Parece que todas las hazañas del automovilismo corresponden al sexo masculino, sin embargo, el primer viaje que hay documentado en la historia del automóvil lo realizó una mujer, Berta Ringer Benz.
Con la excusa típicamente femenina de ir a ver a su madre, Berta partió para Pforzheimn desde Mannhein, recorrió un total de 104 kilómetros en el último coche en el que trabajaba su marido. Había conseguido la patente DDRP 37435 para un vehículo accionado por motor de gas de tres ruedas.
La intención de Bertha fue dar a conocer el trabajo de su marido, Karl Benz, quien llevaba dos años creando un vehículo impulsado por un motor de cuatro tiempos sin necesidad de caballos ni rieles.
Su hazaña trataba de dar confianza a un invento del cual todo el mundo desconfiaba, ya que los automóviles eran, en ese momento, máquinas movidas por “fuerzas misteriosas”.
Sin embargo fue ella y no él, quién demostró que funcionaba, ya que Karl Benz apenas había lo probado fuera del patio de su taller. Su hazaña trataba de dar confianza a un invento del cual todo el mundo desconfiaba, ya que los automóviles eran, en ese momento, máquinas movidas por “fuerzas misteriosas”.
Karl era un gran ingeniero y proyectista pero sin embargo no se le daba bien el marketing, así que los primeros intentos de mostrar al público sus creaciones salieron bastante mal, llegando incluso a estrellarse con un valla uno de los conductores en una presentación.
Bertha salió de madrugada sin haber avisado a su marido, al cual le informo de sus intenciones en una carta, y llegó al anochecer. El camino, una odisea, Bertha tuvo que actuar como conductora y como mecánica: pidió a un zapatero que le repusiese el cuero de las pastillas de freno, a un herrero, que le reparara la cadena, cuando se quedaba sin combustible iba comprando en farmacias la ligroína (éter de petróleo) que hacía las veces de este. Incluso utilizó sus ligas para tapar una válvula con fugas, y las horquillas del pelo para limpiar otra obstruida.
Cuando llegaron a su destino, Bertha envió un telegrama a su marido para avisarle de que había llegado a salvo, pero la noticia ya había empezado a correr por todos los pueblos. Había demostrado cómo el invento de su marido era seguro y funcionaba.
Durante su viaje, la gente reaccionaba con gran asombro e incluso muchos se asustaban al ver el coche que, además iba conducido por una mujer. Después de pasar unos días con su madre, Bertha volvió por otra ruta con el objeto de que más gente viese que el automóvil era una forma segura de volver a casa.
Incluso llegó a sugerir una velocidad adicional para subir las cuestas, ya que fue su hijo quien le ayudaba subirlas cuando se encontraban ante una con el tradicional método de empujar. Un mes después Karl Benz ganó una medalla de oro en una feria de Múnich con la exhibición de una versión mejorada del coche.
Bertha fue la gran animadora de su marido, gracias a su firme optimismo y a su capacidad para analizar las situaciones difíciles. Siempre fue capaz de encontrar una solución a los problemas, y es uno de esos casos en los que la mujer ha contribuido de forma esencial al éxito de la obra de su célebre marido, según se explica en la página de Mercedes-benz. Confiaba en él y estaba segura de su trabajo, y sin su apoyo, seguramente la empresa Benz & Co. nunca hubiese existido.
“Solo una persona permaneció a mi lado en la nave de la vida en aquellos días en que parecía estar a punto de naufragar: mi mujer. Entera y valiente, logró izar nuevas velas de esperanza”, escribía Karl Benz en sus memorias”.
Fuente: www2.mercedes-benz.com
Canal de historia