Leni Riefenstahl, una mujer con un carácter y tenacidad extraordinaria, que nunca dejó de reinventarse. Es de ahí de donde procede su nueva y postrera vocación que ella convertiría en su peculiar obsesión, la Fotografía.
Berlín, 28 Marzo de 1935. En los teatros de la capital alemana y posteriormente en todo el país, se estrena un documental que pasará a la Historia de la Propaganda política y que describirá el momento de máximo apogeo de una de los regímenes más infaustos de la toda la humanidad.
Se trata del film “El Triunfo de la Voluntad” (Triumph des Willens). En esta obra se recoge de forma escalofriante y fidedigna el acontecimiento del Congreso del Partido nazi celebrado en la ciudad de Nüremberg apenas unos meses antes.
Transcurridos 80 años de su estreno, la filmación de este evento sobrecoge por la temática que trata, los primeros años del régimen de Hitler, en la que podemos percibir toda la parafernalia de símbolos e ideales fanáticos que llevaría al mundo a un auténtico Apocalipsis, tal cómo sería la Segunda Guerra Mundial, pero al mismo tiempo, y dentro del casi irresistible magnetismo que sigue suponiendo su visionado incluso después de tantas décadas, podemos admirar su perfección técnica, la audacia de su concepción visual y la revolucionaria utilización de los más avanzados elementos ópticos de su tiempo, muchos de ellos inéditos hasta la fecha en una producción cinematográfica.
Una mujer al frente de la denuncia
Esa fascinación se multiplica, si nos damos cuenta de que tras la magnitud de esa producción nos encontramos con la mente y el talento de una mujer con una visión única en su época, Leni Riefenstahl, seguramente una de las artistas más discutidas, polémicas y cuestionadas, pero igualmente admiradas del Siglo pasado.
No podemos comprender la irrupción y la rápida propagación de un fenómeno como el Nazismo en Alemania sin una estética propia, una iconografía tan esencial y útil para la causa del Régimen como podrían suponer las arengas y los ideales políticos que defendían sus líderes más reconocidos. Y detrás de toda esta Iconografía, había personajes de tanta relevancia e importancia como la propia Riefenstahl o el “llamado arquitecto del Régimen”, el eficaz organizador y urbanista Albert Speer. Posiblemente sin el talento de ellos, la megalomanía de Hitler no hubiera sido plasmada de forma tan efectiva y atrayente. Sendas figuras, que curiosamente después de la Guerra intentaron desvincularse de todos los horrores del Tercer Reich.
Orígenes e inquietudes
Nacida a principios del Siglo XX, la infancia de Leni transcurrió en el seno de una acomodada familia berlinesa. Su fuerte personalidad e inquietudes artísticas ya se revelaron desde sus primeros años, primero en su amor más precoz por el Ballet, llegando en su juventud a ser considerada una destacadísima bailarina de danza moderna. Pero el destino que la haría encumbrar de forma definitiva no sería otro que el Séptimo Arte. Fue durante la recuperación de una lesión de rodilla cuando sintió el entusiasmo por las posibilidades que ofrecía el Cine. Muy pronto sus capacidades interpretativas y su singular belleza las convertirían en una de las actrices más conocidas y cotizadas del período de entreguerras, una época de gran convulsión en su país. Fueron posiblemente las limitaciones de la actuación dentro del ya casi obsoleto cine mudo de su tiempo, y los primeros albores de la revolución que ofrecería la llegada del sonoro, lo que llevaría a la siempre audaz y ambiciosa artista a escalar un tramo más dentro de su carrera, ser realizadora de sus propias películas.
Comienzos en el mundo de la dirección cinematográfica
Es precisamente en su primera película como directora, “La luz azul” (Das Blaue Licht), dónde comenzaría una relación de admiración mutua con otra personalidad en pleno ascenso de su carrera, una relación que la marcaría para bien y para mal, durante toda su vida artística, Adolf Hitler. Fruto de ese fuerte vínculo, y considerándose ambos creadores y artistas, es cuando surge la propuestas del dictador para que la joven y exitosa Leni (apenas tenía entonces treinta años) filmara la celebérrima reunión de Nuremberg del año 34, la cual serviría de base para un posterior documental que glorificara de forma imperecedera la simbología y poderío del Nacionalsocialismo. La directora, reticente al inicio, acabó sucumbiendo ante el ofrecimiento de plena libertad artística y de recursos ilimitados para poder llevarlo a cabo.
Fue indiscutiblemente el trabajo por el que se la recordará siempre. La utilización audaz de las cámaras en movimientos paralelos acompañando a las masas uniformadas, el empleo de una banda sonora que reflejaba las ínfulas casi wagnerianas que traslucían las imágenes a las cuales ilustraba, o la novedosa creación de una particular visión cenital a través del manejo de la fotografía aérea que ofrecía en toda su magnitud la captación de la multitudinaria manifestación de aquella reunión. Pero posiblemente, las imágenes más aterradoras, sobre todo con el conocimiento de lo que apenas pocos años después ocurriría, son las de los jóvenes hombres y mujeres desfilando en la oscuridad de la noche portando antorchas, creando la figura geométrica de la esvástica. Un simbólico fuego en el cual desgraciadamente millones de personas inocentes acabarían pereciendo víctimas de la locura y el odio motivados por el fanatismo.
Su siguiente gran trabajo, y tras la enorme repercusión del anterior, sería su magna obra “Olympia” que marcaría otro hito, en este caso dentro del género del Documental deportivo. Hitler, admirado por la la capacidad demostrada de Riefenstahl en “El Triunfo de la Voluntad”, y consciente de la extraordinaria plataforma de propaganda que para su régimen supondría la celebración de los Juegos Olímpicos de 1936 concedidos a la capital berlinesa, encargó a la directora la realización de esta película, en la cual se deberían recoger todas las virtudes y excelencias de “la raza aria”.
Al Igual que en “Triumph des Willens”, la realizadora incorpora a la temática del documental, en este caso sobre materia deportiva, aportaciones que más tarde serían tan comunes y frecuentes como las tomas a cámara lenta, en la que podemos admirar cómo el esfuerzo físico máximo de un atleta podría convertirse al mismo tiempo en una poderosa imagen de un logro estético indudable. La utilización de cámaras cinematográficas montadas sobre raíles aportaba una serie de perspectivas inéditas y únicas de los corredores dentro del estadio, al mismo tiempo que las originales tomas subacuáticas en las pruebas de natación daban muestras de la perfección técnica de su realización. Todo un conjunto de logros de enorme valía artística que llevo a su creadora a recoger numerosos premios en todo el mundo, incluido el de mejor película extranjera en el prestigioso Festival de Venecia.
La obsesión de Riefenstahl, como a lo largo de toda su carrera, fue controlar todos los aspectos de la realización de esta película, desde el rodaje, pasando por la edición y montaje. Y es aquí donde podemos percibir una faceta de ella más alejada de ese inevitable nexo de unión de su trabajo, siempre criticado, con la simple propaganda política. Fue Joseph Goebbels, la todopoderosa mano derecha del Führer, quién quiso eliminar del metraje final cualquier referencia a las hazañas del atleta de color Jesse Owens y sus victorias sobre los deportistas arios alemanes. Sin embargo, ella no deseó ceder ante ese evidente intento de censura artística, consiguiendo salvar la integridad de su trabajo, propiciando que fuese un héroe afroamericano, tan lejano de los ideales propuestos los líderes alemanes, el gran protagonista individual de la obra.
A pesar de la evidente glorificación de la ideología y obsesión racista inherente al régimen que se percibe en buena parte de su metraje, aún hoy transcurridos múltiples Juegos Olímpicos y numerosas realizaciones que recogen este tipo de eventos, “Olympia” sigue siendo considerado el mejor, más completo y sin duda la más innovadora realización cinematográfica deportiva jamás realizada.
Aunque hubiese demostrado su inicial admiración por la figura de Hitler, ésta no lo era tanto respecto a la mayoría de líderes del Régimen, por los que sentía un profundo desprecio. La llegada de la Segunda Guerra Mundial, terminaría por rasgar esa relación idílica de la directora con el epicentro político del Tercer Reich. Son las primeras atrocidades de los años iniciales de la contienda bélica las que la llevaron a decidirse a ocupar un más discreto segundo plano. Según ella misma comentaría años después, fue el belicismo tan extremo del Régimen lo que la convenció a distanciarse de los ideales políticos que compartió durante años.
Tras la derrota militar de Alemania, convertida en ruinas toda esa simbología y fanatismo de los cuales más tarde repudiaría, comenzaría otra época en su vida, la de los llamados Juicios de Desnazificación, en la que todo su trabajo y apoyo a la propaganda de un Régimen criminal, cómo era el nazi, fue sometido a un duro y riguroso examen. Después del final de la guerra, fue capturada y hecha prisionera durante varios años tanto en campos de prisioneros de los aliados, como en régimen domiciliario. Durante los juicios, no se presentaron pruebas suficientemente concluyentes de su culpabilidad como colaboradora o cómplice en los atroces crímenes que se juzgaban, aunque sí fue considerada simpatizante del nazismo. A pesar del veredicto de inocencia, la sombra de las duras acusaciones vertidas sobre ella la perseguirían hasta el final de sus días.
Para ella, todo esto supondrá un epílogo a su carrera como directora. Los oscuros ecos de su pasado, las críticas de sus compañeros de profesión, la negativa de los festivales a invitarla a sus eventos y la imposibilidad de conseguir financiación para sus proyectos, incluso durante su paso por la España franquista, harían que tirase definitivamente la toalla.
Pero una mujer con su carácter y tenacidad extraordinaria, decidió reinventarse una vez más.
Nuevos horizontes
Es ahí donde aparece una nueva y postrera vocación que ella convertiría en su peculiar obsesión, la Fotografía. Y es que Leni Riefenstahl se había convertido en una figura demasiado visible, demasiado alegórica de una ideología que había arrasado toda Europa, y sus numerosos enemigos hicieron todo lo posible para que no se encontrara cómoda en el viejo continente. Ello la llevó a decidir su propio exilio personal, a un lugar lo suficientemente alejado de su pasado, puro y virginal para poder dejar atrás sus fantasmas personales, un lugar dónde vivir y trabajar con plena libertad creativa, y ese no fue otro que África.
Quizás fue allí donde realmente encontraría su propia redención personal, retratando a unos seres humanos tan opuestos y alejados de la Iconografía de la pureza aria que sus films (voluntariamente, o no) contribuyeron a fomentar. Se trataban de las tribus indígenas del Sur del Sudán. Un trabajo fotográfico que se extendió durante años y que culminaría en el célebre libro “The Last of the Nuba”. Su valor artístico y antropológico es excepcional, demostrando por si aún restaba alguna duda, la casi inagotable versatilidad de la artista alemana. Las imágenes de una tribu, cuyas tradiciones y costumbres nos ofrecen los últimos estertores de una cultura condenada a extinguirse, captando sus singulares bailes y danzas, con sus protagonistas cubiertos de ceniza, o decorados con singulares máscaras rituales, son ya iconos de la Historia de la Fotografía de contenido étnico.
Sin embargo, la maldición de su pasado, incluso en esta faceta artística tan alejada de sus célebres trabajos anteriores, la continuaría persiguiendo. No en vano, fue criticada por algunos, debido a la visión que se ofrecía de estas tribus sudanesas, y en la que se podrían encontrar reminiscencias de una estética fascista, a la que siempre fue vinculada.
Su última vuelca de tuerca nos la proporcionaría siendo ya octogenaria. La actitud vital tan insólita de Leni la llevará a descubrir las bellezas escondidas en el mundo submarino, y a retratarlas con su única y excepcional visión. Lo hizo a través de sendos libros en los que se recogen sus propios trabajos fotográficos y en los cuales podemos admirar los tesoros de este singular universo escondido bajo el agua, e igualmente a través de un documental sobre las extrañas y sorprendentes criaturas que pueblan los arrecifes de coral. Una admirable y postrera obra de un género al cual tanto contribuyó, y que realizó a la asombrosa edad de casi cien años.
Esta fue la vida y la carrera de una mujer extraordinaria que comenzó haciendo películas de Alpinismo y terminó explorando los lugares más profundos y recónditos del planeta, quizás para seguir buscándose a ella misma. Un ser, que en su larga existencia, recorrió el sinuoso y doloroso sendero que separaba su propio Cielo e Infierno vital, dónde la luz de su talento excepcional, ya fuese como bailarina, actriz, directora, escritora o fotógrafa siempre resultaría eclipsada por las sombras y la oscuridad de su propia leyenda negra. Es el retrato de un ser humano fascinante, que fue admirada y odiada casi a partes iguales, el retrato de una mujer única y singular.