Expertos en educación y psicología señalan que resulta oportuno enseñar a los hijos a plantearse objetivos, en principio sencillos (como ahorrar para comprarse algo que quieran) y a corto plazo, por los que poder trabajar con ahínco e ilusión con la consecuente madurez personal. Asimismo, indican que los padres han de alentarles y estar ahí para ellos. Pero ¿de qué forma pueden los progenitores colaborar en que sus hijos se sientan dispuestos y motivados para hacer frente a todo lo que se propongan?
Mª Ángeles Sánchez Rodríguez, psicóloga infanto-juvenil (Crecer Gabinete de Psicología Infantil), comenta que frecuentemente no se consiguen los objetivos propuestos al no ser realistas o distar de la forma de ser o pensar de la persona. “Debemos trasmitir a los hijos una elección que se no se relacione con las modas o con lo que hacen otros, puesto que probablemente no se alcance el objetivo y llegará la frustración”.
¿Cómo optar por una meta personal?
La experta aconseja a las familias para que tengan presente a la hora de ayudar a sus hijos:
- Ser realista en el grado de desempeño y ser conscientes de las limitaciones y posibilidades que cada uno.
- Tener claro el motivo por el cual se desea cumplir o conseguir ese objetivo, ya que asegura la suficiente motivación para no darse por vencido a la primera o cansarse tras las primeras semanas.
- Preparar un plan de acción donde quede claro qué, cuándo y cómo hacerlo. Esta planificación ayuda a ser constante, en especial si los nuevos propósitos son hábitos a implantar en la vida del niño. Es recomendable empezar con un solo propósito y escribirlo en un papel en un lugar donde pueda verse, como en la puerta del frigorífico o en la puerta de la habitación de niño. En la hoja se plasmarán las acciones a realizar diaria, semanal y mensualmente.
- Es importante celebrar el empeño y la constancia del menor, de igual modo que cuando se llegue a la meta estipulada.
Esta experta también aconseja, como otra posibilidad, preparar un listado sobre aquellas cosas que no se lograron el año anterior. “Todo sirve para comprobar el grado de compromiso con uno mismo”. Sánchez Rodríguez manifiesta como un propósito esencial que traerá beneficios a nivel físico, mental y emocional, no solo para el niño, sino para toda la familia. “Crear hábitos de vida saludables. La infancia es el momento ideal, aunque se puedan desarrollar a lo largo de toda la vida. Por otro lado, aprender un hobby o un idioma nuevos”.
Constancia y esfuerzo por mantenerlos
“Conociendo y hablando con los hijos, es más apropiado, empezar con pocos hábitos saludables, pero esforzarnos al inicio por mantenerlos, hasta que se establezca una rutina. Además, conviene no iniciar un cambio de un modo drástico, sino hacerlo poco a poco, introduciendo otros a medida que se consolidan los anteriores, sea con una alimentación más equilibrada, el ejercicio, la higiene o el descanso”, declara la profesional, quien sostiene que el adecuado descanso es una condición esencial para garantizar el desarrollo físico, emocional, cognitivo y social del niño.
Por último, esta psicóloga recuerda que la puesta en marcha de hábitos o el cambio de algunos ha de hacerse con energía y buen humor y aunque al principio puede resultar un tanto costoso, se pueden alcanzar con dedicación.
Las condiciones para prosperar -y como refiere Virgina Fernández González (Centro Psicológico CEPSIM) psicóloga especializada en trauma y apego y terapeuta de familia, los niños son muy vulnerables y dependientes a ellas-, pueden resumirse en dos categorías:
- Un entorno que nos aliente a desarrollar nuestra autonomía: Que nos animen a arriesgarnos, que nos transmitan confianza en nuestra capacidad para lograrlo (también para fracasar y tolerarlo) que disfruten de nuestros logros y compartan nuestros disgustos, que asuman nuestros errores como parte natural de nuestro desarrollo, que nos permitan escoger nuestros objetivos, aunque no sean los que otros querrían y que nos proporcionen ayuda cuando la necesitamos.
- Un entorno que nos haga sentirnos lo suficientemente seguros como para atrevernos a arriesgarnos: Que nos hagan sentir que nos quieren por cómo somos y no por lo que conseguimos, que podamos expresar nuestros miedos y los acojan con serenidad y aceptación y que tengamos donde cobijarnos si nos desanimamos.
El deseo por prosperar
Con esto, perfila Fernández González, los niños irán internalizando un modelo de sí mismos en el quieran prosperar y confíen en su capacidad para hacerlo y como suma: “y lo que es más importante, para caerse y, con cuidado, compasión y cariño, volver a levantarse”.
Plantear y motivar a los niños con nuevas metas para este año resulta una perfecta estrategia para fomentar la reflexión y el autoconocimiento de nuestros hijos. Si el adulto quiere ayudar al hijo, los retos deben estar adaptados a su edad y hay que darle más importancia al esfuerzo puesto que al resultado. “Si tenemos esto en cuenta, ayudaremos a nuestros hijos a que entiendan que las metas no siempre se consiguen en el plazo esperado, que puede haber dificultades en el camino y que lo importante es ser constante y tomar conciencia de los aprendizajes que esas situaciones permiten hacer”, asevera Sandra Puertas, psicóloga infantil y psicopedagoga.
La, además, asesora psicopedagógica de escuelas infantiles de primer ciclo de educación infantil en Barcelona, considera que los padres también pueden ayudar al hijo con un diálogo donde le expresen qué consideran oportuno modificar para que les vaya mejor la siguiente ocasión.
Tener en cuenta las necesidades del menor
Puertas ejemplifica uno de los supuestos objetivos a alcanzar por un niño o niña: “Si una niña quiere mejorar su lectura, como padres podemos tomar como referencia el número de palabras que una niña de esa edad debería leer por minuto, pero para ella podemos partir de las palabras por minuto que lee en ese momento para ir incrementando la cifra progresivamente. Es importante que no se sienta presionada, para ello nos centraremos en los pasos necesarios para conseguir el reto: leer cada día en casa en voz alta, encontrar con rapidez una palabra en un texto, hacer menos pausas al leer una palabra o una frase, leer frases partidas o poner el dedo índice en la siguiente palabra. Todos son ejercicios que permiten estimular la velocidad lectora”.
La psicopedagoga aclara que este tipo de actividades ha de acordarse con el niño respecto al momento del día en que se practicarán y la duración y por supuesto, siempre adaptarlo a las necesidades del menor.
“La motivación resulta indiscutiblemente un factor a considerar. Por añadidura, el buen uso de las tecnologías puede alentar a la realización de estas tareas de forma alternativa al método tradicional”, concluye Puertas.
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