Thoreau, considerado uno de los padres de la literatura estadounidense y un héroe nacional, fue en su día encarcelado por negarse a pagar impuestos, por su defensa de las minorías indias, su oposición a la esclavitud y a la guerra de Estados Unidos contra México.
Henry David Thoreau nació en Concord, Massachussets, el 12 de julio de 1817. Profesó un extraordinario afecto por su tierra natal, cuna de la revolución que había dado a luz una nueva nación. En su juventud quedaron profundamente grabados en su alma la visión de los campos, los bosques, los ríos y riachuelos de Nueva Inglaterra, algo que contribuyó sin duda a su formación, además de la lectura de los grandes clásicos griegos, latinos e ingleses.
Estudió en la universidad de Harvard y tuvo como maestro a Ralph Waldo Emerson, quien lo estimuló en la experiencia ecologista. Esto llevó a Thoreau a construirse una cabaña en una de sus propiedades, cerca del lago Walden, y a vivir durante más de dos años como un auténtico anacoreta. Quería demostrar que la vida en la naturaleza era la verdadera vida del hombre libre que desee dejar de ser esclavo de la sociedad industrial, y que la naturaleza da lecciones que ningún hombre debería olvidar. Sus únicas amistades íntimas fueron las palabras y las cosas. Casi no existieron idilios con el sexo opuesto, y los hombres eran para él motivos extraños de observación y de reflexión.
Mantuvo toda su vida un carácter rebelde y contestatario contra lo que hoy día se conocería con el nombre de «antisistema». Mantuvo la idea de que un gobierno no debe tener más poder que el que los ciudadanos estén dispuestos a concederle, abogando incluso por la abolición de toda clase de gobierno. Era vegetariano y solidario. Sus héroes fueron el gran poeta Walt Witman, el guía indio Joe Polis que lo acompañó en una excursión por Maine en 1857 y el capitán John Brown, un líder antiesclavista. En cierta ocasión escribió: «Los indios, ¿no son hombres? ¿Y los negros, ¿no lo son? ¿No lo había declarado su famosa Constitución, así como la propia Declaración de Independencia?»
Su obra más famosa, Desobediencia Civil, lo emparentan con el ruso León Tolstoi, gran opositor a toda clase de guerra y profundamente crítico con las iglesias que las apoyaban. Su actitud de oposición a toda clase de opresión tuvo una profunda influencia e impacto en Mahatma Ghandi, en Martin Luther King y en los movimientos en defensa de los derechos civiles.
Quienes le recuerdan o conocen bien su trayectoria concuerdan en lo buena persona que era, que solía acercarse a hablar con los niños porque decía, «aprendo mucho de ellos». Que los quería y éstos también lo querían mucho a él; que lloró cuando dejó a su familia; que amaba a los animales; que, aunque era soltero, era muy familiar; que salvó a personas esclavas a huir a Canadá, y a un gatito que se ahogaba; y que muchas personas solían decir de él que era el ser humano más bello que habían visto.
Pero tristemente Thoreau moriría de tuberculosis todavía joven, cuarenta y cuatro años, el 6 de mayo de 1862 en su tierra natal. En su entierro, su propio maestro, Ralph Waldo Emerson, pronunció unas palabras que resumen parte de su forma de ser, de su actitud frente a la vida:
«Había en su naturaleza algo de militar y de irreductible, siempre viril, siempre apto, pero rara vez tierno, como si no se sintiera bien más que en desacuerdo. Necesitaba alguna mentira que denunciar, alguna tontería que poner en la picota, un cierto aire de victoria, un redoble de tambor para desplegar plenamente sus facultades… Su alma estaba hecha para la más noble de las comunidades: Donde exista conocimiento, donde haya virtud, en donde exista la belleza, allí tiene Thoreau su propia casa … El país no sabe todavía, ni en lo más mínimo, qué grande es el hijo que ha perdido».
«El país no sabe todavía, ni en lo más mínimo, qué grande es el hijo que ha perdido». – Ralph Waldo Emerson sobre Thoreau.
A veces surgen personas diferentes, ni mucho menos perfectas, pero profundamente sensibles en lo que se refiere a los aspectos más negativos de este mundo, y entonces se rebelan. Simplemente no se ven formando parte de él. Quizá por eso diría Thoreau, «Yo no doblaría corriendo la esquina para ver cómo explota el mundo». Es cuando perciben que el mundo no cambia porque la mayoría no lo desea y es entonces cuando intentan cambiar sus propias vidas. Síntoma quizá de que, ante tanta deshumanización, otra forma diferente de vivir podría ser posible.
Prologando el libro de Thoreau «Walden» (Errata Naturae), el filósofo Michel Onfray escribe en el bicentenario de su nacimiento:
«Thoreau propone lo que denomina una «medicina eupéptica»; en otras palabras, una medicina para generar bienestar y felicidad y alejar maldad y dolor. ¿Cuál es esta medicina? Regocijarse ante el esplendor de cada mañana; oponer una voluntad de goce al movimiento natural de la negatividad, que nos lleva hacia el pesimismo; desear la felicidad, que no nos es dada, sino que debe construirse; colocarse o volver a colocarse en el centro de uno mismo; transformar los inconvenientes en ventajas; buscar lo positivo en lo negativo; querer hacer de la propia vida una fiesta.
«Invita igualmente a rechazar «la vida mezquina». La vida mezquina es una vida orientada hacia valores falsos: el dinero, los honores, el poder, las riquezas, la propiedad, la reputación. Es una vida ensuciada por los vicios de la sociedad de consumo: codiciar, comprar, poseer, consumir, sustituir […]. ¿Quién podría, en efecto, no suscribir esta constatación: «Me parece evidente que muchos de vosotros vivís unas vidas pobres y serviles» No nos pertenecemos, perdemos nuestra vida tratando de ganarla, vivimos como máquinas, entregamos siempre nuestra vida al mañana. ¿Qué hacer para dejar de llevar una vida mezquina? […]. He aquí seis fórmulas: «Exploraos a vosotros mismos», «acometed la vida tal como la habéis imaginado», «amad vuestra vida», «simplificad, simplificad», «haceos un cuerpo perfecto», «vivid libres y sin compromiso». – ABC, Thoreau, una cabaña trascendental, 10/5/2017.
Su pulcritud de estilo cuando escribe convierten a Thoreau no solo en una de las figuras de mayor belleza en la historia del pensamiento americano del siglo XIX, sino de todos los siglos y países. He aquí algunas de sus aserciones según se publicaron en ABC Cultura:
«Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación».
«¡Como si se pudiera matar el tiempo sin insultar a la eternidad!».
«Creo que deberíamos ser hombres primero y ciudadanos después».
«Cualquier hombre que tenga más razón que sus prójimos ya constituye una mayoría de uno».
«Cuán vano es sentarse a escribir cuando aún no te has levantado para vivir».
«De qué sirve una casa si no se cuenta con un planeta tolerable donde situarla».
«El amor no sólo debe ser una llama, sino una luz».
«El hombre es el artífice de su propia felicidad».
«El hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir».
«El mundo no es sino un lienzo para nuestra imaginación».
«El tiempo no es sino la corriente en la que estoy pescando».
«Es más deseable cultivar el respeto al bien que el respeto a la ley».
«Es más rico aquel cuyos placeres son los más baratos».
«Es tan difícil verse a uno mismo como mirar para atrás sin volverse».
«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida…para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido».
«Hay momentos en que toda la ansiedad y el esfuerzo acumulados se sosiegan en la infinita indolencia y reposo de la naturaleza».
«Jamás hallé compañera más sociable que la soledad».
«La bondad es la única inversión que nunca quiebra».
«La ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos; y, en razón de su respeto por ella, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia».
«La ley nunca hará a los hombres libres; son los hombres los que tienen que hacer la ley libre».
«La mayoría de los lujos y muchas de las llamadas comodidades de la vida no sólo no son indispensables, sino que resultan un obstáculo evidente para la elevación espiritual de la humanidad».
«La mayor parte de los hombres, incluso en este país relativamente libre, se afanan tanto en innecesarios artificios y labores absurdamente mediocres, que no les queda tiempo para recoger los mejores frutos de la vida».
«Las cosas no cambian; cambiamos nosotros».
«Lee los buenos libros primero, lo más seguro es que no alcances a leerlos todos».
«Lo que un hombre piensa de sí mismo, esto es lo que determina, o más bien indica su destino».
«Nueve décimas partes de la sabiduría provienen de ser juicioso a tiempo».
«Nunca mires atrás a menos que estés planeando ir en esa dirección».
«Se podría definir el cielo como el lugar que los hombres evitan».
«Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos».
«Si la naturaleza es nuestra madre, entonces Dios es nuestro padre».
«Si no logras convencer a una persona de lo malo que está haciendo, procura hacer entonces lo bueno. La gente cree sólo lo que ve».
«Un hombre es rico en proporción a las cosas que puede desechar».
«Vida ciudadana: millones de seres viviendo juntos en soledad».
«Ser un filósofo no es sólo tener pensamientos sutiles, ni siquiera fundar una escuela, sino amar la sabiduría y vivir de acuerdo con sus dictados una vida de sencillez, independencia, magnanimidad y confianza. Es resolver ciertos problemas de la vida, no sólo en la teoría, sino en la práctica».
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