Aunque aparentemente el descubrimiento de América y todo lo que vino detrás, la culturización del país, la incorporación al reino de Castilla, la mezcla de razas y convivencia de los súbditos de la Corona de Castilla y Aragón, fuera obra exclusiva de hombres, son tres las mujeres sin cuya decisión, intercesión y valentía todo esto no habría pasado como ocurrió.
Quizás hubiera sido diferente todo si solo hubieran participado hombres, como en algunas colonizaciones que desarrollaron países vecinos, pero aquí fue diferente.
Hace unos días se estrenaba en Hispanoamérica la película-documental que lleva su nombre: «Hispanoamérica«. En ella, el director plasma una visión distinta y mucho más normal a la que, de forma intencionada, se está transmitiendo en la actualidad sobre cómo nació y se desarrolló la América Española.
Pero lo mejor no es lo que ostenta el título, sino el espíritu que posibilitó la forma peculiar y tan distinta de otros países colonialistas, de hacerlo. Quizás tuvo algo que ver la presencia de tres mujeres muy especiales: La reina Isabel la Católica, Malinche y la Virgen de Guadalupe.
La reina Isabel la Católica murió en el año 1504, 12 años después del descubrimiento del continente americano, y seguramente no sería consciente “de la dimensión de los territorios que había vislumbrado Colón (…), pero sin saber su alcance siquiera, sí tenía clara su misión: evangelizar y caridad. Pone así las bases de lo que fue el comportamiento de la administración de la corona en el nuevo mundo. Esto la llevó a dirigir la mirada a los nuevos territorios como hermanos y súbditos del reino por igual, con los mismos derechos y protección que el resto de ciudadanos de su reino, de ahí la novedad en sus propias palabras: «Nuestros súbditos no serán esclavos», y pide que los españoles se casen con las indias y al revés, quería la igualdad, algo también moderno y sin precedentes, es la «promotora de la igualdad.» Tenemos en nuestra historia el mejor modelo de mujer en varios sentidos, ya que su comportamiento, las leyes que dictaba y su actuar reflejaban una coherencia de pensamiento y obra. Su caridad e ideales de evangelizar y de igualdad eran reales, en el doble sentido de la palabra. Se hicieron realidad. No se consideró a los indígenas como ciudadanos de una categoría inferior, ni razas de otro nivel que no se podían mezclar, como ocurriría con otros países, o con el exterminio de los indios del norte de América. Este mandato, parecido al “creced y multiplicaros, inundad la tierra”, inicia un proceso importante y novedoso de mestizaje. “El americano es el único continente mestizo», como pone de manifiesto José Luis López Linares, director del documental. Mestiza es la Virgen de Guadalupe, y mestiza era también Dña. Marina, apodada la Malinche. Las tres mujeres protagonistas de esta historia y gesta sin precedentes.
La reina Isabel se comporta como las mujeres que siguen a Jesús en el evangelio, le seguían y ayudaban con sus bienes, ella puso lo que tenía al servicio de los nuevos súbditos, para que tuvieran derechos y conocieran “el Camino, la Verdad, y tuvieran Vida”.
La Virgen de Guadalupe es la primera representación «mestiza» de la Virgen y además está en cinta. Esto supone un cambio radical, una gran aportación, ya que representa la evangelización de María, que ofrece a su hijo a un nuevo mundo. Una vida nueva en un mundo nuevo. Es el Sí de María en un nuevo continente, al que ofrece su protección y pone bajo su manto. Se acerca como mestiza a estos nuevos ciudadanos que la acogen con cariño y gratitud, porque el amor de madre es siempre necesario. Reflejando en esta nueva y bella iconografía su color de piel, porque es madre de todos, y lo más típico de su vestimenta. Su aparición en el año 1531 en el cerro de Tepeyac al indígena chichimeca Juan Diego Cuauhtltoatzin incitan a pensar que la Virgen quería estar allí. Otra Virgen de Guadalupe, la española acompaña a Hernán Cortes en su estandarte, de color más moreno que la aparecida en Méjico, parecía también una premonición de ese mestizaje que vendría.
Doña Marina, la Malinche, «Malintizin» en náhuat, fue noble, sus padres eran señores y caciques de un pueblo llamado Copainalá. Su nombre inicial Malinalli fue en honor a la diosa de la hierba, ya más tarde también se la llamó Tenepal, que significaba quien habla con vivacidad. A la muerte de su padre, su madre (que también era noble) se vuelve a casar y tiene un hijo, su figura resulta incómoda para el nuevo marido y acaba siendo vendida a un grupo de traficantes de esclavos, muy joven. Esclava de los indígenas. Después de una guerra entre mayas y mexicas fue cedida como tributo a Tabscoob, cacique maya de Tabasco. Después de la derrota de estos en la batalla de Centla fue regalada a Hernán Cortes junto a 19 mujeres. Eran presentes de los perdedores como señal de buena voluntad. El valor de Malinche como traductora no tenía precio ya que hablaba maya y náhuat, y posteriormente el castellano también.
Desarrolla un papel fundamental en la primera etapa de la conquista ya que asesoraba a los españoles sobre las costumbres sociales y militares de los nativos y realizó tareas de diplomacia ya que, como es lógico pensar, Hernán Cortés no sabía cómo comportarse con las tribus indígenas para instaurar los mandatos de su reina. El ejército español estaba formado por tan solo 900 hombres y se amplió, gracias al buen hacer y asesoramiento de ella, a 90.000 hombres y así poder derrotar al ejército azteca.
El hijo que nació de su relación con Hernán Cortés, Martín, nunca fue considerado bastardo, como los hijos de Jefferson, sino que recibió las órdenes militares españolas y su padre le envió a estudiar a Madrid, al colegio donde estudiaba Felipe II. Posteriormente se casaría con Juan de Jaramillo, de quien tuvo otra hija, María. Muchos historiadores reconocen el valor de Doña Marina en la forma en que se desarrolló todo ya que su papel como traductora y mediadora sin duda hizo todo más fácil y cercano. Su protagonismo no viene de una idea feminista, sino de la importancia del papel que desarrolló en este proceso gracias a su valentía, inteligencia y saber hacer, y no dudamos que su fe también jugara un papel importante, apareciendo en muchos dibujos de época siempre junto a Cortés, siendo su apoyo mas valioso. El conquistador se apoyó en la sabiduría de una mujer.
Para Francisco Núñez del Arco, historiador, «a partir de 1494 nada es completamente americano, y nada es completamente europeo», defendiendo que «doña Marina es ejemplo de mestizaje entre élites, que es el principal en aquella época». Un mestizaje para el que la evangelización fue esencial, siendo precisamente Dña. Marina uno de los primeros ejemplos al ser bautizada. Los que dicen que la ven como víctima del avance español no recuerdan que fue su propia familia quien la vendió y los indígenas quienes la ofrecieron como regalo. Sería curioso conocer lo que supuso el bautismo para ella como un sacramento que libera al venir además de una religión cuyos dioses necesitaban sacrificios humanos.
Las tres mujeres madres, las tres actuando desde diferentes niveles, posibilitaron el proceso que ofreció al mundo la belleza de Hispanoamérica, algo que ningún día, y no solo en el de la Hispanidad, deberíamos olvidar, y mucho menos denostar, porque es una hazaña de la que estar orgullosos.
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