María Moliner (1900 Paniza–1981 Madrid) fue la mujer capaz de la proeza más innovadora y ambiciosa que ha visto el siglo XX en el campo de la lexicología: crear el Diccionario de uso del español, un proyecto gigantesco hecho realidad gracias a su gran ingenio y trabajo riguroso y perseverante.
Sin embargo, el legado que nos dejó esta mujer no se ha quedado solo en ‘buenas palabras’: esas que organizó, precisó y renovó en su diccionario. María trabajó por la cultura no solo creando esta herramienta de progreso para el uso del lenguaje, sino también con su trabajo para acercar a todos la educación.
Pienso que su formación universitaria como historiadora dentro de la carrera de Filosofía y Letras y su oposición para ingresar en el Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios le aportaron una visión amplia a la vez que práctica y comprometida con la sociedad de su tiempo. María tuvo esa admirable capacidad de aunar perspectiva y enfoque junto con una actitud magnánima en la dedicación a la profesión y a su familia.
Mujer comprometida con la educación de todos como base del progreso
Entre 1918 y 1921 María Moliner cursó la carrera de Filosofía y Letras, sección de Historia, en la Universidad de Zaragoza. Se licenció con sobresaliente y Premio Extraordinario y en 1922 ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Ese mismo año se incorporó a su primer destino: el Archivo de Simancas.
En 1924 María se trasladó a Murcia para trabajar en el Archivo de la Delegación de Hacienda. Compatibilizó este trabajo con la impartición de clases en la Universidad, siendo la primera mujer con la condición de profesora ayudante. En esta ciudad conoció al que se sería después su marido, Fernando Ramón y Ferrando, catedrático de Física de la Universidad, y nacieron sus dos hijos mayores Enrique y Fernando.
Pocos años después, en 1929, la familia se trasladó a Valencia pues Fernando se incorporó a la Facultad de Ciencias de la Universidad. María comenzó a trabajar en el Archivo de la Delegación de Hacienda. En esta ciudad nacieron los otros dos hijos del matrimonio, Carmen y Pedro, y María desarrolló una intensa actividad cultural y pedagógica.
Ya en 1931, siendo María miembro de la delegación valenciana del Patronato de Misiones Pedagógicas, puso en marcha el proyecto de llevar una red de bibliotecas populares a los pueblos de España. Enseguida se vieron los frutos porque en 1935 estaban ya en marcha 105 bibliotecas rurales valencianas de las Misiones Pedagógicas.
Por otra parte, María propuso establecer una escuela de bibliotecarios especializados en escuelas rurales e infantiles, y creó el 1 de abril de 1935, en Valencia, la primera Biblioteca Circulante de las Misiones. El proyecto tenía por finalidad redistribuir los fondos de las bibliotecas rurales, así como la formación de estudiantes de Magisterio en técnicas bibliotecarias. La Guerra Civil impidió que el proyecto prosiguiera.
«La educación es la base del progreso; considero que leer es un derecho incluso espiritual y que, por tanto, cualquier ciudadano en cualquier lugar tiene que tener a mano el libro o los libros que deseara leer» (María Moliner)
Además, en este mismo año ella, su marido y otros matrimonios amigos, colaboraron con la Escuela de Cossío, inspirada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza. María formó parte de su Consejo Director y de la Asociación de Amigos, además de impartir allí clases de Gramática y Lengua.
Producción científica y labor de difusión de la cultura de María Moliner entre 1931 y 1939
Moliner inspeccionó, entre 1935 y 1936, las 118 bibliotecas valencianas que se habían abierto desde 1931 y tras sus observaciones, preparó comunicaciones en varios congresos internacionales bibliotecarios celebrados esos años. Una de ellas, titulada Bibliotecas Rurales y redes de bibliotecas en España, se presentó en el II Congreso de Bibliotecas y Bibliografía celebrado en 1935 en Madrid-Barcelona que fue inaugurado por Ortega y Gasset.
En 1936 el rector de la Universidad de Valencia llamó a María para ser la directora de la biblioteca de esta institución académica, pero en 1937 abandonó este puesto porque el Gobierno republicano la nombró directora de la Oficina de Adquisición de Libros y Cambio Internacional de Publicaciones. Esta Oficina compraba fondos a editoriales para su distribución en bibliotecas y creaba sucursales para la mejor gestión de las mismas. Simultáneamente, María trabajaba como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico.
Fernando Ramón Moliner recuerda la actividad de su madre en esos años:
«Su trabajo, en aquellos tiempos, aún se me presenta como una de las actividades más apasionantes a que una mujer de 37 años pudo dedicarse en la retaguardia: un auténtico trabajo de bibliotecaria haciendo llegar los libros a la mayor cantidad de lectores posible; a los pueblos (como ya venía haciendo desde antes de la guerra), a los frentes de batalla y… al extranjero» (Carta de Fernando Ramón Moliner en El País, 13 de abril de 1997)
La producción científica de esta bibliotecaria es de gran calidad y utilidad. Destaca el pequeño manual que redactó titulado Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, aunque su publicación en 1937 se realizó sin nombre de autor. Su intención fue ayudar a los responsables de las bibliotecas de Misiones Pedagógicas, que generalmente no eran bibliotecarios profesionales, y es fruto de sus visitas de inspección. En él transmitió su concepción de estas bibliotecas públicas, abiertas a todos, cercanas y atractivas para los usuarios. El manual fue muy apreciado tanto en España como en el extranjero y su presentación preliminar -“A los bibliotecarios rurales”- muestra la concepción de su autora de la cultura como medio para regenerar la sociedad.
Moliner perfiló en estos años el gran proyecto de organizar las bibliotecas públicas del Estado constituyendo una red de intercambio de fondos. Las directrices que redactó se publicaron a principios de 1939 con el título Proyecto de Plan de Bibliotecas del Estado. La investigadora Pilar Faus 1 lo considera como «el mejor plan bibliotecario de España».
El ‘quinto hijo’ de María Moliner: el Diccionario de uso del español
Al término de la Guerra Civil, María y su marido sufrieron represalias políticas. A él le suspendieron de su empleo como catedrático y sueldo, y fue trasladado a Murcia hasta 1946, que le rehabilitaron como catedrático. En ese año pidió su traslado a la Universidad en Salamanca, donde permaneció hasta su jubilación en 1962.
A ella se la alejó de toda actividad relacionada con la labor desarrollada durante la República aunque pudo volver a trabajar en el Archivo de Hacienda de Valencia gracias a algunos intelectuales como Lafuente-Ferrari, Juan Moneva y otros, que alabaron su conducta. Sin embargo fue degradada en 18 escalas administrativas del Cuerpo, que no recuperaría hasta1958. Vivió en Valencia con sus hijos desde 1939 hasta 1946. Este año retoma su actividad como bibliotecaria incorporándose como directora de la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, hasta su jubilación en 1970.
A partir de 1946 María inició en la capital una nueva una etapa vital pues sus hijos eran ya mayores (el menor tenía 20 años). Esta circunstancia unida al hecho de vivir, desde hacía años, separada físicamente de su marido buena parte de la semana, le permitió compatibilizar su trabajo en la biblioteca de la Escuela con un proyecto gigantesco muy personal en el que volcó todas sus energías: su Diccionario de uso del español. Fue publicado en dos volúmenes por la Editorial Gredos en 1966 y 1967.
El diccionario que alumbró María Moliner es fruto de su amor a las palabras y de su tesón para gestar durante quince años este proyecto, inicialmente concebido como un «pequeño diccionario» de español original y distinto al de la Academia, al que estimaba dedicar seis meses de trabajo. La idea surgió en 1951 cuando su hijo Fernando le trajo desde París en 1951 el Learner’s Dictionary of Current English.
En el prólogo de la primera edición de 1966 de la editorial Gredos, la única autorizada por ella, describió su concepción del Diccionario:
«En primer lugar, trayendo a la mano del usuario todos los recursos de que el idioma dispone para nombrar una cosa, para expresar una idea con la máxima precisión o para realizar verbalmente cualquier acto expresivo. Y, en segundo lugar, resolviendo sus dudas acerca de la legitimidad o ilegitimidad de una expresión, de la manera correcta de resolver cierto caso de construcción, etc.» (Prólogo de María Moliner del “Diccionario de uso del español”. Editorial Gredos. Madrid, abril de 1966).
La lexicógrafa hizo realidad su proyecto, como explica Fundéu 2“sin el apoyo de ninguna institución o universidad, sin más medios que miles de fichas pacientemente rellenadas, corregidas y vueltas a revisar con bolígrafo, pluma y una Olivetti Pluma 2″. Además de la claridad y modernización de las definiciones del DRAE, su Diccionario añade mucha más información sobre la relación con otras voces: sinónimos, palabras y expresiones del mismo campo semántico llamadas «catálogos»; las preposiciones que se usan con cada verbo, las voces que suelen aparecer juntas (generalmente verbos con sustantivos), abundantes y expresivos ejemplos de uso… Llama la atención la capacidad de la autora para organizar toda esta información con una estructura novedosa en la que el orden temático primaba sobre el alfabético y un preciso sistema de símbolos que facilitaban la consulta”.
María Moliner, una ‘académica sin sillón’
El Diccionario de uso del español es, en palabras de expertos, «una obra cumbre», «un diccionario excelente, excepcional», «una maravilla de la lexicografía».
Una muestra de este reconocimiento es que en 1970 el Ministerio de Educación y Ciencia acordó el ingreso de María Moliner en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en su categoría de Lazo.
En 1972 varios académicos propusieron a María Moliner para su ingreso en la Real Academia Española pero finalmente el miembro electo fue el filólogo y lingüista Emilio Alarcos. Quizá por su condición de mujer o por otros motivos poco justificables, como el no ser filóloga, se rechazó la candidatura de la que habría sido la primera mujer en ocupar un sillón en la Academia. La incredulidad o incluso la indignación de algunos académicos y expertos por este rechazo, hizo popular su consideración de María Moliner como ‘académica sin sillón’. Como explica Hipólito Escolar, exdirector de la Biblioteca Nacional de España y socio de la Editorial Gredos, en un artículo: 3
«María Moliner les dejaba en evidencia. Hizo más por el español en quince años que ellos en décadas» (Hipólito Escolar, exdirector de la Biblioteca Nacional de España)
En 1973 los miembros Real Academia Española le concedieron por unanimidad el Premio Lorenzo Nieto López «por sus trabajos en pro de la lengua», pero María Moliner lo rechazó. Los últimos años de su vida comenzó a pulir y ampliar con tranquilidad su Diccionario para una segunda edición. Se jubiló con la elegancia, discreción y sencillez que caracterizaron su vida. Estos años también estuvieron marcados por el dolor de la muerte de su marido y la enfermedad que ella padeció: una arteriosclerosis cerebral que la privó de lucidez desde 1975 hasta el día de su fallecimiento, el 22 de enero de 1981.
El legado cultural de María Moliner no tiene precio. Su Diccionario dio vida a nuestro lenguaje y sigue haciéndolo pues se ha convertido en libro de cabecera de escritores, redactores, traductores y otros creadores que necesitan hacer uso de las palabras. Pienso que una forma de cuidar ese legado es respetando las palabras como ella lo hizo. En ocasiones, vemos intentos de deformar las palabras como, por ejemplo, los que hacen un mal uso del lenguaje inclusivo.
El ímprobo trabajo de María Moliner no pretendió forzar el lenguaje haciéndolo siervo de ideologías. Antes al contrario, lo respetó liberándolo de estereotipos: lo trató con amor. Ojalá que todos los que disfrutamos de su legado amemos las palabras como ella lo hizo y hagamos un noble o, al menos, un legítimo uso de ellas.
Referencias
2 María Moliner: Artículo de Fundéu «10 palabras sobre la mujer que amaba las palabras».
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