Daniel Hierrezuelo Navas (Málaga, 1 de septiembre de 1970). Único árbitro malagueño en la historia de la ACB. Ha arbitrado cinco Final Four, cinco Supercopas, diez finales de la Copa del Rey, veinte finales de Liga y dos Preolímpicos. Treinta años de carrera. Toda una vida dedicada a su profesión. Reconocido por la Federación Española de Baloncesto con la medalla de oro en el mes de agosto tras acabar su etapa en el arbitraje mundial. Comprometido con diversas causas solidarias, nos muestra en esta entrevista su lado más personal y humano.
Woman Essentia.- Empezaste a jugar al fútbol de niño…
Daniel Hierrezuelo.- Empecé como portero de mi clase, en el Colegio San Estanislao. Después de una final en la que paré cuatro penaltis, mi profesor de educación física, D. Juan Contreras, que por aquel entonces era el preparador físico del CD Málaga, me ofreció entrar en las categorías inferiores del Club, y jugué allí unos cuatro años. El fútbol me gustaba, ya que era el deporte típico en mi colegio, en el que había varios campos. Durante mi etapa como futbolista en el Málaga, nunca me sentí integrado, no por la institución, sino porque el ambiente que había no tenía nada que ver con el de mi vida estudiantil ni familiar. Tuve ofertas de otros equipos, pero las decliné porque, aunque me gustaban otros deportes, empecé a aficionarme a uno en concreto y cambié mi hábito deportivo.
WE.- ¿Ese cambio de dirección te llevó al baloncesto?
DH.- Sí. Hice amigos del Colegio Cerrado de Calderón, y todos ellos eran jugadores de basket, así que despertó mi interés. Entré en la Operación Altura del Caja de Ronda, a pesar de no saber jugar bien. El entrenador, Antonio Rodríguez, me dijo que tenía la altura, pero no la base, así que le propuse entrenar con el equipo durante una temporada. Si al año siguiente no estaba para fichar, me iría, y si estaba preparado, él me ficharía. Y así fue. Fiché y jugué durante seis años en el equipo.
WE.- ¿Con quién vivías en esa época?
DH.- Con mis padres y mi hermana Lidia, quince meses mayor que yo.
WE.– ¿Te aconsejaron a raíz de ese giro que dio tu vida deportiva?
DH.- La decisión de entrar en el fútbol fue mía. La decisión de salir del fútbol fue mía. La decisión de entrar en el baloncesto fue mía. Y la decisión de seguir esos seis años fue mía también. Jamás se metieron en ninguna de mis decisiones personales en ese sentido.
WE.- Tu hermana Lidia era oficial de mesa. ¿Se vinculó ella al baloncesto antes que tú?
DH.- Creo que al mismo tiempo que yo empecé a entrenar. Su afición al baloncesto le vino por amigos del instituto, que eran árbitros. Siendo ya anotadora, empezó a salir con el que luego fue su marido, Lorenzo Lozano, padre de mi sobrina Laura, que también era árbitro en categorías inferiores a la ACB.
No se me olvidará que se giró, abrió un armario, cogió un uniforme, me lo lanzó y me dijo: “¿Tú no quieres probar? Pues mañana arbitras conmigo en Los Guindos”. “¡Pero si yo no sé arbitrar!”, le respondí
WE.- ¿Por qué decidiste hacerte árbitro?
DH.- Dejé las categorías inferiores del Caja de Ronda. Empecé a jugar al waterpolo y al baloncesto en el equipo del Cerrado de Calderón, porque mis amigos de allí, juveniles de último año, querían subir a la primera categoría, cosa que conseguimos. Decidí que en septiembre me iría a estudiar a Granada INEF, por cambiar de aires y porque mis padres estaban inmersos en un proceso de separación, que me afectó bastante. Me dijeron que no me iban a poder pagar los estudios y les dije que ya me encargaría yo de pagármelos.
Entonces hubo una interferencia por parte de mi hermana, que me instó varias veces a trabajar como árbitro, idea que rechacé una y otra vez. Creyó que se me daría bien, que era una oportunidad para ganarme algún dinero y que, además, podría venir a Málaga para arbitrar los fines de semana, con lo que pasaríamos más tiempo juntos. No dejó de insistir. Ella vio que yo iba a ser árbitro, algo que en aquel momento yo no veía.
WE.- Y te convenció…
DH.- Sí. Un día fui al Colegio de Árbitros y hablé con su presidente, que en aquel momento era Antonio Campaña, y le comenté que quería probar en el mundo del arbitraje. No se me olvidará que se giró, abrió un armario, cogió un uniforme, me lo lanzó y me dijo: “¿Tú no quieres probar? Pues mañana arbitras conmigo en Los Guindos”. “¡Pero si yo no sé arbitrar!”, le respondí. Y arbitramos al día siguiente un partido de mini basket. Recuerdo que pitaba tarde, no conocía las señales…
Pero cuando terminamos, los entrenadores vinieron a saludarme y me comentaron que servía para el trabajo. El unir mi pasión, que era el baloncesto, con esa tarea docente de enseñar cuáles eran las reglas del juego, me gustó. Antonio se acercó para conocer mi impresión y le dije que quería arbitrar. “Ahora tienes que hacer un curso de un mes para conseguir el título de árbitro”.
Lo hice aquel verano de 1989. Pospuse lo de la carrera por asuntos familiares. Me quedé en Málaga haciendo el TAFAD(Técnico en Actividades Físicas y Animación Deportiva). Arbitraba en provinciales los fines de semana. Al año siguiente subí a Tercera División y me fui a estudiar a Granada. Compaginaba los estudios con el arbitraje regional y un trabajo que busqué en una discoteca los jueves por la noche. Arranqué con la caseta La Espiga en la Feria de Málaga. Un año después ascendí a Segunda División, y al siguiente me estrené en Primera como árbitro en la Liga ACB. En 2001 comenzó mi andadura como árbitro en la FIBA, actividad que he dejado este mismo año. Continúo mi labor en la Euroligue, en la que empecé a arbitrar en 2003. Desde 2017 presido la AEBA(Árbitros Españoles de Baloncesto Asociados).
WE.- 38 árbitros en la Liga Endesa, de los cuáles 2 son mujeres. 71 en la Euroligue, de ellos, 2 mujeres. En la FIBA, con más de 300 árbitros, hay casi 40. ¿Cómo integras a tus compañeras, que están en minoría, en ese mundo laboral que parece ser más de hombres?
DH.- Yo intento ser buen compañero con todos por igual, independientemente del sexo que sean. Cada vez que llega una mujer, la llamo y le digo que cuente conmigo para lo que necesite. Hay pocas mujeres en el arbitraje porque, a pesar del interés en que haya más, son escasas las que intentan acceder a él.
WE.- Un CV impresionante. Me consta que eres un hombre de éxito muy comprometido con todos, siempre dispuesto a ayudar a los demás. ¿Cómo empezaste tu andadura solidaria?
DH.- La Cofradía de La Pollinica de Málaga organizó el Torneo Pollinica, jugado en Málaga y arbitrado por tres colegiados de la ACB. Dos de mis compañeros venían de fuera y cobraban sus honorarios, pero yo, al ser de Málaga y tratarse de un tema benéfico, cedía los míos a la Cofradía. A posteriori, a medida que me fui volviendo más mediático, contactó conmigo la Asociación Jaime Alonso, que evolucionó hasta ser la Asociación Nena Paine, de la que soy padrino desde 2011, dedicada a ayudar a niños en exclusión social, dándoles clases de apoyo y haciéndoles un seguimiento sociofamiliar.
WE.- Háblame de Holystic Pro África y de cómo te uniste a su equipo
DH.- Pablo Llanes, ex fisioterapeuta del Real Madrid, tiene un hijo con espina bífida. Hace diez años, en un momento complicado de su vida personal, sintió la necesidad de hacer algún tipo de voluntariado. Contactó con el Padre Ángel Olaran (Abba Melaku para los etíopes), misionero en Wukro (parte oriental del estado de Tigray, en Etiopía).
Se desplazó hasta allí para visitar aquella misión, que se dedicaba a atender a pequeños huérfanos, enfermos, desamparados, con padres afectados por el sida… Observó que no había niños minusválidos por las calles y le llamó la atención. Preguntó al Padre Olaran, quien le contó que había muchos, pero que estaban encerrados en sus casas porque los progenitores los consideraban un castigo de Dios. Tal fue el impacto en Pablo, que visitó a varios, viendo cosas que le dejaron completamente desolado.
Te enseñan a ser feliz con nada, te enseñan a sonreír con nada, te enseñan a disfrutar con nada, te enseñan que los problemas que tenemos aquí son nimios, te enseñan valores muy humanos que hoy en día tenemos perdidos en nuestra sociedad
De vuelta a Madrid, en una conversación con el Padre Ángel, le dijo que estaba decidido a montar en Wukro una clínica de fisioterapia para niños, y le pidió que gestionara la concesión de un espacio en el hospital para ello. Se le dio una pequeña parcela y con sus recursos montó la clínica. Desde entonces, dona un 10% de sus ingresos a Holystic. Pablo, enamorado del baloncesto, entrenaba con un equipo etíope de aquella localidad, dándose cuenta de que los árbitros no sabían mucho de las reglas, así que se le ocurrió crear también una escuela de basket. Hace tres años, Mateo Ramos, compañero mío en ACB y director técnico hasta que se jubiló, se encontró en una calle de Madrid con Pablo, que le pidió unirse a su causa. Y Mateo se animó. Me hizo una llamada y me pidió que le mandara camisetas de arbitraje que ya no usara. Me contó la historia y le dije: “No, Mateo, yo cojo las camisetas y las llevo a Etiopía”.
Llamó a Pablo, y este a la Federación de Baloncesto de Wukro, sugiriendo mi colaboración como árbitro internacional. Dos semanas después arbitré en Madrid. Pude conocer a Pablo personalmente y me contó su experiencia durante una cena. Se organizó un Clínic con los 40 ó 50 mejores árbitros del país y nos desplazamos a Wukro para participar en él. A raíz de aquel viaje colaboro con ellos. Voy en diciembre a Etiopía durante diez días desde hace tres años.
WE.- ¿Qué efecto causaron en ti esos niños durante la primera toma de contacto?
DH.- Es una experiencia increíble. Crees que vas a enseñarles y son ellos los que te enseñan. Te enseñan a ser feliz con nada, te enseñan a sonreír con nada, te enseñan a disfrutar con nada, te enseñan que los problemas que tenemos aquí son nimios, te enseñan valores muy humanos que hoy en día tenemos perdidos en nuestra sociedad, por el consumismo y la necesidad de tener. Hacemos el viaje en vísperas de Navidad y el contraste de un mundo y otro en esas fechas me parece muy fuerte.
WE.- ¿Has implicado a jugadores de baloncesto para colaborar en esta tarea?
DH.- No, eso fue cosa de Pablo. Es íntimo amigo de Iñaki de Miguel, que es parte de la familia Holystic. El resto de jugadores, que colabora de forma puntual, lo hace gracias a Pablo. Yo impliqué a los árbitros en otra causa.
WE.- ¿De qué modo?
DH.- Aprovechando mi posición de Presidente de la AEBA, propuse que los árbitros presentaran un plan de ayuda para algún proyecto. Tenemos un Comité de Evaluación en la directiva y elegimos cuál es la propuesta con la que vamos a colaborar cada año, siempre con la implicación total del árbitro que ha tenido la idea.
Se encarga de hacer un seguimiento del proyecto, presentarlo a todos los árbitros y llevar personalmente a la organización o asociación la aportación económica que hemos hecho. Pensé que era una forma de involucrar a los árbitros en causas solidarias y de que se dieran cuenta de que podemos ayudar a mucha gente, devolviendo algo de lo que la vida nos ha dado. Este año hacemos un doble desembolso económico y estoy muy contento.
WE.- Tienes tres hijos. ¿Qué sientes al volver a casa junto a ellos después de estar en Wukro?
DH.- La primera es que educamos bastante mal a nuestros niños. No les ayudamos con todo lo material que les damos. A los hijos hay que darles más mecanismos para ser autosuficientes. Les protegemos en exceso. Un niño al que le das todo desconoce el valor real de las cosas.
WE.- ¿Hablas con tus hijos de lo que ves en Etiopía?
DH.- ¡Claro! Al mayor, Dani, que tiene ya 18 años, me lo llevé el año pasado y vio lo que había. Le gustó tanto la experiencia que en diciembre vamos juntos otra vez. El mediano, Miguel, lo ve desde la lejanía. El año que viene, que tendrá 16 años, espero poder llevármelo también. El pequeño, Álex, tiene 5 añitos, pero algo le cuento.
WE.- Colaboras en la Fundación El Pimpi. ¿De qué manera?
DH.- Echo una mano en todo lo que puedo. Para mí es como una segunda casa, porque conozco a todos los trabajadores, desde los propietarios, hasta el último cocinero. Estoy a su disposición siempre. El Pimpi lleva a cabo una serie de obras sociales en Málaga a lo largo del año para las que me pide colaboración de diferentes maneras: a veces vía redes sociales, otras aportación personal, incluso atendiendo como camarero en eventos solidarios…
He aprendido a valorar que las mujeres tenéis más inteligencia que los hombres, que tenéis bastante más disciplina que nosotros en todos los aspectos y más capacidad de trabajo
WE.- ¿De dónde te viene esa vena filantrópica?
DH.- Mi hermana era así. Si tienes posibilidad de ayudar a los demás, ¿por qué no? Es una satisfacción personal poder hacerlo, y si por tus circunstancias te lo puedes permitir, pues fenómeno.
WE.- Cuéntame de qué modo han influido en tu forma de ser las mujeres de tu vida y qué has aprendido de ellas
DH.- He aprendido básicamente a luchar, porque todas son unas grandes luchadoras. Aunque muy distintas entre sí, tienen un denominador común, que es la bondad. Desde mis abuelas, Mercedes y Antonia, hasta mi madre, mi primera mujer, mi actual mujer, mi sobrina Laura y, especialmente, mi hermana, que ha sido la persona que más me ha marcado. He aprendido a valorar que las mujeres tenéis más inteligencia que los hombres, que tenéis bastante más disciplina que nosotros en todos los aspectos y más capacidad de trabajo.
WE.- ¿Qué relación tienes con tu madre?
DH.- Mi madre es una número uno en todos los sentidos. Hablo con ella al menos cuatro veces por semanas, entre otras cosas porque es de esas madres que todavía, a mi edad, me pide que la llame al aterrizar cuando viajo a alguna parte y cuando vuelvo de un viaje. Se sigue preocupando de mí como cuando era pequeño.
WE.- ¿Cómo lleva ella las críticas que van implícitas en tu trabajo?
DH.- Al principio regular, pero llevo tantos años que ya se lo toma de otra manera. A veces se pone un poco más nerviosa cuando arbitro «un Unicaja», que es de mi tierra, porque sabe que es mayor la presión y hay más foco de atención, pero en general lo lleva bien.
WE.- Desconocía que se te permite arbitrar un partido del equipo de tu ciudad…
DH.- Sí. La ACB tiene una regla establecida por los clubes, y es que todos los árbitros tienen que arbitrar a todos los equipos, al menos una vez por temporada. Recuerdo que en mi primer año en ACB arbitré al Unicaja en Gran Canaria y le pité una antideportiva a Nacho Rodríguez, malagueño como yo, y lo hice porque, a pesar de lo que pueda pensar la gente, trabajo desde la imparcialidad.
WE.- Pareces buena gente, y creo que nadie te ha regalado nada. El aprendizaje de la lucha…
DH.- Yo me he ganado la vida desde que era muy joven. El aprendizaje de la lucha…
WE.- Si yo te preguntara quién es para ti la mujer de tu vida, ¿qué me dirías?
DH.- Sin duda mi hermana Lidia, y lo va a ser siempre.
WE.- ¿Cómo era? ¿Qué hay de ella en ti?
DH.- Crecimos juntos, lo compartíamos todo, hasta la habitación en los primeros años.Teníamos aficiones en común, los dos amábamos el baloncesto. Era una mujer con muchísima fuerza, muy inteligente, trabajadora, persistente, madraza, siempre tenía una sonrisa para todo el mundo, incluso en sus peores momentos. Te daba todo lo que tenía, por poco que fuera. No le faltaba carácter, pero su corazón era enorme. Se caracterizaba por desvivirse por los demás. Era lo más especial de su forma de ser. Se preocupaba por todo el mundo, nunca por sí misma. Estábamos muy unidos. He querido siempre tenerla como referente y todo lo bueno que vi en Lidia me ha servido para ser como soy y para hacer lo que hago.
WE.- Enfermó de cáncer. ¿Cómo te afectó aquello?
DH.- Nos contó que le encontraron un bulto en el pecho, y tras la intervención quirúrgica los médicos nos dijeron que todo estaba bien, pero se complicó. Pasó enferma casi tres años. Tanto me quería que en ningún momento quiso transmitirme la gravedad de su enfermedad. Siempre quiso protegerme. Yo estaba muy inmerso en mi carrera deportiva y creo que no quiso que me distrajera de ello.
En la Navidad de 2011 se puso peor. Mi madre me dijo: “Ve a ver a tu hermana”. Me quedé muy impresionado al ver el estado en el que se encontraba, en cama y con un tubo de oxígeno. Ella y mi madre quisieron mantenerme ajeno a la realidad que había. El 5 de enero de 2012 estaba en Sevilla. Recibí una llamada de mi madre y me pidió que viajara a Málaga para ver a Lidia, que estaba ingresada en un hospital. Vine el día 6 y cuando llegué ya estaba inconsciente. Le cogí la mano e hizo el intento de sonreír. Me quedé agarrado a ella toda la tarde y toda la noche, hasta que a las tres de la mañana del día 7 falleció.
WE.- Imagino lo duro que fue para ti y para toda la familia. Dejó una niña. ¿Qué tiene ella de Lidia y qué nexo en común os une a los tres?
DH.- Durísimo, y es algo que siempre he llevado por dentro, porque soy muy mío con las emociones. No se supera, se vive con ello. Mi sobrina Laura tiene 13 años. Es mi ahijada. Nos une el amor por el baloncesto. Juega en las categorías inferiores del Unicaja. Físicamente es clavada a mi hermana. Es una niña aplicada en los estudios, buena… se parece a su mamá.
WE.- ¿Crees que eres árbitro gracias a Lidia?
DH.- No es que lo crea, es que es así. Soy árbitro de baloncesto gracias a mi hermana, que vio en mí el potencial y se preocupó y ocupó de que yo tomara el camino que me ha traído a estar donde estoy hoy en día.
WE.- Se rinde homenaje a tu hermana todos los años en la Gala del Baloncesto Malagueño…
DH.- Así es, desde 2013. El galardón Lidia Hierrezuelo, que yo entrego, se le concede al árbitro o anotador de mesa más destacado de la temporada. Fue idea del presidente de la Federación Malagueña, Ricardo Bandrés. Fui el primero en recibirlo.
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