
La psicóloga comparte una serie de puntos ante los cuales los niños pueden llamar la atención:
- Inseguridad ante un cambio importante en su vida.
- Inquietud sobre una alteración en su desarrollo.
- Problemas con algo o alguien.
- Dependencia, necesidad de que aprueben todo lo que hacen y dicen.
Mostrar cariño y poner límites
“Debemos escuchar a los niños, estar con ellos, mostrarles empatía, haciéndoles saber qué pueden hacer y qué no. Algo beneficioso es establecer límites que les ayuden a ganar confianza, seguridad, independencia y autonomía. Atender al niño se convierte en una prioridad, pero también lo es enseñarle a esperar”, afirma Sánchez González.
Lidia G. Asensi, psicóloga sanitaria en Centro Cepsim, revela que el hecho de “llamar la atención” en nuestra sociedad se relaciona con algo negativo, algo que en el caso de los niños causa enfado y menor atención en los padres. “El niño solicita. Su conducta indica que algo no va bien. Si estas conductas se definen como “llamadas de atención”, posiblemente no prestemos atención o resolvamos esa conducta desde el enfado. Por lo tanto, el proceder del niño aumentará y, además, sentirá que su necesidad no está siendo cubierta”, sostiene la profesional.
Cuando existe sintonía emocional con el niño, sobresale la empatía, comprensión y no creencia de capricho. La especialista advierte que los adultos hemos de enseñar a los niños a definir e identificar lo que les sucede. Puede resultar complicado y confuso en muchos momentos, donde se suma la angustia o la inexperiencia.
“Si el niño percibe que su necesidad no es cubierta, aprenderá que no puede mostrar su malestar, porque cuando lo hace lo que ocurre es que su padre o madre se alejan de él. Aprenderá, además, que exponer su estado emocional, sus necesidades, está mal. Ignorar ese tipo de conductas no es la solución. En tal caso, se convertirá en un problema que afectará al niño a nivel emocional y a su posterior desarrollo como adulto”, comenta G. Asensi.
La importancia del refuerzo positivo
Tener en cuenta al niño y dar validez a lo que le pasa le trasmitirá seguridad y confianza en su rutina diaria. “Los progenitores son los encargados de regular emocionalmente a sus hijos, de esta forma el futuro adulto aprenderá a regularse él mismo”, soporta la especialista en psicología.
La experta da una clave fundamental al respecto: “Si cuando los niños tienen un buen comportamiento o hacen algo bueno, no obtienen un refuerzo positivo, pero sí obtienen esa mirada desde un refuerzo negativo, cuando gritan, aprenderán que esa es la forma en que sus padres les prestan atención”.
El adulto calmado debe atender al niño y con esto, en palabras de la psicóloga: “se le ofrece un espacio en el que puede mostrar y decir lo que precisa, sintiéndose aceptado en todas sus conductas y emociones, dentro de su libertad”.
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