Mi infancia y mi juventud están marcadas por las vacaciones de verano que recuerdo con mucho cariño. Siempre eran en Chipiona. Allí nos reuníamos mis padres y hermanos con mis tíos y primos. Éramos una gran familia que disfrutaba de las vacaciones compartiendo la casa, el tiempo, juegos, baños, excursiones, y la comida. Estábamos en la playa hasta la caída de la tarde. Ahora las cosas han cambiado. Las familias eligen cada año planes diferentes entre una gran oferta de ocio, cultura y sobre todo muchos viajes, cuando en realidad lo que hace falta es sobre todo escuchar a los hijos y entre todos compartir y encontrar un plan atractivo que guste a todos.
El primer objetivo de las vacaciones es descansar. En la sociedad actual, debido al consumismo, descansar se asocia a gastar. Parece que no se puede descansar de manera familiar y sencilla y evitando gastos innecesarios (viajes a lugares exóticos o lejanos). El descanso no es un lujo; es una necesidad, un deber. «Cuídate», se dice a veces entre amigos y familiares, al despedirse: nos recordamos mutuamente que nuestra salud es un don de Dios.
El verano es una buena oportunidad para mejorar nuestras relaciones con los demás, visitar a alguien que tenemos en mente, pero nunca encontramos tiempo o reunirse con amigos para arreglar el mundo. Pero, sobre todo, esos días deben ser una oportunidad para fomentar una vida en familia más sosegada, aumentar la comunicación y estrechar los vínculos afectivos. Hace falta fortalecer la unidad familiar, escuchando y guiando a los hijos, haciendo planes atractivos para todos que lleven a conocerse, comprenderse y quererse, y en esos días los esposos, pieza clave de la familia, deben redescubrirse.
Lo bueno no tiene por qué ser caro o extravagante. Hay que enseñar desde niños a disfrutar con las cosas pequeñas como, por ejemplo, ver una puesta de sol, tomar un helado, dar un paseo o incluso manejar un tirachinas. No ha de faltar un tiempo para la lectura de algunas novelas de aventuras, biografías o cuentos. De todas formas, no podemos olvidar que, aunque estemos de vacaciones, es importante no perder del todo los hábitos adquiridos durante el invierno. Para eso, conviene establecer un horario cada día, pero con flexibilidad y margen.
Pensemos en «la familia sostenible», aquellas cuyas decisiones de hoy se toman pensando en el futuro sin hipotecarlo. Lo que está claro es que las vacaciones no tienen porqué ser un problema económico, deben ser un beneficio para toda la familia.
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