En un tiempo en el que nos cuesta esperar y observar, olvidamos seguramente que los niños van a su ritmo alcanzando objetivos, algo que deben aprender con nuestra ayuda y ejemplo
Para los adultos, cada vez más, resulta difícil ser pacientes, porque como padres lo que más solemos decir a diario es: “Llego tarde” o “no llegamos”, y además vivimos en un momento de inmediatez, entonces, cuánto menos esperar a alcanzar algo que nos apetece lograr. Nuestro trabajo debería ser algo personal y dirigirse a fomentar en los hijos calma y constancia, claves para que no se frustren cuando algo no sale como hubiesen deseado.
Educamos a nuestros niños desde su nacimiento y nuestro afán es que sigan su sendero y que si se caen no se queden derrotados en el suelo. Padres y profesores deben enseñar estrategias para que puedan enfrentar los retos que se les pongan delante. Alcanzar la meta representa tesón y es gratificante ver los resultados. Esto no exime que el fallo también es aceptable y sirve para aprender a gestionar esas emociones menos placenteras y a las que no nos gusta enfrentarnos.
Haber estudiado, haberse esforzado y suspender, no es un fracaso, todo lo contrario, debería significar un orgullo para el niño y para los padres y maestros ¡Un día malo lo tenemos todos!, y lamentablemente se nos olvida muy frecuentemente.
Es importante comprobar que ha valido la pena
Si los niños aprenden que la perseverancia tiene que ver con no rendirse e intentarlo las veces que sean precisas, comprenderán que representará una mayor seguridad en su valía. El niño puede ser constante en: las tareas tanto en la escuela, en los deberes para casa, cuando algún juego no le sale a la primera, afrontando no tan buenas experiencias, cuando tiene metas nuevas o descubre que el sacrificio ha valido la pena.
Amparo Saera, de 40 años, community manager y asistente virtual para emprendedores del bienestar y del desarrollo personal, es madre de un niño de 5 años y está embarazada de una niña. Para ella es muy importante que los niños enfrenten sus responsabilidades con decisión y organicen a diario sus quehaceres. “Intentamos que a diario nuestro hijo se haga cargo de ciertas cosas como hacerse la cama. Otras tareas, por las prisas de las mañanas, cuestan más…, pero por la noche sí tenemos rutinas que implican un trabajo en familia (recoger la mesa, ayude a cocinar con responsabilidades acordes a su edad…)”, dice.
Para que su hijo se haga cargo de sus responsabilidades usa la repetición y le ayuda, a veces verbalmente (por ejemplo: ya sabes donde guardamos las servilletas). En otras ocasiones le apoya de un modo más directo, como a la hora de hacer la cama. Considera que es importante ser ejemplo y opta por compartir sus logros. “Cuando hago una formación para ser mejor profesional le explico que yo también “voy al cole” porque es bueno seguir aprendiendo siempre…”, explica.
Cuando al niño no le sale algo bien o a la primera y se impacienta, le comenta que se aprende de ese modo y le pone ejemplos de aprendizajes propios o de momentos en los que ha tenido que hacer algo mal para que seguidamente le saliese mejor.
Beneficios de empeñarse en algo
El esfuerzo y la perseverancia, tener calma, aporta a los niños, según Teresa Querol Cortés, psicóloga clínica infantil, desarrollo cognitivo y emocional y es que:
- Con empeño los niños aprenden a enfrentar desafíos y a desarrollar las habilidades cognitivas de resolución de problemas y toma de decisiones que van a necesitar constantemente a lo largo de sus vidas.
- El esfuerzo aumentará el aprendizaje activo: cuando el menor se enfrente a una tarea difícil, la capacidad de esmero le ayudará a organizar sus pensamientos para elegir cómo resolver el problema de entre todo lo que sabe o buscar lo que debe aprender.
- La implicación en algo va a afianzar el proceso de aprendizaje, como si fuera el pegamento que le ayuda a utilizar su propia experiencia vital.
- Desarrollarán resiliencia (que es la capacidad para manejar la adversidad), autodisciplina y autoconfianza en sus propias capacidades, lo que también los llevará a una visión más optimista de sí mismos y de la vida.
- Al apreciar los propios logros, aprenderán a apreciar los de los demás y a colaborar para alcanzar las metas.
Puntos para potenciar el sacrificio en los niños
Según la psicóloga, los padres pueden asistir a los niños para favorecer estos conceptos en su vida diaria. Concreta algunos aspectos que pueden fomentar el trabajo y la constancia de forma natural y sin cambios en las rutinas familiares:
- Elogiar el esfuerzo, no al niño: Por ejemplo, en lugar de decir “qué listo eres”, resulta más motivador decir “te has esforzado”.
- Dar valor al proceso y al crecimiento: Dar el mensaje de que todos tenemos la capacidad de mejorar, en algunas cosas cuesta más que en otras, pero se consigue si se intenta.
- Subdividir las metas: Si algo va a costar mucho, se puede dividir en metas más pequeñas y alcanzables y así ir aumentando la experiencia de éxito y la motivación hacia la perseverancia.
- Dar ejemplo: Hablar abiertamente sobre los propios desafíos, lo logros, las dificultades, los fracasos y cómo resolverlos.
- Aceptar el fracaso: Plantearlo como un bache en el camino, como natural y esperable en muchos momentos. Es necesario hablar de los propios fracasos como parte del proceso de crecimiento.
Investigar libremente
Lola Álvarez-Romano, pedagoga y psicoterapeuta psicoanalítica de niños, adolescentes y adultos y autora de “Pero ¿qué te pasa” y “¿Qué me he perdido?”, de Editorial Planeta, certifica que, si los hijos se están desarrollando en un entorno seguro, se encuentran en una relación de apego seguro, los padres procurarán satisfacer sus necesidades y le ayudarán a desarrollar su potencial.
La experta refiere que, durante la infancia, el niño tiene que poder explorar con libertad todas las opciones que tiene a su alcance, de un modo creativo y sin sentirse presionado. “Esto no siempre es posible, ya que con frecuencia los padres, sin darse cuenta, les estimulan en una determinada dirección, persiguiendo unos objetivos que suelen haber elegido ellos”, confirma, añadiendo que en el caso de las actividades escolares o extraescolares pueden darse en un entorno de competición, pudiendo inhibir esa exploración.
“Que crean en sí mismos, sean pacientes y no se rindan está muy vinculado a su autoestima, que es una consecuencia directa de haber desarrollado un apego seguro, es decir, cuando el niño se siente acompañado de un adulto que le quiere y le cuida, que le presta su apoyo para emprender tareas nuevas y que le crea los estímulos adecuados”, relata.
Sentirse acompañado
Como sostiene, en el caso de un bebé que quiere dar sus primeros pasos, cuando el padre o la madre le anima y abre sus brazos para recibirlo, él va y ve una meta alcanzable. “A partir de esas primeras incursiones que hace hacia la independencia, el niño irá aprendiendo a conquistar otras metas que, aunque no las consiga a la primera, tendrá que ir probando”, subraya.
La mente del niño va tomando forma a través de la interacción con la mente de los adultos que le rodean y, de ese modo, va desarrollando la suya propia. “Si un bebé llora porque está incómodo por algo y su madre le habla, le cambia el pañal…, se calma”, constata Álvarez-Romano.
Mientras indaga a su alrededor, el menor aprende cómo funcionan las cosas y descubre la realidad en la que vive. “Si todo progresa de forma natural, a medida que se va haciendo mayor, el niño aprende a creer en sí mismo, en sus propias capacidades y es consciente de lo que puede conseguir si se lo propone (y si tiene el apoyo adecuado)”, aclara.
Ni exigir, ni imponer
Para esta pedagoga, la diferencia entre estimular y exigir tiene que ver con una fina línea. Los padres han de observar su desarrollo, saber valorar qué es lo que motiva a su hijo y estimularle en la medida adecuada. “Con demasiada frecuencia los niños se ven obligados a llevar a cabo los sueños truncados de sus padres, especialmente en ámbitos deportivos, y eso puede crear una presión excesiva para un hijo. Gritarles instrucciones y estímulos desde los márgenes del campo de fútbol suele ser muy contraproducente”, recalca.
Como afirma la experta, es crucial que los niños aprendan el valor del compromiso y la perseverancia hacia una afición porque eso es un aprendizaje muy útil para la vida, pero hay que saber ver cuándo el niño deja de disfrutar una actividad y sigue con ella para no decepcionar a los adultos.
Álvarez-Romano entiende que el que un niño abandone cierta actividad no debe verse como una pérdida de tiempo sino como parte de la exploración del niño de la realidad: “Le ayudará a medir sus capacidades y a desarrollar sus propios gustos”.
Para la profesional, la crianza se trata de guiar a los hijos, aunque también de dejarse guiar por ellos. “Acompañarlos, pero observando hacia donde se dirigen, para, a partir de ahí, apoyarles en su trayectoria”, refiere.
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