Dormir con los hijos por deseo propio de las dos partes o por necesidad derivado de miedos de los niños, por el cansancio de los adultos, por comodidad…, son cosas diferentes y es ahí donde resulta indispensable valorar si hay algo más que debería trabajarse
No es muy frecuente que una madre o un padre se lance a hablar que duerme con sus hijos. No obstante, se lee entre líneas cuando en conversaciones distendidas, uno te dice que su hijo da muchas vueltas en la cama, que da patadas, u otro admite que su hijo le despierta cuando le pide que vaya a buscarle un vaso de agua. Cuando te atreves a preguntar llega la respuesta afirmativa y es que muchos progenitores siguen durmiendo con sus hijos y aseguran sentirse muy a gusto. En otras ocasiones, se da por accidente, aunque bastantes coinciden en que quieren disfrutar el tiempo que les quede con ellos porque nada es para siempre, como dicen.
A edades tempranas el colecho suele recomendarse por algunos profesionales, más cuando se da pecho, pero a nivel social parece estar generalizado cierto rechazo o verse como innecesario o que impida la autonomía y futura dependencia que un niño mayor duerma en la cama familiar.
Los nuevos modelos de familia siguen cambiando y evolucionando y cada vez se da más cabida a las necesidades y deseos de menores y adultos (situaciones varias siempre) sin tanto al qué dirán. Pero, ¿puede hablarse de una edad límite recomendada para dormir juntos padres e hijos? Asimismo, generando un vínculo fuerte y sano por el día, las noches pueden ser tan sólo para desconectar y reponerse totalmente, ¿dicen esto los profesionales?
Dormir junto a los niños por deseo
Marta tiene 42 años y cuenta que desde que nació su bebé han dormido juntos porque eso era lo que ella quería. Actualmente su hijo tiene 9 y el pequeño sigue queriendo dormir con su madre. “Cuando les cuento a mis amigas o a mi familia que duermo con mi hijo lo primero que me preguntan es si estoy mal con mi pareja o qué le parece a él”, expresa.
Marta confiesa que todavía siente que es un tabú hablar de eso claramente y tampoco está bien visto, pero destaca que en su círculo de amistades hay muchas madres que duermen con sus hijos y están encantadas. “Conozco a madres que han dormido con sus hijos desde pequeños y a otras que lo hacen por días, cuando les apetece y afirman que es un sentimiento y una calidez inimaginable. Tampoco estamos hablando de adolescentes, todavía son niños y nos necesitan. Nosotros a ellos, también”, dice.
Comenta que ella conoce historias de madres y que, en la mayoría de los casos, los padres lo aceptan sin que les moleste y que tanto ella como a quienes conoce no les afecta para tener relaciones íntimas en otros momentos.
¿Cómo dar espacio a los cambios con hijos?
A Elena le sucede algo parecido. Cuando su hija era bebé tenía la minicuna al lado de su cama y estuvo así con la pequeña hasta casi los dos años. Después, la llevaron a la habitación de la pequeña y el matrimonio dormía en la cama familiar en una habitación contigua. A los seis años la pequeña iba por las noches a dormir con los padres. Ellos de primeras la llevaban a su cama, pero lloraba y quería estar en la cama del matrimonio. Como el padre se levantaba muy temprano para ir al trabajo, se iba a otra habitación y las dejaba a ellas dormir.
“Fue una etapa de muchos cambios y mi hija lo notó y necesitaba nuestro arropo. Ha pasado casi un año y vamos poco a poco. Hay noches que la llevo a su cama cuando se duerme y no se despierta y otras en las que por cansancio nos dormimos a fondo y nos da igual. Es pequeña y me dicen que no me preocupe, que todo va a mejorar y ella se sentirá más tranquila y confiada para volver a estar sola de noche”, refiere esta madre.
Formas de afrontar las noches con los niños
Leticia Garcés, pedagoga, quiere dejar claro los conceptos sobre el colecho o la cama familiar, ya que asegura conocer que generan confusión. Explica que, por un lado, están las madres, sobre todo, que desean dormir con sus hijos. “Estas lo han hecho desde el principio de su nacimiento, decidido mucho antes, y de forma consciente y voluntaria han querido practicar un colecho comprometido, que viene a ser la práctica de crianza que consiste en dormir en la cama con uno o dos progenitores”, apunta.
De otro lado, están quienes no lo habían planteado así. “Hablamos de madres y también padres que, teniendo claro desde el principio que querían que sus hijos durmieran en sus camitas y quizás no habiéndose planteado nunca dormir con ellos en la cama matrimonial, han aceptado por pura supervivencia, por necesidad de dormir o facilidad”, destaca.
También puede darse que los progenitores duerman en la cama del hijo y en mitad de la noche se cambien y vuelvan si el niño se despierta y los reclama. Confiesa que ha escuchado muchas formas diversas de sobrevivir al sueño de la noche.
La autora de «Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada» (Desclée de Brouwer, 2023) asevera que comprende la necesidad de descansar de los padres, y recomienda: atender las situaciones de convivencia durante el día ya que “si a la noche no te quedan fuerzas tampoco es momento de educar”.
Aconseja centrarse primero en los hábitos saludables y de convivencia porque cuando los adquieran convenientemente, el hábito del sueño se logrará mejor también.
Afecto y necesidades
La experta incide en que se puede hablar de necesidades afectivas y físicas que es importante cubrir a una edad determinada y que de ello puede depender gran medida su neurodesarrollo.
Garcés aclara que hay aprendizajes que se graban mejor en el cerebro en ciertas etapas como el lenguaje o la motricidad, aunque también refiere que eso no quiere decir que en otros momentos no se pueda desarrollar. “Esto es porque la plasticidad del cerebro siempre facilita el aprendizaje, pero siempre será más difícil o llevará más tiempo, como cualquier idioma”, cuenta.
Revela que el primer año de vida es fundamental para establecer un apego seguro en el niño y que la manera de hacerlo es mediante los cuidados de calidad, la presencia, los buenos tratos y la atención cálida del adulto. Expone: “Si esto se hace en los primeros meses de vida es mucho más fácil que el bebé aprenda a confiar en su cuidador principal”.
Pese a que no descarta la validez de la intuición y el sentido común confiesa que la evidencia científica es útil. “En la medida que incorporamos a nuestras actuaciones un poco de ciencia será más fácil tener una opinión fundamentada, argumentar un punto de vista más actualizado y defender una postura cuando otras personas opinen diferente”, justifica la pedagoga, quien asegura que los padres no vienen instruidos y tienen que aprender a ejercer.
Las noches son para el descanso
Si a nuestro pequeño le cuesta o le atemoriza dormir solo en su dormitorio, Clara Mas Bassas y Judit Abbot, aconsejan leer su libro «La aventura de dormir solos» (Duoma Ediciones, 2019), que cuenta la historia de una niña que por primera vez se va a dormir sola a su habitación.
Mas, psicóloga especialista en educación emocional y fundadora de La Nau Espacial, deja claro que adultos y niños deben comprender que lo principal por la noche es descansar: “Se trata de una prioridad, por eso, cada familia tiene que decidir si se acerca más a ese objetivo durmiendo juntos o separados y la opción acertada es la que funcione”.
Expone que, si ha llegado el momento en el que se cree conveniente que el niño duerma en su habitación, es preciso proponérselo como algo emocionante e insta a las familias a que eviten decir “ahora ya eres mayor” (porque ser “mayor” es algo muy relativo) y decir su edad “ahora que tienes X años, ¿qué te parece si probamos que duermas en tu cuarto?”.
La autora afirma que al llevar a cabo esa transición al niño hay que hacerle saber que en cualquier momento se va a acudir si tiene algún problema y que sepa que él también podrá venir siempre que lo necesite. “También se le puede hacer partícipe del nuevo espacio para hacer crecer su motivación: elementos decorativos como lámparas de noche, sábanas nuevas que le gusten, peluches especiales para dormir o más cojines para sentirse más arropado en su nueva cama…”, comparte.
En el caso de terminar en la cama de los padres, manifiesta que no hay que hacerle sentir mal sino acompañarlo con calma, empatía y paciencia. “Hemos de dar mucho amor para conseguir madres, padres y niños dormir y descansar lo máximo posible”, remata.
Forjar la autonomía e independencia en niños
Expertas, como la pediatra y dermatóloga Lucía Sabbione Angeloni, recalca que, quienes defienden, como ella, la crianza respetuosa, acompañan respetuosamente a las familias. “Practicar colecho o no es una elección de cada una. Nosotros sólo acompañamos la decisión, siempre dando información completa”, aclara.
Como indica, no hay un consenso médico que establezca una edad límite para que los niños duerman con sus padres. “En muchas culturas sucede hasta que el niño esté preparado y quiera dormir solo. Hay mucha controversia entre profesionales, sobre todo pediatras y psicólogos infantiles al respecto”, sostiene.
La doctora también señala que en el caso de que niños que superen los 7 u 8 años sigan durmiendo con sus padres se puede fomentar una dependencia que lleva a inseguridades. Apunta que es importante enseñarles a descansar en su propio espacio, dándoles seguridad, tranquilidad y confianza.
“Debemos enseñarles a estar solos, que la noche es un momento de calma, siempre con cariño y respeto. Enseñarles esto es ayudarlos a lograr mayor autonomía e independencia”, comparte la médico.
Por último, expone que existen algunos estudios que sugieren que el colecho en niños mayores puede provocar problemas para conciliar el sueño o miedo a dormir solos, sobre todo si se ha practicado durante mucho tiempo y se interrumpe repentinamente. “Puede afectar a la calidad de sueño del niño”. Además, en cuanto a las parejas, recuerda que puede afectar a su intimidad.
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