Como padres nos cuestionamos frecuentemente en cuanto al mejor modo de proceder en la crianza y educación de nuestros hijos. Queremos darles lo mejor y sentimos que fallamos más de lo que quisiésemos, algo que supone un lastre pesado que se alarga con los años. Meg Meeker, pediatra, miembro de la American Academy of Pediatrics y de la National Advisory Board of The Medical Institute y consejera de familiar con padres y adolescentes, es autora de «Padres fuertes, hijas felices: 10 secretos que todo padre debería conocer» (Vida práctica) (20210) (Ciudadela), donde se expresa cómo reforzar o construir los lazos con la hija y cómo orientar su vida y la del padre a mejor. Según la doctora, el padre debe ejercer su papel con amor, cariño y confianza. Otro de sus conocidos libros es «Madres fuertes, hijos fuertes: Lecciones que toda madre necesita para criar hijos extraordinarios» (2015) (Aguilar). En este último se habla de ayudar a las madres a encontrar el coraje preciso y la confianza en sí mismas para impulsar en sus hijos un mayor potencial.
La popular conferenciante en Estados Unidos, también madre, mantiene que los progenitores han de estar presentes no solo físicamente, sino a todos los niveles, para que se produzca un adecuado desarrollo de los hijos.
Los niños necesitan pasar tiempo con los padres y sentirse amados y valorados
“Los padres han de entender que sus hijos necesitan menos de lo que creen para crecer y convertirse en adultos fuertes y felices. Muchos padres no perciben que estén haciendo las cosas convenientemente en su crianza porque ponen el foco en las cosas equivocadas. Se preocupan por darles a sus hijos cosas innecesarias que no son malas para ellos, pero mucho menos importantes. Los padres quieren asegurarse de que sus hijos tengan suficientes oportunidades, aquello que tienen sus amigos (Iphone y videojuegos), que participen en suficientes deportes… Sin embargo, esto no es lo que los niños realmente necesitan o quieren”, argumenta la doctora Meeker.
En palabras de la experta, los hijos tan solo quieren y necesitan a sus padres: su atención, el afecto, más tiempo con ellos y la confirmación de que pueden ser buenas personas. “Pasar tiempo con sus padres y madres los hace sentirse amados y valorados. Cuando los niños van a varias clases extraescolares aprenden cosas, pero no desarrollan el profundo sentimiento de quiénes son porque esto proviene de los padres, no de los entrenadores o maestros”.
La conferenciante asegura que los hijos necesitan muestras de amor, sentir un beso, un abrazo…, algo que significa -según la doctora Meeker- todo para los niños y les aporta confianza en sí mismos.
Para esta consejera familiar resulta imprescindible ratificar las cualidades o virtudes del hijo, como, por ejemplo, cuando es paciente, amable con otros, cuando se esfuerza por alcanzar algo. “Los padres deben felicitar al niño y por ello se convertirán en personas felices, fuertes y maravillosas”.
Aprender a gestionar las emociones de adultos
“Por último, diría a las familias que enseñan a su hijo quién es Dios y por qué vino Jesús a salvarlos y amarlos. El mejor regalo que pueden darle a su hijo es una fuerte fe y amor por Jesús y, a medida que crecen, aprenderán que su fortaleza y felicidad provienen de Él y que siempre estará allí para ellos”, remata la médico.
Susana Mayorgas, psicóloga infanto-juvenil, refiere que el estado emocional de las familias, tanto padres como madres, afecta directamente al estado emocional de pequeños y adolescentes y “cuando se dan ciertos problemas psicológicos (como profesionales) siempre tenemos en cuenta cuál es la situación familiar y cómo están estos padres y madres”.
“Muchas veces, en consulta infanto-juvenil, recomendamos a los padres que ellos también hagan terapia para poder gestionar sus propias emociones. Por lo tanto, es importante que padres y madres estén trabajados o se estén trabajando, para que así puedan proporcionar estabilidad emocional y puedan ayudar a los más pequeños en casa”, recomienda la profesional.
Esta psicóloga ejemplifica que si ante una rabieta, como adultos existe una desregulación, un enfado…, será complicado acompañar emocionalmente al hijo en su propia regulación emocional. “Es la llamada heteroregulación: primero me regulo yo para después ayudar al menor a regularse. Si no se da así, es muy difícil trabajar en casa en situaciones de ese tipo”.
Las relaciones entre padres e hijos
Mayorgas también señala que el vínculo que se genera entre padres-madres e hijos-hijas no viene dado por el sexo o por el género de cada uno de ellos. “Desde mi punto de vista, es independiente que sea vínculo hija-padre o hijo-madre, si no que va a ir en función de cómo son esas relaciones”.
Para concluir la experta sostiene que se necesitan relaciones con esa base de confianza amor y respeto para poder forjar un vínculo seguro a nivel familiar.
Oli Rodríguez, asesora educativa familiar, profesora de adolescentes, certificada en Disciplina Positiva y diplomada en Neuroeducación Infantil y Adolescente, destaca que los padres luchan a diario por dar lo más adecuado a sus hijos, pero en ocasiones, las exigencias personales son tantas que llegados a olvidar que “no existen maternidad y paternidad perfectas”.
“El nivel de presión que la sociedad nos dicta y que nosotros mismos nos aplicamos es muy elevado. Al mismo tiempo el enfoque que esperamos lograr siempre es con base en los resultados y se nos olvida de la importancia del proceso. Y el proceso sí o sí tiene que partir de nosotros mismos, de nuestra propia historia como padres, de identificar patrones generacionales y heridas emocionales que puedan influir en nuestra manera de criar y formar”, clarifica la experta en educación.
Rodríguez aconseja a los padres ser cada día más conscientes de la forma de acompañar a los niños y jóvenes, algo que les quitará cierto peso de encima.
Trasmitir fortaleza emocional de los padres hacia los hijos
Diana C. Jiménez, psicóloga adleriana, es entrenadora de Disciplina Positiva y autora del libro «Infancia En positivo. Guía definitiva para padres y Madres: Guía para padres y madres en la educación de sus hijos» (Padres y educadores) y «Entender la adolescencia».
C. Jiménez, madre de familia numerosa, apunta que a día de hoy los padres se enfrentan a una mayor y más compleja responsabilidad respecto a la labor con sus hijos: “No se nos pide solo que cuidemos a nuestros hijos, sino que, en algunos casos, se nos pide (o incluso, exige) que seamos sus impulsores e infundirles valor, fuerza, constancia, crecimiento… esto es, hacer de ellos adultos con un gran potencial”.
La experta expone una pregunta que probablemente se hagan muchas familias: “¿Cómo puedo ser yo modelo de aquello que ni yo misma tengo, que no aprendí cuando era niña o niño y que no pude desarrollar siendo adulto?”.
C. Jiménez asegura que el cambio se está produciendo ya que las nuevas generaciones se encuentran más preparadas a nivel emocional. “Es muy necesario el trabajo personal de cada individuo para que la fortaleza de los padres se infunda a sus hijos con naturalidad y consistencia”.
“Nuestros hijos necesitan modelos fuertes, con una sana autoestima. Necesitan adultos que pudieron sanar sus heridas de la infancia y modelar los valores necesarios para las generaciones venideras”, explica la psicóloga.
C. Jiménez recuerda a Alfred Adler, padre de la psicología individual, en su discurso sobre cómo los seres somos creativos por naturaleza y en nosotros hay una fuerza impulsora de cambio. “Solo necesitamos recuperarla (en algunos casos con ayuda profesional) para comenzar a brillar y por tanto iluminar a los demás”.
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