Dentro de la extraña y fascinante historia de Hollywood clásico, lleno de personalidades que van desde la genialidad hasta la extravagancia más absoluta, ha habido un puñado de seres cuya relevancia se extiende más allá incluso de la inmortalidad que proporciona el celuloide.
Una actriz de ellas se llamaba Hedy Lamarr, actriz vienesa que triunfó en películas tan míticas como la bíblica “Sansón y Dalila” y trabajó junto a algunos de los mejores directores de los años 40 y 50, como Vicente Minelli, Douglas Sirk, Spencer Tracy, Jame Stewart o Clark Gable.
Se decía que su belleza era tan etérea y perfecta que fue conocida en su tiempo como “la mujer más bella de la Historia del Cine”. Sus habilidades interpretativas, que las tuvo sin duda, cómo en la estarla mujer ( The Strange Woman), estimable muestra del mejor Cine Negro, dónde curiosamente interpreta un papel que le marcaría durante el resto de su carrera, y en el que se sintió tristemente encasillada: el de una mujer de deslumbrante belleza que manipula a los hombres para conseguir todo lo que se propone. Lamentablemente, sus dotes como actriz siempre estuvieron solapadas bajo el manto de su presencia física, y de la perfección de sus rasgos.
Pero la faceta más fascinante y oculta durante muchos años a la audiencia de sus películas, es que Hedy Lamarr no sólo era un rostro excepcionalmente bello, sino que detrás del mismo, existía una mujer de una inteligencia también extraordinaria, adelantada a su tiempo y con unas inquietudes fuera de lo común. Y es que, además de ser una reconocida actriz, Hedy era ingeniera. Junto a su marido, el pianista George Antheil, idearon un sistema de comunicación secreta que aunaba la modulación de señales con el sistema de pianola. Este invento se empleó posteriormente en los torpedos dirigidos por radio, algo de extrema utilidad en la época de su invención, en el año 1942, en la plenitud de la 2ª Guerra Mundial. Tal fue la relevancia de sus trabajos, que 20 años después, en la famosa Crisis de los misiles cubanos, este sistema fue adaptado a los buques de guerra norteamericanos e implementado durante los años posteriores.
Hedy Lamarr no sólo era un rostro excepcionalmente bello, sino que detrás del mismo, existía una mujer de una inteligencia también extraordinaria, adelantada a su tiempo y con unas inquietudes fuera de lo común.
No era una casualidad la colaboración con su país de adopción EEUU en esta singular faceta, ya que siendo una antigua nazi convencida, decidió contribuir de una forma especial a la derrota de la Alemania de Hitler. Sus orígenes judíos ayudaron indudablemente a su propio y peculiar esfuerzo de guerra. Y es que una de sus propias cualidades, que ella misma más valoraba, era su capacidad de observación. Ello le sirvió en las numerosas cenas de sociedad a las que era invitada asiduamente en su Austria natal, en una de las cuales descubrió la importancia del control y el secreto de las comunicaciones bélicas, lo cual le serviría de acicate para sus posteriores investigaciones científicas.
Este fue sólo el comienzo de su labor investigadora, dado que sus trabajos terminaron dando forma y sentando las bases de la tecnología para las comunicaciones inalámbricas, tan imprescindibles hoy para nuestra vida cotidiana, tales como los teléfonos móviles, el wifi o el sistema GPS.
Sin embargo, a pesar de la enorme relevancia de sus inventos, como suele suceder a la mayoría de los genios, no fue reconocida en su totalidad hasta su muerte, ya en los albores de este nuevo siglo, a cuya tecnología tanto ha contribuido.
Fue una mujer rebelde, capaz de huir de un anterior matrimonio con un fabricante de armas pro-nazi, en el que prácticamente era una prisionera, con una fuga que ya hacía presagiar sus aventuras en Hollywood. Fruto de los enfermizos celos, su marido hizo que renunciase a su incipiente carrera cinematográfica en su país natal, y la encerró en su lujosa mansión que se convirtió en su peculiar jaula de oro. Pero la tenacidad e imaginación de la actriz hicieron que planificara su propia huida. Se las arregló para drogar a una de sus sirvientas, a las cuales se las tenía ordenado que nunca debían dejarla a solas, recogió unos pocos efectos personales y se deslizó a través de una ventana ayudad de unas sábanas anudadas, huyendo de esta forma hacia una nueva vida, dejando atrás al primero de sus seis esposos. Llegó a Inglaterra disfrazada de empleada de hogar, donde se entrevistó con el productor Louis B. Mayer, quien consiguió su primer papel para la Metro Goldwin Mayer, empezando a partir de entonces su ascendente carrera cinematográfica.
Hedy Lamarr solía decir: “Cualquier chica puede ser glamurosa, sólo tiene que quedarse quieta y parecer estúpida”.
Siendo una mujer tan bella, y de indudable intelecto, esta frase nos demuestra que tanto en el cine, como posiblemente incluso más en la vida, fue una estupenda actriz.