El proceso de socialización en la infancia determina en gran parte la personalidad del niño y posteriormente adulto. Se habla frecuentemente que dar regalos en exceso o mimar mucho a los niños puede tener graves consecuencias. Pero determinadas actuaciones tienen su trasfondo y deben analizarse en profundidad. “Todos nacemos con una predisposición genética o “temperamento”. Hay niños que desde muy pequeños muestras conductas de impulsividad, baja tolerancia a la frustración y escasa capacidad de espera”, declara Jonatan Molina Torres, psicólogo experto en terapia psicológica en niños y adolescentes y miembro de la sociedad “Red Infancia”, implicada en la divulgación de la salud mental infanto-juvenil. “Para las familias llega a suponer un reto gestionar estas situaciones a diario”, añade.
La interacción padres-hijo es esencial desde muy temprana edad. El proceso de socialización suele llevarse a cabo por las figuras de apego: los padres. “Para entender el papel de la genética y del ambiente, podríamos decir que `los genes apuntan, y la socialización dispara´”, subraya el experto en psicología. “El estilo de disciplina en casa o la existencia de normas y límites claros se podrían moldear a un estilo más reflexivo y fomentar la tolerancia a la frustración”, explica.
Cuando se habla del “Síndrome del pequeño emperador”, se hace para aludir a un niño dominante, que quiere y consigue todo manipulando. En la llamada “sociedad del bienestar” en la que nos situamos, tenerlo casi todo a nuestro alcance genera importantes daños. “Se está dejando de educar a los niños en el hacer por el simple hecho de disfrutar y el aprender que no siempre se obtiene lo que uno ansía (por ejemplo, en el caso de regalos materiales)”, manifiesta Molina Torres. “Incluso los jóvenes se sienten menos capaces de gestionar problemas cotidianos: asuntos académicos, relaciones de tipo social…”, continúa el experto.
La importancia de dar menos regalos y pasar tiempo con los hijos
Los padres viven en un sprint diario y llegan a sentirse culpables. Los estilos educativos, son, además, más “inconsistentes”. “Los padres ocasionalmente, consideran adecuado compensar ausencias con promesas y regalos materiales”, refiere el psicólogo.
“El cambio tan brutal que hemos experimentado como sociedad los últimos 20 años tiene mucho que ver con el aumento de diferentes problemas psicológicos en niños y adolescentes. Estos no solo son problemas de conducta, sino también problemas emocionales”, asevera Molina Torres.
Para el experto en terapia psicológica en niños y adolescentes, lo ideal sería “volver a poner a la familia en el centro del proceso de socialización de los niños”. “También es necesario un cambio en la sociedad, como en la conciliación laboral, que la crianza se centralice y sea más a fuego lento. El componente afectivo debe primar sobre el de la disciplina”, asegura Jonatan Molina Torres.
“Es importante no enfocar este tema desde el temor de los padres a que, si dan muchos regalos, su hijo va a terminar siendo un adolescente tirano incapaz de gestionar la frustración y de valorar aquello que tiene”, expone Lola Pavón, psicóloga general sanitaria y psicoterapeuta.
“Daniel Siegel, gran experto en neurociencia y crianza (“El cerebro del niño” o “Disciplina sin lágrimas”) habla de lo que él llama “música de tiburón” para describir la música emocional interna que tienen los padres a la hora de acompañar a los hijos. Si esa música está llena de tintes de anticipación catastrofista, activando ansiedad y temores (que además no tienen por qué cumplirse), será más difícil poder ayudar a los niños cuando estos tengan dificultad para gestionar su propia frustración”, argumenta Pavón.
Conectar con los hijos y establecer valores
Para la psicóloga “si los padres logran bajar esa “música de tiburón” podrán ser la base segura desde la cual los niños explorarán su propio malestar”. Lograrán “sembrarse semillas de gestión emocional saludable y de interiorización de valores y recursos” para que los niños alcancen a:
- Discernir en la toma de decisiones sobre lo que se quiere como regalo o se necesita.
- Aprender a apreciar lo que se tiene en cada momento, dando valor a lo que se tiene y no a lo que no.
- Entender que no todo se puede conseguir o que, en ocasiones, sí se podrá, pero habrá que esperar para ello.
“Ante la posible frustración, los padres habrán de conectar con los hijos. Para ello la “música de tiburón” ha de estar desactivada o lo más tenue posible. Ya desde la conexión, los padres podrán redirigir hacia lugares emocionales de calma, donde transmitir valores y potenciar los mejores recursos”, sostiene Pavón.
Es importante determinar cuándo, dónde y cómo se trabaja como el niño. “Puede ocurrir que “pongo límites a mi hijo porque si no en dos años se me sube a las barbas”. Aquí estoy con mi sistema de alerta puesto – mi “música de tiburón”- y aumenta la probabilidad de que entre en desafío y lucha de poder con el niño. Por otro lado, “pongo límites a mi hijo porque quiero ayudarle a interiorizar tranquilamente estos valores. Sé que es normal que le cueste un poco gestionar este aspecto. Necesita de mi ayuda para volver a la calma, y así controlar un poco el número de regalos”. «Vemos que están activos el sistema de conexión social y de cuidados, que será más productivo en un futuro, tanto para padres como para niños”, declara la psicóloga general sanitaria.
Acompañar al hijo desde la infancia temprana
Los primeros años los niños necesitan corregulación, acompañamiento, límites, ayuda en la autonomía progresiva para priorizar y decidir y sobre todo, apego seguro para la gestión del estrés. «Los niños necesitarán a padres que les ayuden a interiorizar la capacidad de tolerancia a la frustración que sentirán en ocasiones», asevera Lola Pavón.
Vivimos en un mundo con una tendencia en general, consumista, algo que conlleva a la sobreestimulación y/o falta de ilusión en el regalo. “Niños solo están repitiendo patrones que los propios adultos ya tenemos y desean recibir regalos. El mundo de la publicidad se encarga de crearnos necesidades. Además, en la llegada a la adolescencia tener algunas cosas se puede asociar a sentirse perteneciente a un grupo”, sostiene Pavón.
Los padres llegan a regalar más de lo que el niño pide o necesita. Según la psicóloga general sanitaria, los padres pueden seguir ciertas pautas antes de regalar a sus hijos:
- Explicar cómo y cuándo se podrán tener regalos y poner una cantidad limitada de juguetes.
- Hacer preguntas o indicaciones para ayudar a organizar internamente el deseo y/o necesidad.
- Promover estrategias de toma de decisiones (¿qué te gustaría?; ¿qué te haría ilusión?; ¿en qué orden lo preferirías?; ¿qué es más importante para ti en este momento?, etc.).
El niño necesita a su padre, no al juguete
La conciliación sigue siendo una utopía. Las necesidades de las familias no se ven cubiertas. Asimismo, los padres no siempre consiguen estar presentes físicamente y usan los juguetes como sustitutos. “Los niños necesitan estar con sus padres, contacto físico, reír junto a ellos, sentirse queridos y compartir su mundo interno y sus emociones. Necesitan que alguien les ayude a ir poniendo palabras a todo ese mundo interno. Y para ello el intercambio con otra persona será fundamental. Los juguetes solo son herramientas para lo importante: el juego. Y por medio de él: aprenden, exploran y se relacionan. Los juguetes no son el fin”, declara la experta en psicología.
“Queremos que nuestros hijos tengan de todo y se lo compramos. No nos damos cuenta que no nos piden juguetes, solo que juguemos con ellos, con uno o dos muñecos como mucho o con arena y palos en el parque”, afirma Lorena Monzón, madre un niño de 3 años.
Por mucho que los padres esperen y deseen que sus hijos jueguen más solos y por ello les surtan de más cantidad de regalos, “no sucederá”. “Por todo esto, los niños que reciben muchos juguetes o se les cumplen muchas de sus peticiones, no pertenecen a ninguna categoría recogida en ninguna clasificación oficial y el análisis acerca de la tolerancia a la frustración no puede hacerse a la ligera”, concluye Lola Pavón.
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