Antoniete Kankindi pretende poner los medios teóricos y los recursos prácticos para ayudar “a desvelar el liderazgo de la mujer” africana en la familia, la empresa y la sociedad, “aunando los valores tradicionales africanos con los desafíos de la mujer en el siglo XXI”.
El próximo 13 de marzo se entregará el Premio Harambee de este año a Ebele Okoye, en la Gran Peña de Madrid. En un día como hoy, queremos recordar la gran labor de todas las mujeres del mundo que trabajan para ayudar a otras mujeres, en situaciones más complicadas que las que se presentan en occidente.
La mujer especial que recibió el premio el pasado año fue Antoniete Kankindi. Esta filósofa congoleña, profesora de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Strathmore, en Nairobi, pretende poner los medios teóricos y los recursos prácticos para ayudar “a desvelar el liderazgo de la mujer” africana en la familia, la empresa y la sociedad, “aunando los valores tradicionales africanos con los desafíos de la mujer en el siglo XXI”.
Antoniete Kankindi se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Goma y en Derecho en la Universidad de Kinshasa, cursando el doctorado en Navarra, de ahí su perfecto español.
En el año 2013, a raíz de la buena acogida que tuvo su conferencia sobre el Liderazgo de las Mujeres en África en el Seminario Internacional de Liderazgo de la Mujer, celebrado en Lilogwe, capital de Malawi, el Fondo de Acción Urgente-África (UAF-A) financió su programa durante dos años. En dicho programa han participado mujeres empresarias, políticas, periodistas y científicas de diferentes países de África.
Hace unos meses estuvo en España para recibir el premio Harambee por su labor, recibiendo así el reconocimiento a su iniciativa a favor de la mujer africana, una iniciativa que necesita continuidad, ya que mejora la capacitación de las jóvenes de Kenia, genera empleo y une las sociedades rurales y urbanas a través de la creación de puestos de trabajos dignos, “ajenos al individualismo liberal”. Construir África desde África.
“Se trata –dice Kankindi- de impulsar medidas para garantizar la autonomía económica de la mujer y que tenga un empleo digno, compatible con su familia, que le sirva para permanecer trabajando por el bien de su país sin llenar las filas de Inmigración de otros países occidentales”.
“No se puede decir que las mujeres no tenían liderazgo. Su liderazgo era íntegro y con valores fuertes. Por naturaleza, su propia misión es de liderazgo, lo que ocurre es que hoy hay nuevos retos”.
La finalidad de su proyecto African Woman Leadership es dotar de habilidades de “liderazgo e integridad” a mujeres jóvenes, de entre 20 y 30 años, responsables de pequeñas empresas, proporcionándoles tanto conocimiento de sus derechos como de sus responsabilidades y deberes. Cada mujer joven empresaria, que está dentro del proyecto, se compromete a mentorizar a 10 mujeres jóvenes del mundo rural y a ayudarles a desarrollar un negocio local, convirtiéndose así en una especie de cadena de favores para ayudar a otras mujeres a mejorar su forma de vida de una manera sostenible, ya que se educa de acuerdo con valores de buena gobernanza, liderazgo y sostenibilidad requeridos por los objetivos de Desarrollo Sostenible. Es una forma de entender el liderazgo basada en principios de integridad personal y pública, dirigida al bien común, la reducción de las desigualdades y la inclusión de los más débiles y marginados. La contribución de las mujeres en la lucha contra la pobreza, es imprescindible, toda vez que la mujer en África -mueve mucha gente a su alrededor, lidera comunidades- además de crear oportunidades nuevas de empleo y asegurar un medio de subsistencia a familias enteras.
WE.-Has alertado a África sobre el feminismo excluyente ¿en qué consiste? ¿cuáles son sus efectos?
AK.-Es una opinión personal resultado de observar cosas que pasan. Normalmente las mujeres que trabajan en organismos feministas son muchas y muy fuertes, pero a veces es un feminismo cercano al radical. Es habitual que las mujeres que suben en los escalones de poder en el mundo político, empresarial, se muevan muchas veces solas, sin tirar de nadie. Tienen estrategias sofisticadas para llegar, pero las que se mueven son siempre las mismas, hacen un núcleo y escogen a quien abren la puerta y van seleccionando. Todo esto riñe un poco con nuestra cultura africana que es todavía solidaria. La mujer africana no va sola, siempre mueve a mucha gente, se implica más con las personas. Por ello hablo de un feminismo inclusivo en África, frente a los feminismos exclusivos, ya que la mujer se mueve con más gente.
WE.-¿El modelo africano es más familiar, entonces?
AK.-Sí, pero ya nos está empezando a llegar todo tipo de influencias. De ahí que haya empezado a trabajar en estos temas en el mundo urbano africano. La mujer educada en las ciudades de África es la que se vuelve más individualista por las influencias a las que está expuesta. Como la población africana sigue siendo más bien rural, es posible que tengamos todavía la conexión con esta parte de nuestros valores para recuperarlos e impedir que se siga encerrando en este individualismo. El individualismo liberal aísla a la gente. Por esta razón, mi intención es trabajar con las más jóvenes para que no entren en esta línea excluyente.
“Hay que intentar cultivar una visión sana de la complementariedad, si competimos, perdemos todos”.
WE.-¿Es diferente la mujer africana y la occidental?
AK.-Nos parecemos cada vez más a la mujer occidental, sobre todo gracias a internet. Es muy grande la influencia global y el impacto que ha tenido internet en nuestra sociedad.
WE.-Hablas de que la educación de la mujer es el motor de cambio, tanto a nivel de competir con el hombre en posiciones de poder como por liderar el desarrollo de las comunidades. ¿Encuentra apoyo en el hombre?
AK.-Hay dos cosas distintas a tener en cuenta. Por un lado, hablar tanto de la igualdad de la mujer le da a la mujer una especie de agresividad que le lleva a competir con el hombre y a veces se llega a hacer un poquito más dura que el hombre. El hombre la deja competir pero no la mira como mujer y pelea igual. La mujer todavía no tiene espacio en ese tipo de competición. El hombre controla todo todavía.
La mujer, por otro lado, al entender que tiene que ganarse su puesto de liderazgo compitiendo, actúa de forma que lleva a que perdamos como mujeres. Somos más afines con la forma de actuar como complementariedad que con la de forzar una competición.
Hablar de complementariedad pone de manifiesto que tenemos papeles distintos en la sociedad y complementarios, y eso hoy está mal visto.
Hay que intentar cultivar una visión sana de la complementariedad. Cuando competimos pierde la mujer y pierde el hombre. Cuando la mujer va más allá de su papel, también el hombre pierde.
Quizás al estar en el mundo académico nos permitimos el lujo de pensar las cosas en un plano teórico, pero también usamos la práctica. De ahí mi programa African Women Leadership.
Hay que replantearse las cosas ya que, cuando competimos, estamos en una cancha de fútbol, uno gana y otro pierde y se llega al triunfo pagando un precio en muchas cosas, por lo que el resultado no nos deja llegar a tanto como queremos. La mujer en África tiene que plantearse esto, y aunque las cosas están más abiertas que antes, todavía hay mucho camino por recorrer.
Antoniete nos cuenta cómo un alumno, hijo de una de las abogadas más prestigiosas de Nairobi y de un gran empresario, le planteaba una pregunta sobre cuándo empezaba el papel del hombre en proteger y proveer. Tenía conceptos no muy claros, y este vacío estaba provocados por la falta de trato con sus padres.
“La ausencia hace que la familia se desestabilice. Si la familia actúa como una ola expansiva, el vacío que pueda haber, también se expande”
WE.-¿Cómo afecta a las mujeres africanas la globalidad? ¿Cuáles son las presiones a las que os enfrentáis en este sentido?
AK.-Yo veo el liderazgo de la mujer desde tres valores africanos: familia, solidaridad y hospitalidad, mientras que los desafíos más grandes que el mundo global nos presenta son: la interpretación feminista de la familia, el individualismo liberal que mata la solidaridad y nos transforma, y la competitividad que transforma la solidaridad en un negocio.
En el aspecto de la relación con la familia, esta idea de que la mujer decide cuando quiere tener hijos o no, los procesos a los que se somete para no tener hijos la destruyen y destruyen su familia. Además, todas estas ideas falsifican los papeles complementarios del hombre y la mujer.
Pero esta preocupación no es sólo en África, Antoniete cita a sus alumnos al profesor Robert George que, desde su cátedra en la Universidad de Pricetown, pelea sobre la familia, tanto desde el pensamiento, como desde la práctica. Desde Public Discuss, su lugar en internet, habla del cambio del papel del hombre y la mujer, de las interpretaciones globales de la sociedad; y en resumen, de los desafíos del mundo global que van en contra de la familia.
Insiste en denunciar que, “el liberalismo individual nos quita la solidaridad, característica de África, mientras que el mercado libre, que transforma la hospitalidad en un negocio”.
WE.-¿Crees que la mujer tiene unas cualidades específicas que nos diferencian?
AK.-Si, la mujer es esposa, aunque no tenga marido, es madre aunque no tenga sus propios hijos, es hermana, es hija, esto define mucho lo que es la mujer por sus cualidades intrínsecas.
Hay expresiones en las culturas africanas que indican lo que es la esencia de la mujer. Por ejemplo, las chozas africanas tienen un pilar en el centro, el hombre construye, pero la mujer es el pilar de la choza. En algunas culturas también la mujer lo hace; por ejemplo, en una comunidad las mujeres construyen la choza el mismo de su boda porque la mujer tiene que ir a vivir a la casas que hacen las mujeres de su familia, sus tías, hermanas etc. Sin el pilar, el hombre tampoco puede construir la choza.
Otras comunidades hablan de que la mujer es el cuello y el hombre la cabeza, una cabeza sin cuello, o un cuello sin cabeza no tienen sentido, se tienen que complementar, y estas expresiones son una explicación antropológica de la esencia de la mujer. Si uno piensa en la sociedad desde estas metáforas, se entiende claramente.
Reivindicó una de las cualidades más esenciales de la mujer, como es la capacidad de ocuparnos de los demás, reconociendo que no hay nada que destruya tanto a la mujer como su endurecimiento.
WE.-Compaginas educación con acción…
AK.-Lo intento. Me da pena que los alumnos se enamoren del concepto de bien común que le mostramos y que ayuda y está acorde con las soluciones y luego no le demos el sentido práctico, la forma de actuar. Por eso quise hacer este proyecto concentrado en la mujer, porque pienso que la mujer también es educadora; si ella recupera su papel de educadora, también puede educar al hombre. Por eso pensamos en proyectos concretos que pueden llevar a la acción, que pueden tener un impacto directo sobre la comunidad. Ahora estoy buscando fondos para hacer una formación a unas jóvenes empresarias que tiene entre 24 y 32 años para que también ellas sean las que apoyen en su tierra. No quieren irse a Europa y están empezando un negocio en Kenia, por ello quiero empezar a trabajar con ellas antes de que empiece a hacer mella este individualismo. Colaboran también mujeres que por trabajo hayan sido emprendedoras y dirigen mejor sobre la base de su experiencia. Estoy intentando montar una plataforma intergeneracional e intercultural, ya que nuestro mundo es global, queramos o no, y llegar a más gente a través de esta plataforma. Aprendemos de gente de otras culturas, de otros contextos laborales, y de otros mercados. Tenemos que sacar partido al lado positivo de la globalización
WE.-Eres profesora de políticas, retomas el concepto del bien común, denuncias la crisis de valores políticos en donde ha desaparecido ese sentido a la hora de legislar que se hace en función de minorías. La ética en la política ha desaparecido, citas que el humanismo cristiano (nos lo estamos intentando cargar en Europa) es la plataforma ideal para llegar al bien común.
AK.-Estuve en la universidad católica de Valencia, y les expliqué a los alumnos de post grado mis conversaciones con las feministas radicales, y con las mujeres del mundo islámico.
Algunas veces me preguntan las que son de culto luterano por qué no hay coincidencia en ciertos puntos y siempre explico lo que he descubierto y tengo muy claro: que la antropología cristiana es la que abre espacio para el diálogo porque la base del diálogo es la dignidad humana, no la fe que tiene cada uno. Se hace espacio para la fe también desde esta dignidad, y entonces se puede hablar desde la antropología cristiana. Se habla desde la tolerancia, pero si tu toleras mi relativismo y yo tolero el tuyo, no nos encontramos en ningún sitio. El punto de partida es otro. Creo que los conceptos de la antropología cristiana que se fundamentan desde el punto vital, en la racionalidad basada en cómo se entiende la persona como un ser moral, son la herramienta conceptual para poder dialogar con la gente, sin esta herramienta el debate se convierte en un “diálogo de besugos” y nunca se converge en ningún punto.
“A pesar de todo, hay que intentar ser optimistas, porque el dialogo conceptual está amarrado, no nos lo vamos a inventar. Las fuentes son las mismas, Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino,…no estamos inventando nada nuevo”
La necesidad de un liderazgo con valores es una cuestión prioritaria, y en el caso de la mujer también. En África también están preocupados por cómo afectan todos estos cambios a la familia, que es la célula de la sociedad y a la mujer, su pilar. Si allí se preocupan por cómo nos ven, tendremos que pensar que estamos haciendo mal.
Fotografía: David Ales Bueno
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: