Mujer de carácter y personalidad especiales, muy generosa y humana, no fue licenciada pero gracias a ella muchos estudiantes lo si lo lograron.
Hace unos días, charlando con mi padre, me comentó con ilusión que había leído un artículo en ABC de este pasado septiembre, sobre La Felipa. Alguna vez nos había contado anécdotas sobre la Librería y su dueña ya que, al igual que muchos estudiantes madrileños de aquellos años, también había sido cliente suyo, y el artículo le había hecho rememorar con nostalgia esos momentos.
Supongo que en esa época, serian muchos los que acudirían a su librería, pero lo más característico no era que tuviese libros de segunda mano, sino su forma de tratar a la gente y su interés en las personas. Tenía una gran personalidad y un trato muy humano, que hacía atrayente su establecimiento. Se volcaba con los estudiantes, de forma que llegaba a tener una gran complicidad con aquellos que eran asiduos. Prestaba libros a quién no podía comprarlos, y a los que les venía largo un libro nuevo, les facilitaba tener el ejemplar, aunque fuese usado, a buen precio, llegando incluso a regalar bocadillos cuando se enteraba de que alguno tenía dificultades económicas. Consiguió tener una comunicación muy cercana con todo el mundo estudiantil, y sus escasos conocimientos no supusieron un obstáculo, sino que su forma de actuar, su trato y su generosidad facilitaron los estudios de gran número de profesionales de todas las disciplinas …y nunca concedió una beca.
Prestaba libros a quién no podía comprarlos, y a los que les venía largo un libro nuevo, les facilitaba tener el ejemplar, aunque fuese usado, a buen precio, llegando incluso a regalar bocadillos cuando se enteraba de que alguno tenía dificultades económicas.
Felipa nació un día de Junio del año 1911 en Loranca de Tajuña (Guadalajara), y murió un día de abril del 2002. Sus padres murieron muy jóvenes, haciéndose cargo de ella y tres hermanos más su hermana mayor. Fue acogida siendo niña por Doña Pepita, una mujer culta que acogía a dependientas, a las que enseñaba a gestionar librerías de las que luego se convertirían en propietarias.
Quizás haber vivido una guerra, haber perdido a sus padres siendo niña, por su carácter austero castellano, y haber recibido ayuda desinteresada, fueron motivos que conformaron una personalidad especial. Cuidaba sus libros con esmero, y los arreglaba como una profesional. Empezó comprando libros de segunda mano, y posteriormente también nuevos. Cuando comenzaba el curso, se acumulaban los estudiantes en fila a su puerta. Este lugar debía ser especial, según se juzga por el cariño con el que todos hablan de ella, pero también debía serlo para los proveedores y editoriales, con los que también tenía buena relación.
Era una buena mujer, altruista y generosa, que trataba con gentileza a todo el mundo. Cuando hacía pedidos, los acompañaba con una carta de agradecimiento de su puño y letra, y contestaba personalmente a todos los que se dirigían a ella. Indudablemente, esta forma de actuar desvela su interés por las personas, no como grupo, sino como individuos, en particular.
Su forma de ser le hace anticiparse a las técnicas de marketing y publicidad que buscan mejores resultados cuidando al cliente, y ella los consiguió simplemente preocupándose por los demás y ejerciendo su trabajo con profesionalidad.
Ahora todo se tira, y lo que no se tira no sirve porque las editoriales cambian a menudo los libros de texto obligando a nuevas compras. Pero en aquella época, después de una posguerra y pocos medios, un libro de texto era un lujo que pocos se podían permitir, ya estudiar era simplemente un lujo para muchos. Por tanto, aunque Felipa no llegase a la universidad, si hay que destacar el recuerdo que dejó en los jóvenes que pasaban por su tienda y lo mucho que ayudó a algunos de ellos. En un momento en el cual no se hablaba de marca personal, esta señora lo hizo genial, y dejó su marca impronta a través de generaciones.
Quienes la conocieron hablan de su carácter cordial y bromista, a la vez que clara y directa, que no dudaba en decir lo que pensaba. En su librería colgaban carteles como:
Esas manos que te veo, o Si no tienes que/hacer nada/no lo vengas a/hacer aquí.
Así como dedicatorias de sus amigos tunos.
Cuando aumentó la actividad incorporó al negocio tres sobrinos, y en la actualidad sigue siendo un negocio familiar, dirigido por un sobrino-nieto.
Su memoria ha propiciado varios recordatorios en los últimos años, así como un libro, Historia de la Librería Felipa y la calle de los libreros de Madrid, de L. Regino y Juan José Asenjo.
Es agradable pensar en la importancia de esta mujer en los estudiantes universitarios de Madrid de la segunda mitad del siglo XX, y el cariño con el que todos guardan su recuerdo. Gran profesional y mejor persona, no necesitaba técnicas de marketing ni de organización porque lo llevaba dentro, y sólo se puede dar lo que se tiene.
Gracias Felipa, creaste una gran familia. ¡No me imagino la que habrías organizado si hubieses llegado a la universidad!.