Mi primera aproximación al Método Montessori, la tuve cuando era niña. Mi madre, que era maestra, siempre lo tuvo presente de alguna manera en sus enseñanzas. Después, ya de forma consciente, leí algunos libros. Pero no fue hasta que mi hijo fue a un colegio Montessori en California, cuando comprendí de forma práctica y cercana, esta peculiar forma de enseñar y su beneficio en los niños.
Habilidades, valores y amor por aprender
El método creado por la Dra. María Montessori (os animo a leer este interesante artículo sobre ella: “Montessori, la mujer genio que revolucionó la educación del niño”) es más que un método, una filosofía de educación, que fomenta valores y habilidades en los niños. Se basa fundamentalmente en el respeto (por uno mismo, por los demás y por el entorno) y en el amor por aprender. ¿Acaso no es algo fundamental para aprender a vivir en sociedad, dar lo mejor de nosotros mismos?
María Montessori expuso la importancia de la educación a niños con deficiencias mentales y planteó la relación entre el abandono infantil y el desarrollo posterior de la delincuencia. A partir de este momento trabajó con “niños con problemas” y se dio cuenta de que sus capacidades estaban disminuidas por diferentes factores, pero existían y podían desarrollarse.
Desarrolló “El Método de la Pedagogía Científica”, aplicado a la educación en la infancia, partiendo de la observación y el método científico. Después de trabajar durante varios años con estos niños, obtuvieron resultados similares a los demás niños en el examen estatal. La doctora llegó así a la conclusión de que el niño, en general, estaba subdesarrollado y elaboró este método educativo para todo tipo de niños. Sus ideas supusieron toda una revolución pedagógica a principios del siglo XX y han influido mucho en la forma de enseñar. Siguen haciéndolo, pero estaría bien tenerlas más en cuenta en los sistemas educativos tradicionales.
El Método Montessori se basa en tres pilares fundamentales
- El niño: Necesita ser reconocido, respetado y ayudado. La doctora pensaba que se debe educar a los niños en función de sus necesidades y etapa evolutiva (de 0 a 6 años posee una mente absorbente, de 6 a 12 una mente razonadora y de 12 a 18 una mente humanista).
- El Amor: El profesor debe tratar al niño con cariño para sacar lo mejor de él y que aprenda con ilusión y seguridad. Su papel debe de ser el de un guía que observa la personalidad de cada uno y su momento evolutivo, proporcionándole los elementos necesarios para su aprendizaje. Le ayuda, pero sin intervenir en su proceso de investigación.
- El Ambiente preparado: El aula debe ser un espacio amplio, luminoso, ordenado y limpio. Con mobiliario pequeño, adaptado al niño. Materiales reales con control de error, que permiten encontrar las soluciones y saber que el fallo forma parte del proceso de aprendizaje. Un mundo en miniatura distribuido en cuatro rincones de actividades: vida práctica, sensorial, lenguaje y matemáticas.
Mediante este ambiente preparado, el profesor-guía proporciona los materiales para que el niño desarrolle distintas habilidades:
Autonomía interna: Se busca fomentar el autoconocimiento, la autoestima y al autocontrol.
Libertad e independencia: Los niños no hacen lo que les da la gana, tienen “una libertad guiada” para que el proceso de aprendizaje sea más atractivo. Una vez que ya han adquirido la curiosidad por aprender, se les van mostrando diferentes herramientas, temas y conceptos.
Respeto: El profesor respeta al niño, sus tiempos y su personalidad. El niño aprende así a tomar decisiones, a tener espíritu crítico y a respetarse a sí mismo y a los demás.
Experimentación: El aprendizaje se basa en la experimentación (no en la teoría ni en la memoria, aunque estas también sean importantes en determinados procesos). Los conceptos se fijan así más fácilmente.
La satisfacción es el propio aprendizaje: No existen castigos ni premios, pero sí refuerzos positivos.
Enseñanza personalizada: El profesor guía a cada uno según su ritmo y necesidades, de forma que los más avanzados no se queden estancados y los demás no se sientan frustrados, sino motivados.
Desarrollo intelectual y emocional: Se trabajan emociones, habilidades y conocimientos de forma conjunta.
Mezcla de edades: Tres edades distintas dentro del mismo periodo evolutivo. Puede parecer difícil de manejar, pero no lo es. Permite a los niños más avanzados enseñar a los otros, reforzando su propio aprendizaje. Se ayudan entre iguales.
Trabajo cooperativo: Fomenta la empatía, la solidaridad, la tolerancia y la igualdad, en vez de la competitividad. No se trata de premiar al mejor, sino de sacar lo mejor de cada uno para poder aportarlo al equipo.
Creatividad: La música y las artes tienen gran importancia, ya que ayudan a desarrollar habilidades y valores en los niños. También a comprender conceptos y procesos de forma más fácil, amena y divertida. La utilizan para elaborar guiones, presentar trabajos, hacer carteles o maquetas.
Sin deberes, notas, libros ni exámenes ¿se aprende igual?
Yo diría que… ¡No, se aprende mejor!
Muchos padres tienen dudas de si esta forma de enseñar es efectiva, sobre todo a nivel académico… Yo también las tuve. ¿Cómo puede funcionar un método educativo donde no hay deberes, notas, libros ni exámenes?
Cuando entras en una clase Montessori, lo primero que te llama la atención es su orden y silencio. Esto es debido a que cada niño está desarrollando una actividad, a veces individualmente, otras en pareja o en grupo. El profesor les proporciona los materiales necesarios para descubrir procesos y cuando son más mayores, enseña conceptos matemáticos o científicos a los más avanzados. Después, ellos los van transmitiendo al resto de los niños. Preguntan al profesor cuando tienen alguna duda o éste les orienta, si se despistan.
No hay libros de texto, pero sí cuentan con una completa biblioteca temática, donde poder consultar diferentes libros en función del “proyecto” que vayan a realizar. Aprenden a buscar información, consultan varias fuentes, desarrollan la capacidad de análisis y síntesis, mejoran la redacción, la gramática y la ortografía y despiertan su curiosidad e interés por aprender. A muy temprana edad, la mayoría saben leer y les encanta, son capaces de elaborar presentaciones orales y escritas, de hablar en público y trabajar en equipo.
No hay exámenes escritos porque, al ser una enseñanza personalizada, cada profesor conoce perfectamente lo que sabe cada niño. Pero las presentaciones de los trabajos realizados y los conceptos aprendidos no dejan de ser exámenes orales, aunque no se califican con notas numéricas, para evitar la desigualdad, competitividad y frustración. Cuando son pequeños, al final de cada trimestre, el profesor elabora un informe sobre los conocimientos y habilidades adquiridos. Cuando son algo más mayores, son los propios niños los que se autoevalúan, preparan una reunión y les cuentan a los padres las áreas trabajadas y sus objetivos personales para el próximo trimestre.
No existen deberes porque los niños ya se pasan bastantes horas en el colegio. Necesitan tiempo para relajarse, jugar, hacer deporte, relacionarse con familiares y amigos y ayudar en las tareas de la casa, según sus capacidades.
Los libros de texto, exámenes y deberes son una forma de controlar lo que aprenden los niños, pero aquí lo que se pretende fomentar es su autocontrol e independencia desde pequeños, ya que está demostrado que en la etapa de 0 a 6 años es cuando más capacidad de aprendizaje tiene el ser humano.
En el colegio Montessori, los niños aprenden diferentes actividades de la vida práctica. Plantan plantas, frutas y verduras y las cuidan. Aprenden así a respetar el medio ambiente y a adquirir responsabilidades. También conceptos y procesos científicos. Montan mercadillos donde venden frutas y verduras, aprenden a organizarse, a trabajar en equipo, practican las matemáticas. Van a hacer la compra, aprenden a orientarse, a administrar el dinero, a comprar la mejor calidad precio, a elaborar menús equilibrados. Aprenden a cocinar, a prepararle la comida a sus compañeros y a limpiar y recoger.
Este método requiere un gran trabajo por parte de padres y educadores, pero el esfuerzo merece mucho la pena, porque sentará las bases del buen desarrollo del niño en las etapas posteriores y su capacidad de adaptación a la vida.
Una de las cosas buenas de este gran método educativo es que María Montessori, con gran generosidad, no quiso patentarlo, para que todo el mundo tuviera acceso a él. Mi sueño como madre y el de muchos educadores es divulgarlo, para que cada vez más niños puedan beneficiarse. Que se lleve a cabo de forma rigurosa y responsable por parte de los centros educativos involucrados y que cada vez más colegios públicos y guarderías lo utilicen. Y todo esto, sin perder de vista que lo más importante es: El niño, para que crezca sano y feliz y pueda convertirse en un buen ciudadano del mundo.
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